CAPÍTULO 15

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Presente

Ethan Carowey:

Me tomó más de un segundo poder asimilar lo que estaba pasando. No lo podía creer aunque por mi mismo lo estaba presenciando. Era real.

La ciudadela que lleva por nombre: La Falec, ubicada en el Dakota del Norte, y la cuál se encarga de salvaguardar la vida de al menos siete mil dignificados del Venasump-8, ha caído.

Cada portón está abierto y da libre paso hasta lo que alguna vez fué una potencial ciudad. Las casas están desalojadas, y todos los caminos de arena en dónde alguna vez pasé, están llenos de sangre y cuerpo de suicidas.

La bacteria había logrado sobrepasar los murales y sistema de seguridad, consiguiendo destruir todo aquello que nos mantenía a salvo.

Habían bajas por todo el lugar.

Encontramos cuerpos en las calles, en cada casa, en el comedor principal, en el salón de armas, y en el laboratorio.

No encontramos ningún rastro de vida por los límites de la pared, y tampoco hallamos infectados. Es como si los contagiados hubiesen decidido migrar en busca de alimento. Al menos me gustó imaginarlo así.

—¿Qué haremos ahora? —la pregunta de Owen me hizo girar a verlo—. Aquí no hay nadie.

—No hemos rebuscado bien —cortó Katherin en dirección al rubio, y luego giró hasta mí—. ¿Vamos al cobertizo para abastecernos de armas?

—No creo que nos sirva de mucho. Si empezaron los contagios, todos los soldados se abastecerán.

—Pero sería buena idea conseguir municiones y nuevas armas —repusó la pelinegra—. Ya estoy cansada de estás pistolas de bajo alcance, y no tenemos gafas de visión nocturna, perdimos nuestras linternas y...

—Entendido —interrumpí—. Tienes razón...

El sonido del aire cortándose por la velocidad del desenfundar de una flecha capturó la atención de la pelinegra y de mí, y en segundos miré a Owen apuntar a un punto alejado. Tan pronto como pude me giré a su punto y encontré la figura de una mujer llorando mientras rogaba que no disparen.

Reconocí rápidamente a la mujer. Su piel morena y gran afro de cabello negro con esas prendas de colores llamativos. Era la señora Fletcher, la madre de Sheis.

—¡Baja la maldita flecha Owen! —grité con fuerza al reconocer a la mujer que llora a cántaros desde la distancia.

—¡Ethan pero...!

—¡Baja la flecha! —se me unió en la orden la pelinegra.

Apenas Owen acató nuestra petición, Katherin y yo salimos corriendo en dirección a la mujer que rápidamente nos reconoció.

Realmente, todos en esta ciudad se conocen. Cuando vives cuatro años aislado del mundo, tienes la suerte de cruzarte siempre con cualquiera. Además, con el trabajo de Katherin y el mío dentro de La Falec, es muy común que todos supieran nuestros nombres.

La mujer se quebró una vez estuvo sujeta por mis brazos, y sus piernas flaquearon apenas deposité toda mi fuerza en mi agarre.

TRILOGY: VENASUMPWhere stories live. Discover now