Diesciocho

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Pero en ese momento no podía escapar. El traslado a la unidad de rehabilitación fue otro importante paso más.
Otro más. Sakura empaquetó sus cosas con eficiencia, como siempre.

Sentado en una silla de ruedas que aún estaba aprendiendo a manejar, Naruto llevó la planta. Era extraño, pero le había tomado cariño. Aunque tampoco tenía nada más a qué aferrarse. Sakura estaba a su lado. Distante, eso sí. Aunque la culpa era de él.

Bueno, al menos las cosas comenzaban a mejorar. Estaba a un paso más cerca de ganar su libertad. La rehabilitación era el último peldaño. Y Naruto no quería echarlo a perder.

Miró a su alrededor con curiosidad. La unidad de rehabilitación estaba
en un edificio de una sola planta. Nada más abrir, había un enorme vestíbulo que parecía el de un hotel. Estaba lleno de pacientes y visitas.

Era fácil distinguirlos.
Y luego estaban los empleados. Una atractiva rubia los vio entrar y se acercó.
—Hola, Naruto, te estaba esperando. Me llamo Tsunade, soy tu
fisioterapeuta. Bienvenido.
—Gracias.

Era una mujer de grandes pechos, vestida de uniforme. Sonrió a pesar de lo tenso de la respuesta de Naruto y se volvió hacia Sakura, diciendo:
—Y tú debes ser su esposa.

Sakura se estremeció. Así que a ella tampoco le gustaba la farsa.
—Sí, exacto. Me alegro de estar aquí. Naruto esperaba con ansiedad este día, ¿verdad, Naruto?
—Sí —admitió Naruto, reacio.

Sí, esperaba ese día con ansiedad, pero también lo temía. Llegar allí era
como aterrizar en otro planeta. Él era un enfermo anónimo.

A nadie le importaba su pasado ni quién era, de dónde venía o adónde iría después. Sólo
existía el aquí y ahora. Y el hecho de que su cuerpo necesitaba una reparación.

Él era un caso, un número. Nada era real. Y eso incluía su matrimonio con Sakura, que terminaría el día en que saliera de allí. Entonces se separarían sin lamentaciones. Era sorprendente la cantidad de veces que tenía que
recordárselo.

Sakura parecía sincera. ¿Era todo una farsa?
—Cuento contigo para que actúes como colchón de Naruto —le dijo
Tsunade a Sakura— La mayoría de los pacientes se recuperan mejor cuando tienen familia, y por eso siempre tratamos de animar a la familia a participar.

—Me encantaría ayudar, sólo necesito que me digas cómo —contestó
Sakura.
—Estupendo —sonrió Tsunade, volviéndose hacia Naruto—Te enseñaré tu habitación.

Atravesaron una serie de puertas que separaban el vestíbulo de las habitaciones y caminaron por un largo y ancho pasillo lleno de gente en silla de ruedas, muletas y andadores.
Tsunade iba delante, señalando cada lugar:

—Ahí está la piscina cubierta, la sala de hidromasaje, la sala de recreo con televisión gigante... y piano.
Naruto trató de no quedarse atrás, pero tropezó por segunda vez con otra silla de ruedas.
—No importa, tranquilo —dijo Tsunade—Con la práctica, aprenderás
a maniobrar por sitios estrechos.

Los pasillos eran eternos, jamás encontraría la salida de aquel lugar. No quería aprender a manejar la silla de ruedas, quería andar. Sakura guardaba
silencio. Naruto se preguntó qué estaría pensando.

Se lo preguntaba muchas veces. Demasiadas. Mejor olvidarla. Imposible. Aquel día llevaba el cabello recogido. Le gustaba más cuando lo llevaba
suelto. Pero estaba elegante. Unos cuantos rizos adornaban su nuca.

Su piel de melocotón parecía suave y sedosa. Y seguro que toda ella lo era. Naruto apretó
los puños. Tenía las manos ásperas y callosas de trabajar. No, en él no había nada suave ni sedoso.

De pronto giraron y entraron en una habitación. Su habitación. De momento. Nauto se había pasado casi toda la vida viviendo en habitaciones temporales. En ninguna de ellas había nada suyo, nada personal. Antes de la Navidad se había comprado unos acres de tierra con el dinero que llevaba ahorrando toda la vida.

El terreno constaba además de un granero abandonado y una vieja casa de piedra en mal estado. La idea de arreglar y salvar el lugar le había resultado
atractiva. Entre otras cosas, el tejado tenía goteras. Seguramente a esas alturas sería sólo una caverna.

—Espero que estés cómodo aquí —dijo Tsunade, deteniendo su silla en medio de la habitación.

Era una habitación grande, cuadrada, con altas ventanas que daban al sur y que cubrían toda una pared. Las vistas eran buenas. Naruto permaneció en
silencio.

