Capítulo 9: La Bestia

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Una fina figura aparece por el umbral de la puerta. Viste un camisón de seda blanco por el que puede traslucirse la desnudez de su piel de porcelana. Se queda parada de frente a la enorme cama mientras contempla a quien place sobre ésta: Una mujer rubia duerme intranquila, como cada noche.

La otra mujer camina lenta y cuidadosamente hasta el lado de la cama. Se sienta en una orilla y acaricia la pálida mejilla de la joven durmiente, luce tan cansada...

Aquella caricia saca del sueño a aquella mujer que al darse cuenta de quién se trata, sonríe, sonríe aliviada y feliz de verla, de sentirla.

-Bridget...

-Lalisa- nombra ella mientras pierde su mirada violeta en la dulce de ella.

La joven se incorpora en la cama y atrae hacia ella ese fino cuerpo que se deja llevar por las manos fuertes que la guian hasta ser colocada sobre su regazo. La mujer castaña se abraza a ese cuello y ambas se besan primero suave, luego desesperadamente hasta que el aire falta y se detienen un poco para contemplar sus rostros.

-No debiste venir...- Se duele ella mientras pega su frente con la de la muchacha.

-Querida... es el destino- Tranquiliza ella que le sonríe con dulzura- No puedes evitarlo

-No quiero perderte- confiesa el peor de sus miedos la rubia. En su mirada se refleja el temor.

-Jamás podrías. Te pertenezco, me perteneces...

Aquellas palabras son un bálsamo para el alma herida de Lalisa que desliza sus manos sobre las finas telas de aquel camisón sintiendo como a su paso la piel de Bridget responde y como su respiración se acelera.

-Te amo...- Confiesa Lisa luego de girarse para colocar el perfecto cuerpo de Bridget bajo el suyo -No me dejes...

-Estaré contigo... por siempre...

Lisa trazó con sus manos un perfecto mapa sobre la inmaculada piel marfil. A cada caricia despertaba gemidos ahogados en ella. Necesitaba sentirla, necesitaba tenerla.

-Te necesito...-murmuró jadeante la castaña mientras miraba con ojos suplicantes a la rubia.

Dos palabras que fueron la llave de acceso a lo que su cuerpo, su alma entera clamaban por hacer: entregarse.

Lisa no pudo esperar más y abriéndose paso entre las piernas de Bridget se introdujo en aquel interior que clamaba por ella, solo por ella.

Sus caderas bailaron a un ritmo que solo ellas conocían, un ritmo que parecían tener siglos practicando ¿o es que era así?

La castaña rodó su cuerpo hasta tenderse sobre ella, cabalgándola, sintiéndolo a cada milímetro en su interior, llenándola por completo.

Aquel camisón fue desterrado para revelar la perfecta anatomía de Bridget. No podía creer tenerla de nuevo frente a ella, sentirla por completo, poseerla por completo, pero era verdad, y era muy feliz.

Sus manos se colocaron en los pechos erguidos de la mujer que gimió al contacto de esos dedos que acariciaban sin piedad sus senos, ¡lo disfrutaba tanto! Disfrutaba tanto el ver a esa mujer sobre ella, poseyéndola y siendo poseída, entregándose a cada instante, pero la necesitaba, necesitaba aprisionar su esencia, su cuerpo, a toda ella y se giró para recostarla en la cama, clavándose en su interior aún con fuerza más fuerza.

Bridget respondió a aquella pasión mordiendo el cuello de la rubia, ardía, ardía de placer, ardía de deseo, ardía por ella.

Cuando sus cuerpos no pudieron más, llegaron a la cúspide del placer, saltaron al vacío y se entregaron por completo.

El Canto Del Fénix (Jenlisa) || COMPLETODonde viven las historias. Descúbrelo ahora