CAPÍTULO 13

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Pasado

Cloe Wallas:

Camino con mi hacha en mano por las solitarias calles de Baltimore, junto a mis compañeros, los mercenarios.

Nosotros somos una banda nacida tras la pandemia del Venasump-8, integrada por los grupos de “sobrevivientes”, que aún poblan los Estados Unidos. El origen no lo conozco, tampoco los fundadores, pero solo estoy segura de que habemos de todo un poco.

Estudiantes, religiosos, médicos, bomberos, amas y amos de casa, abogados, universitarios, cocineros, y una infinidad de personas de todo el país que ahora se desplazan por distintas zonas en busca de establecerse.

No creemos en la sociedad. Eso fué algo que por mucho tiempo existió y que cayó tras un ataque. Entonces, nos gusta llamarnos “un movimiento”. Algo más fuerte he idealista.

Sin reglas. Sin normativas morales. Sin perjuicios. Solo somos personas que disfrutan del ser nómadas y de poder robar lo poco que queda en esta tierra que nos gusta llamar: “nuestra”, porque obviamente, es nuestra.

Antes de ser mercenarios todos tuvieron pasado, pero algo que nos compete es no compartirlo si no lo deseamos. Si eras drogadicto, alcohólico, si estuviste en la cárcel, o si no, no nos interesaba. Ahora éramos familia.

Sin embargo castigabamos ciertas cosas: el robo entre nosotros, el asesinato sin excusas, las violaciones. Todas esas eran las únicas cosas que te condenan a muerte en el grupo.

Es raro, pero es lo que se tiene en nuestra realidad.

Camino por lo que parece ser un vecindario. Sonreí al notar que es muy parecido al de Georgia, lugar donde nací y crecí hasta que cumplí 16 años y llegó la pandemia. Y visito casa por casa en busca de cosas que desee tomar o de provisiones para el grupo.

Poco a poco voy visitando cada casa y no consigo nada más que prendas, artículos que en este mundo ya no tiene valor, cuerpos imposibles de descomponer.

Solo llamó mi atención una sola casa. En la pared que con un graffiti decía: “Harry Falohu sigue vivo”.

Por lo demás, sigue siendo una zona vacía y desolada. Justo al salir de esa casa con una sonrisa en mi rostro, Fátima, una mujer del grupo que decidió tomar el papel de mi madre me llamó.

—Vámonos Cloe, el grupo está preparándose para irse —la morena mujer vió con desprecio el lugar—. Baltimore está perdido.

Somos nómadas. Así que es habitual estar de viaje en viaje. Sin decir nada, la seguí.

***


Iowa sin duda ha sido uno de los peores lugares al que los mercenarios hemos llegado. Sin duda, para tener tres años del inicio de la pandemia, es una de las zonas más destruidas que he visto.

Las calles están quebradas por las raíces de los árboles, y hay destrucciones de viviendas. Es como si un tornado hubiese pasado por aquí hace no más de tres meses. Al menos eso deduzco yo.

La destrucción era mayor que en todas partes. Hay muchas más plantas azotando las zonas citadinas, y por lo que he visto, los servicios eléctricos y suministros de agua carecen.

—Claramente no sobreviviremos aquí en Iowa mucho tiempo —mencionó Fátima al grupo, ya que ahora nos guiaba ella—. Entonces prepararemos maletas y nos movilizaremos a Canadá.

—¿No es peligroso? —un hombre de por allí preguntó.

—En Norteamérica se acabaron los insumos. Debemos movernos.

TRILOGY: VENASUMPWhere stories live. Discover now