—Es una habitación preciosa, ¿verdad, Naruto? —comentó Sakura.
Ella siempre veía el lado positivo de la vida. Naruto miró a su alrededor. Bueno, era más grande que la habitación del hospital.

Tenía baño y vestidor. Pero seguía siendo una institución. Cuatro
paredes, un techo, y una salida.

Naruto dejó la planta junto al ventanal. Al menos no tenía barrotes.
—Bueno, no está mal —dijo él.

Ante su falta de entusiasmo, Sakura se desilusionó visiblemente. ¿Qué esperaba de él? No podía fingir una emoción que no sentía.

—Bueno, creo que ya has tenido suficientes emociones por hoy —dijo Tsunade—. Nos vemos mañana, Naruto.
El rubio se sintió aliviado.

—Sakura, ¿podrías venir conmigo a rellenar los formularios de admisión de tu marido? —añadió Tsunade.
Tras llevarse a Sakura, el alivio fue aún mayor.

A veces la echaba de menos, pero en otras ocasiones su presencia
constante le suponía un problema. Un pobre podía mirar a una princesa, pero a veces deseaba hacer algo más que mirar. Quería tocar y ser tocado. Tras firmar el formulario de admisión, Sakura aprovechó para hablar con Tsunade.

—Lo siento, no es que Naruto no tenga intención de cooperar, es sólo que le cuesta adaptarse.

—Por favor, no te disculpes —rogó Tsunade— Su actitud es típica. Lo está pasando mal. Probablemente tendrá altibajos hasta que se acostumbre, es
normal. Y seguramente tocará fondo antes de mejorar.

—Esperaba mejores noticias —comentó Sakura, desilusionada.
—La medicina no puede hacer nada más. Y ahí es donde entras tú. La mejor manera de ayudarlo es animándolo a que no desfallezca a pesar de las dificultades.
—Naruto jamás me escucha —rió Sakura.

—Lo hará si eres firme. Sé que es pedir mucho, pero te necesita —contestó la fisioterapeuta, sonriendo—Se pondrá de mal humor, y teniendo
en cuenta que eres su esposa y están siempre juntos, eso te afectará. Será difícil. Te aconsejo que te busques un modo de aliviar el estrés.

—Si fuera tan fácil...
—No te olvides que nosotros estamos aquí para ayudarte a ti también —sonrió Tsunade—Los pacientes con familia se recuperan antes. Familia. Recuerdalo.

Pero Naruto no tenía familia.
—Haré lo que pueda.
¿Se lo permitiría Naruto? Y aunque se lo permitiera, ¿no sería ir
demasiado lejos? No habría vuelta atrás, no habría una red de seguridad para amortiguar su caída.

Naruto se lo exigiría todo. Y entonces quedaría clara la
cruda realidad: que después él, probablemente, no la amaría. Sin embargo en ese momento ése no era el mayor de sus problemas.

Lo que realmente preocupaba a Sakura era que Naruto no llegara a
recuperarse del todo. En ese caso tendría que aprender a vivir con una incapacidad.

Por eso la rehabilitación era crucial. La gente aprendía a vivir vidas satisfactorias en sillas de ruedas. Tenía la prueba ahí mismo.

Y si eso ocurría, Naruto tendría que acomodarse. Mientras tanto, Sakura no cejaría. No permitiría que Naruto aflojara el paso o se rindiera sólo porque el desafío era demasiado grande.

Tras hablar con Tsumade, Sakura volvió a la habitación de Naruto. Él estaba
sentado junto a la ventana, contemplando el paisaje blanco.

Nevaba con fuerza, pero quizá él ni siquiera se diera cuenta. Su mirada era distante. Sakura
se preguntó en qué pensaría. Y qué sentiría. A veces creía ser invisible para él.

—Necesitarás ropa para salir, debería hacer una lista —comentó Sakura,
tratando de entablar una conversación y devolverlo al mundo.

Él musitó algo ininteligible. Ella sacó sus cosas de la bolsa y las guardó en el armario.
—¿Se te ocurre qué puedes necesitar? —preguntó ella.
—¡No necesito nada! —exclamó él de mal humor, girando la silla hacia ella.

—Seguro que necesitas algo.
—Calcetines, calcetines me vendrían bien.
—¿Por qué estás de tan mal humor?
—No lo estoy.

—Creo que preferirías estar solo —suspiró ella con frustración—Debería marcharme antes de que uno de los dos diga algo de lo que luego se
arrepienta.
—Buena idea —sonrió Naruto.

Sakura agarró su abrigo y se marchó sin pronunciar una palabra más. Al salir vio un cartel que decía: Bienvenidos a Rehabilitación.

Finjiendo ~NaruSaku ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora