Capítulo 28: Tratados de Paz

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Manoban Camp 1820

La muchacha de ojos felinos no había salido de casa tan temprano como estaba acostumbrada ya que había esperado a que Losa saliera de la finca para subir a cambiarse y hacer su recorrido diario sin cruzarse con ella. No, no deseaba verla, no ahora.

Se dio un baño y luego bajó las escaleras con su ropa de trabajo. Pensaba montar durante un buen rato y luego volver a tiempo para recibir a dos de sus clientes, tenía que apresurarse.

Lady Mars le ayudó a tener una cabalgata relajante, ella necesitaba respirar aire fresco y olvidarse de lo molesta que estaba con Lisa, casi lo consigue.

Dos horas más tarde volvió a casa pero se sorprendió al encontrar a Tuxedo en las caballerizas... eso no era nada bueno...

Abrir la puerta de la casa la terminó de sacar de dudas... Un par de voces conocidas le hicieron saber que no era su intuición la que le hablaba, sino su peor pesadilla y con pasos trémulos caminó hasta el arco de la sala, Lisa estaba ahí y también a alguien que conocía de sobra. Los dos estaban en la sala.

—¡Bridget!- Saludó emocionada la voz que corre a abrazarla con la mayor emoción del mundo levantándola del suelo al abrazarle. La muchacha se sorprende, no al ver a aquel visitante, sino al notar que Lisa charlaba civilizadamente con él y permanecía en su sitio sin inmutarse.

—¿Qué qué... haces aquí?- interroga la chica cuando por fin logra tocar el suelo.

—Luego del golpe que me propinó tu esposa anoche... que fue el segundo después del día de tu boda, me convencí de que aquí había un malentendido y quise aclararlo.

—No es necesario- se apresura a decir la muchacha castaña.

—Claro que lo es, querida- Interviene Lisa- Debiste presentarme a tu primo, siempre quise saber cómo era Hyo-Jong MacDougall.

—Su boda fue tan precipitada que no tuvimos tiempo de presentarnos -interviene el rubio joven- Así que vine a hacerlo.

—Tu primo me contaba de algunas de sus aventuras en Edimburgo.

—Bueno... tuvimos muchas aventuras, no creo que sea necesario inquietar a Lisa con ellas- dice Bridget clavando su mirada amatista en su familiar.

—Tonterías, me estaba divirtiendo bastante con la historia de cómo aprendiste a montar.

—¡Hyo-Jong!

Una carcajada en el rubio y un gesto de complicidad entre Manoban y MacDougall.

—Vamos, no puede ser peor que la del día que se conocieron.

—No es por nada -trató familiarmente la rubia anfitriona al visitante- Pero quien sea que se encargase de la educación de mi esposa debería ser despedido.

—Bueno es que... mi prima es muy mala aprendiendo -justifica el heredero MacDougall tras toser un poco- eso no es lo suyo.

—¡Oye!- golpea la muchacha de cabellos castaños.

—Lo curioso es que... es muy buena en muchas otras cosas: Cálculos, historia, planeación.... Casi como si...

—Bueno, ya te lo he dicho, Lisa. -le interrumpe la castaña- Todo eso de la casa me parecía extremadamente aburrido.

—Más bien desconocido...

—¡Pero es muy tarde!- interviene el rubio poniéndose de pie- deben disculparme, pero mi coche sale a las doce rumbo a Edimburgo, solo vine por una noche y tengo mil asuntos que resolver en casa, así que...

—Pero... creí que pasarías varios días aquí

—Imposible, querida prima. Las obligaciones me llaman -explica el rubio besando ambas mejillas de la muchacha- pero te prometo visitarte un día de estos... claro si tu esposa lo permite.

El Canto Del Fénix (Jenlisa) || COMPLETODonde viven las historias. Descúbrelo ahora