Presente
Ethan Carowey.
Me gustaba ver el atardecer.
Prefería eso a muchas cosas, ya que sentía que me daba un mínimo recuerdo a lo que se sentía vivir en la humanidad. Me devolvía a las salidas del instituto, o a las salidas con mis padres a por un helado. Me hacían pensar en mis amigos, familia, o el simple bullicio de la sociedad.
Era lindo, por más que al ver caer el sol, tenía que volver a este nuevo mundo. Volvía a sentirme apresado en los viejos recuerdos de lo que alguna vez existió, y de la nada ese dolor en mi pecho renacía.
—Ethan, ¿Estás listo para irnos?
Tristemente, la respuesta era un claro sí.
Suspiré y dejé que esa pequeña nube de aire expulsado por mi boca se desvaneciera con la brisa. Era increíble como la temperatura mundial había disminuido tanto tras la casi completa extinción de la raza humana. Y ya casi nos costaba a mi grupo y a mí sobrevivir en este nuevo mundo.
—No sé cuándo podría decir que aquí, en Utah, observaría la mayor trunda del país —mencioné apenas me levanté y observé a la distancia a Joseph y a Peichs.
—El mundo ya no es el mismo —comentó la rubia mientras de su boca salía un visible rastro de vaho.
—Repiteselo un par de veces más —pidió Joseph en un tono algo seco a la chica, mientras dirigió su mirada hasta mí—. Parece que últimamente lo ha olvidado por más que los avistamientos de contaminados aumentaron.
Sonreí.
Peichs no tuvo que decir nada al respecto ya que me observó caminar lo suficientemente rápido hasta el pelirrojo. Noté como Joseph me miró con duda en el momento en que detuve mi dedo en su pecho, y presioné un poco antes de aclarar mi voz.
—Pareces un puto adulto —solté en forma de molestarlo, y logré hacerlo reír. Ya desde hace mucho no lo veía hacerlo.
—Tu eres un puto niño aún —soltò antes de con un golpe quitar mi mano de su pecho, y los tres por fin pudimos soltar una fuerte risa.
A veces me gustaba mantener en mi cabeza eso de que aún era joven. No saben la salud mental que te aportaba fingir de vez en cuando que no tenías que lidiar con la soledad, la inseguridad, el miedo, el hambre, y la salud, cuando existían en este mundo.
Sin embargo, ya no era momento para decir que éramos niños. Yo tenía ya 24 años, y Peichs y Joseph 25. En un viejo mundo tal vez ya hasta pudiésemos ser padres de familia, unos profesionales, o unos nómadas aventureros; pero, nuestro destino tuvo para nosotros la idea de que seríamos soldados.
—¿Crees que aún quede medicina en el pueblo? —mi pregunta pareció sorprender a Joseph y a Peichs, y noté como ellos dos se miraron decepcionados.
—Joseph fué al pueblo mientras me pidió que te cuidase —empezó diciendo la rubia mientras yo seguía paseando mi vista por ambos. Por un momento pausó, y cuando detuve mi mirada en ella, Joseph continuó.
—Los infectados intentaron cazarme.
Me paralice.Durante este recorrido de los años, justo luego de salir de La Falec, y luego de habernos cruzado a Peichs, Aiden, y Lucas, habíamos descubierto una serie de ventajas que teníamos por sobre los infectados. Una de ellas fueron nuestros semi infectados.
Joseph, Katherin, Jessi y Owen podían moverse por medio de los contaminados sin llamar la atención. La bacteria había progresado lentamente por sus sistemas, y aunque continuaban manteniendo leves ataques por la contaminación, habían aprendido a manejarlos.
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TRILOGY: VENASUMP
Science Fiction(Los tres libros están incluidos) "Hasta que nuestra última respiración salga, y nuestros corazones dejen de latir; hasta ese preciso instante, tendremos la oportunidad de sobrevivir..." Desconocido. Archivo 992: Ethan Carowey. Venasump-8. ...