Epílogo

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~ Jimin

El día que aterricé en Londres sentí la inmensa soledad de no saber a quién llamar para contarle que había llegado. Me había marchado al otro lado del charco para cumplir mi sueño y tras reconocer que Nova merecía mucho más de lo que yo podía darle, que se merecía lo mejor, y que eso no estaba a mi lado. Al fin y al cabo, no siempre alguien que puede despertar el fuego en nosotros será con quien pasaremos nuestras vidas.

Esperaba que Nova viviera su mejor vida y que, si nuestros caminos se volvían a unir, me lo contara. Mientras tanto, deseaba que hiciera todas esas cosas que siempre me dijo que le encantaría hacer, que fuera quien siempre quiso ser y que recibiera lo que siempre mereció recibir. Y si un día éramos lo suficientemente maduros para explicarnos todo lo sucedido y comprenderlo, que así fuera.

Sin olvidarla ni un solo minuto, yo también me dediqué a hacer todo lo que siempre quise hacer, poco a poco aprendí a convertirme en quien siempre quise ser y luché por recibir todo lo que siempre había merecido recibir. Trabajé cada día en silencio, sin esperar nada, sin expectativas más allá de hacer lo que me apasionaba. Y a pesar de todo lo que me esforcé, no habría creído a cualquiera que me dijera que cuatro años después mis libros iban a tener tanta repercusión que me encontraría volviendo a Corea del Sur, a mi propio país, a hacer una entrevista y una firma de mis propios ejemplares.

Pisar suelo surcoreano me removía tanto por dentro que casi sentía que volvía a mi pasado más cercano, que todo había pasado hacía tan solo unos días. Miré mi reloj de pulsera y verifiqué que todavía tenía tiempo de recorrer las calles con parsimonia, de reconocerme a mí mismo en cada una de ellas, en solitario o en compañía, de rememorar e, incluso, de inspirarme. Era uno de los inviernos más fríos que recordaba, pero ni siquiera un tifón habría conseguido arrancarme de allí.

Llegar a un auditorio abarrotado de gente me sorprendió. Generaba ventas, de eso no podía dudar, pero ver que toda esa gente me apoyaba casi me producía vértigo, además de un impulso de pellizcarme que pude frenar a duras penas. Tomé asiento junto a la entrevistadora después de que me presentara y me pasaron un micrófono que me hizo sentir todavía más intimidado. Sin embargo, mi memoria todavía logró recordar una entrevista que yo había hecho para mi carrera pocos años atrás.

- Park Jimin -me aludió la entrevistadora, interrumpiendo afortunadamente a mi mente-. Se dice de ti que eres la joven promesa. Todos tus libros son un éxito, pero tanto tus seguidores como la crítica coinciden en que, en este relato, pareces expresar las sensaciones tan bien que cualquiera puede sentirlas solamente con leerlas. ¿Qué es lo que diferencia a esta historia de las demás?

- Bueno... -hice una pausa, pensativo-. Esta historia es real. De hecho, el relato está basado en mi historia -confesé, logrando que los asistentes empezaran a murmurar por lo bajo, casi más emocionados que sorprendidos.

- ¿Puedes contarnos un poco más?

- Viví algo con una chica que acabó siendo tan importante para mí y por la que acabé sintiendo tanto que era abrumador e intimidante -apreté mis labios con fuerza a medida que recordaba-. Fui tan decepcionante afectivamente hablando que solo puedo esperar que a esa persona no le moleste que la haya utilizado para inspirar mi historia -reí por lo bajo, contagiando al resto.

Revelado mi pequeño secreto, la entrevista continuó sin incidencias. Me sentí extrañamente cómodo, pero nada que ver con lo que sentí cuando me senté a redactar las dedicatorias en la tapa de mis propios libros. La gente aprovechaba para decirme cuánto les había ayudado leerme, y eso suponía mucho más de lo que yo jamás habría soñado con conseguir.

Justo cuando había terminado de firmar una de las dedicatorias, un fuerte estruendo proveniente de la derecha nos sobresaltó a todos y desvió mi atención por un momento. Pronto se descartó que no se trataba de nada grave, pero alguien me tendió un libro, el primero de todos con el que me había empezado a hacer un nombre, y ni siquiera recordé mirar a esa persona a la cara.

- ¿Para quién dedico el libro? -pregunté por enésima vez en esa mañana.

- Para Nova.

Lo que había dicho con la familiaridad de su voz hicieron que se me congelara el corazón, que el resto del mundo se paralizara. Me apresuré a levantar la vista y reconocí a la misma Nova de siempre, pero también a una Nova diferente. Tan preciosa como siempre, pero con un brillo de madurez y templanza en los ojos. Titubeé, y ante esto, su primera reacción fue la de sonreír divertida. Yo no había cambiado nada, seguía siendo un colegial cuando se trataba de ella.

- Y no, no me molesta que te hayas inspirado en nosotros -confesó por lo bajo.

Quise responder, pero mi garganta no respondió. Solamente fui capaz de reaccionar cuando iba alejándose, pero ya no alcancé a verla entre la multitud y la cola que esperaba para conseguir una firma era demasiado grande como para suspenderla.

Tragué saliva con dificultad, fuera del recinto nevaba y supe que sería casi imposible volver a verla si se había ido. Sin embargo, para cuando terminé la firma, aproximadamente casi tres cuartos de hora después, no me di por vencido y salí a toda prisa a la calle gélida y prácticamente vacía.

Mis ojos desesperados oteaban en casi todas direcciones, mi corazón latía con fuerza por el momento que había vivido y por haber corrido a toda velocidad hacia la salida, y de mi boca que trataba de recuperar el aire perdido salía vaho por el contraste de la temperatura. Los copos de nieve caían sobre mi pelo y mi abrigo, pero poco me importaba. Me mantuve en el mismo sitio, tratando inútilmente de mantener la calma sin dejar de buscar, aunque sin éxito.

Me sentía abatido, no podía creer que hubiera vuelto a perderla de vista, que hubiera vuelto a dejar pasar la oportunidad. Nada había cambiado en todo este tiempo, seguía amándola igual que hacía cuatro años, si no más. Me maldije a mí mismo, pero entonces escuché un carraspeo a mi espalda que hizo que mi cuerpo temblara de todo menos de frío.

Me di la vuelta sobre mí mismo y allí la descubrí, abrigada con bufanda y hasta orejeras, pero ni siquiera eso consiguió disimular la rojez en la punta de su nariz. Casi sentí que estaba viendo espejismos cuando me sonrió, pero incluso con la duda, decidí no volver a dejar pasar aquella ni ninguna otra ocasión, y recorté la distancia entre nosotros con parsimonia, como si quisiera examinar su reacción.

Me miró a los ojos atenta y pacientemente, también me examinaba. Reconocí el brillo en sus pupilas, y no dudaba de que ella también lo reconocía en los míos. Me había esperado durante cuarenta y cinco minutos bajo la nieve. Si esa no era una señal, ¿qué narices lo era?

Me descubrí a mí mismo sonriendo, y a ella ampliando su sonrisa. Terminé de recortar la distancia entre nosotros y acuné su rostro en mis manos como lo solía hacer hacía tantísimo tiempo, y cerré los ojos a la vez que besaba sus labios. Los sentí como la mejor gloria de este Universo, y para cuando ella besó los míos y posó sus manos en mi cintura pude percibir cómo se llevaba la gelidez de aquel invierno a otra parte.

Desde que Nova volvió a mi vida, en mi corazón siempre fue verano. 

[PJM] Si tú no fueras túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora