Capítulo 23

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Jimin ~

- Nova, ¿estás bien? -pregunté absurdamente.

- Jimin... -gimoteó ella, con los ojos cerrados y la respiración pesada.

- Dios mío, no estás para nada bien -concluí rodeando su brazo, lo cual le hizo esbozar una mueca de dolor y reparé en que tenía un hematoma reciente-. ¿Cómo te has hecho esto? ¿Son marcas de dedos?

- No me siento bien -evadió, tosiendo levemente.

- Hablaremos de esto -advertí, pasando mis brazos gentilmente por su cintura para levantarla poco a poco-. Por lo pronto, tengo que avisar a tu hermano y llevarte al médico. Estás ardiendo.

- No -se opuso ella-. Por favor. Si Jungkook desperdicia esta oportunidad por mi culpa, no me lo perdonaría. He aguantado hasta que se fuera porque se habría quedado.

- Está bien -concedí, haciendo una pausa-. En ese caso, iremos al médico.

- No -se opuso de nuevo, haciendo un puchero inintencionado-. No me gustan los médicos.

- ¿Qué? -fruncí el ceño sin dejar de sostenerla, notando que apenas podía ponerse en pie-. Si piensas que por un capricho vas a conseguir disuadirme de la idea de ir al médico, entonces es que estás loca.

- Jimin, va en serio -insistió con voz trémula-. Por favor, deja que pruebe con algún medicamento de los que tengamos. Si salgo, con esta lluvia solamente me voy a sentir peor.

- No me lo pones fácil -resoplé llevándola poco a poco hacia el sofá, donde tomó asiento a duras penas y con mi ayuda.

- Si no mejoro iremos, lo prometo -declaró, apoyando la espalda en el respaldo del sofá con los ojos cerrados, librando su propia guerra.

- Nova -llamé su atención poniéndome en cuclillas frente a ella, agarrando sus manos-, ¿qué te ha pasado en el brazo?

- Eso no es importante, de verdad -intentó disuadirme ella, pero solamente le di una tregua temporal.

- Entonces ¿qué te pasa? ¿Qué sientes y desde cuándo? -indagué, sin dejar de agarrar sus manos.

- Desde esta madrugada -declaró, abriendo los ojos poco a poco para dirigir su mirada a la mía-. De repente empezó a dolerme el cuerpo y empecé a tener mucho frío.

- ¿Y qué más? -inquirí, animándola a continuar.

- Me duele la cabeza, tengo escalofríos y me siento mareada -continuó.

- No me sorprende, ayer llegaste empapada de pies a cabeza -suspiré con pesadumbre, preguntándome cuál sería el siguiente desafío que me pondría la vida-. Haremos una cosa ¿de acuerdo? Voy a darte algo de lo que tu hermano tenga por aquí, si tuviera algo. Si, como mínimo, no te baja la temperatura corporal en una hora, iremos a que te vea un médico.

- Pero... -intentó replicar.

- Nova, estoy siendo increíblemente benevolente -advertí, a lo que ella asintió sin más rechistar.

Suspiré profundamente y me dirigí a la cocina con la inquietud de pensar que bastaría que me despistara un minuto para que le pasara algo. Una vez en la cocina, procedí a abrir todos y cada uno de los roperillos y cajones en busca de algún medicamento que pudiera salvarnos a Nova y a mí del apuro.

- Maldita sea, ¿este chico nunca se pone malo? -murmuré, en mi aparentemente infructuosa búsqueda-. Bingo.

Encontré una pequeña cajita de un medicamento que identifiqué como el que usualmente se usaba para los síntomas como los que Nova presentaba. Leí cuidadosamente el prospecto antes de decidir llenar un vaso de agua y llevárselo a Nova a la sala junto con el comprimido. Era ateo, pero al tenderle esa pastilla y el vaso de agua, por dentro de mí había rezado a todos los santos que conocía en todas las religiones posibles rogando que funcionara.

[PJM] Si tú no fueras túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora