~ Nova
No era muy partidaria de los nuevos comienzos, porque de ellos siempre subyacían las despedidas. Y cuando esas despedidas eran forzadas, cuando no me quedaba otro remedio que no fuera el de comenzar de nuevo, me gustaba todavía menos.
A mis veinte años, mi vida había sido tan cambiante que cualquiera habría pensado que era sencillo para mí adaptarme a los cambios, pero era todo lo contrario. Cada cambio me costaba más, cada vez me atrevía a despedirme menos, y cada vez me volvía más insegura e introvertida. Pero no podía remediarlo, mi vida había estado marcada por el cambio desde que nací, desde el momento en el que mis padres me adoptaron.
En teoría -porque nunca me he molestado en comprobarlo-, mis raíces tienen su origen en Barcelona, en España. Mis padres habían procurado normalizar el tema de mi adopción desde que era muy pequeña, no querían que el hecho de ser adoptada supusiera un trauma para mí. Se encargaron de dejarme bien claro que el hecho de haber sido adoptada no suponía que mis padres biológicos no me quisieran, y que las circunstancias de la vida eran tan diversas que nunca se sabría por qué decidieron darme en adopción, pero que, con toda seguridad, lo hicieron siendo conscientes de que hacían lo mejor para mí.
Nunca sentí la necesidad de ahondar en el asunto, me sentía querida y acogida, y no sentía como si mi lugar fuera otro. Sin embargo, había algo que me llamaba continuamente de mis orígenes. Mi familia y yo viajábamos casi todos los años a Barcelona, y la ciudad me parecía tan asombrosa que no tardé en aprender español por mi cuenta. Cada vez que íbamos, me quedaba prendada de los edificios inevitablemente. Tenía todo lo que quería junto a mis padres y mi hermano, pero, aunque siempre pasaba un tiempo después de viajar en que me quedaba tranquila, Barcelona siempre acababa tirando de mí con esa especie de energía invisible, provocando que yo solamente pensara en volver.
Poco a poco, a medida que fui creciendo, comencé a viajar con Jungkook, mi hermano, desde que él había alcanzado la mayoría de edad. Él me llevaba tres años, así que yo tenía quince cuando comenzamos a viajar solos. Cuando cumplí los dieciocho años ya tenía edad para ir a la universidad, y me había esforzado tanto estudiando que mis padres accedieron cuando les comuniqué mi decisión de estudiar arquitectura en Barcelona, aunque a regañadientes.
Lo que había comenzado como un sueño hecho realidad en la ciudad que me suscitaba tanta inspiración, había terminado siendo una pesadilla que no había advertido cuando conocí a Leo, un chico barcelonés que estudiaba arquitectura conmigo y que había terminado siendo un sapo camuflado de príncipe de los peores.
- Señores pasajeros, iniciamos el descenso para aterrizar en el aeropuerto Incheon de Seúl. Por favor, abrochen sus cinturones de seguridad y no los desabrochen hasta que se apague la luz. Esperamos que hayan disfrutado de su vuelo, gracias por confiar en nuestra compañía. Ladies and...
La voz del piloto me había sacado de mis pensamientos justo en el momento más adecuado. No tenía sentido darle vueltas al asunto, estaba tan decidida a enterrar toda mi vida en Barcelona, especialmente en lo que a Leo se refería, que había ocultado a mi familia el verdadero motivo por el que quería trasladar mi matrícula a Seúl. Aunque no fue fácil, lo conseguí.
No me gustaba la idea de iniciar una nueva vida una vez más, pero la única despedida de la que realmente me alegraba era la de Leo, aunque nunca me despedí de él como tal. Decidí que un día me iría para no volver, y así lo hice.
Descendí del avión y pisé suelo surcoreano tras casi catorce horas volando. Estaba terriblemente agotada y, con toda probabilidad, el desfase horario me atacaría cruentamente. De hecho, mientras esperaba a que mi maleta apareciera en la cinta, solamente era capaz de pensar en que la mejor pieza arquitectónica que vería durante estos días sería una cama, y yo estaba conforme con eso: nada de paseos por mi amada Corea hasta recuperar las energías.
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[PJM] Si tú no fueras tú
RomanceNova, si tú no hubieras sido tú, nunca habría sentido el dolor más profundo que uno puede sentir en sus entrañas. Si tú no hubieras sido tú, nada de esto habría pasado, y tal vez nuestros corazones -o al menos el tuyo- seguirían de una pieza, tenien...