Veintiuno

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—Naruto, eso ha estado maravilloso.
—Lo has hecho muy bien —lo felicitó Tsunade.
Naruto suspiró frustrado, poco convencido.

—¿Puedo volver ya a mi habitación?
—Claro —contestó Tsunade— Dentro de una hora se celebra un bingo en la sala de recreo. Te conviene distraerte y conocer a otros pacientes.

—No —negó Naruto.
Aún no estaba preparado para enfrentarse a la realidad. ¿Y si él no era
diferente del resto de pacientes, todos inválidos, tratando de recuperarse?
—Suena divertido —comentó Sakura.

—Pues ve tú —dijo Naruto, ocultando su miedo tras el mal humor— Yo ya he tenido bastante.
Sakura parecía dolida.
—¡Demonios! —juró Naruto, apretando los labios para no gritar,
compadeciéndose de sí mismo— Escucha, lo siento.

Sentía estar allí, sentía haberla arrastrado a ella allí, lamentaba toda la
situación. Pero, sobre todo, se compadecía de sí mismo.
—No importa —dijo Sakura.
Pero Naruto sabía que sí importaba.

—Naruto, lo comprendo —dijo Tsunade sin hacer caso— debes estar
cansado. Es tu primera sesión, es mucho para un solo día. Mañana todo te parecerá más sencillo.
No estaba cansado, pero la excusa era perfecta.

—Gracias, eh...
—Tsunade —le recordó ella su nombre—Mañana comenzaremos
levantando la pierna izquierda.
Sakura no dijo nada de vuelta a la habitación. Al llegar, el paciente de la
habitación de enfrente los saludó con una sonrisa.

—Hola, me llamo Konohamaru. ¿Son nuevos aquí?
Era un adolescente, iba en silla de ruedas.
—Sí, ¿y tú? —contestó Naruto.

—Yo llevo aquí unas semanas.
—Vaya...
—Te acostumbras —añadió Konohamaru, encogiéndose de hombros—Podría
ser peor.

¿Peor? Naruto no quería estar allí. No quería hacer amigos. Tenía una habitación para él solo, el dinero lo compraba todo. Sakura pagaba las facturas y, como siempre, eso lo hería en su orgullo. Lo menos que podía hacer era
mostrarse agradecido.

—Deberías irte a casa —comentó Naruto.
—Me gustan los cambios de rutina —contestó Sakura, deteniendo la silla de ruedas bruscamente.

—Esto está durando más de lo que ninguno de los dos creía. No te sientas obligada a permanecer a mi lado.

—Acabo de registrarme como voluntaria para colaborar en tareas
comunitarias —dijo Sakura.

Más buenas obras. Él encabezaba la lista. Pero él quería algo más que lástima de Sakura. No resultaba agradable darse cuenta.

—¿Necesitas algo más? —preguntó Sakura.
A ella. Pero no podía decírselo.
—No se me ocurre nada.
—En ese caso, hasta mañana.

Al pasar por su lado, Naruto tomó su mano.
—Eh, ¿adónde vas?
—¿Te importa? —preguntó ella, tratando de soltarse sin mirarlo.
Naruto no la soltó. Se había dado cuenta de que cada vez que la hería, al final él siempre salía perdiendo.

Acarició el anillo, preguntándose qué haría si su matrimonio fuera real. Abrazarla y besarla hasta hacerla perder el sentido. Todo él lo ansiaba.

—Sí, me importa —dijo él, arrepintiéndose de sus palabras anteriores—Supongo que sigues enfadada por lo que he dicho antes delante de la fisioterapeuta.

—Se llama Tsunade —contestó Sakura acaloradamente—y sólo está tratando de ayudarte. Igual que yo.

Pero, entonces, ¿por qué se sentía como si sobre él pendiera una amenaza, como si el mundo entero lo atacara?
—Está bien, ya te he dicho que lo siento. Soy un desgraciado por no
apreciar lo que estás haciendo por mí, pero es que este lugar...

—Sé que es difícil, pero yo no soy tu enemigo. Sólo quiero ser tu
amiga. ¿Tan difícil te parece? Porque si es así, dímelo y me voy —dijo Sakura.

Sakura contenía el aliento, era evidente. Y él. Habría sido muy fácil, bastaba una palabra. Pero era incapaz de decirle que se marchara. Aunque tampoco podía rogarle que se quedara. Naruto soltó su mano con indiferencia y dijo:
—Haz lo que quieras.

—En ese caso voy a apuntarme a ese juego de bingo que ha
mencionado Tsunade —contestó Sakura— Será divertido. Puedes venir conmigo si quieres.

Divertido. Sakura debía estar de guasa. Pero no lo estaba. Ante tan directo desafío, Naruto alzó las cejas, admirado. Estaba
deshecho. Quería meterse en la cama con ella, pero sospechaba que eso no habría sido bueno para ninguno de los dos... por mucho que hubiera podido arreglárselas para seducirla.

¿Por qué Sakura no lo dejaba en paz? Porque era Sakura, una mujer muy complicada. Por fin Naruto soltó una carcajada y cedió,
reconociendo que la chica tenía agallas.

—Está bien, tú ganas. Juguemos al bingo.
—Quizá ganemos los dos —dijo ella.
Y quizá ocurriera un milagro.

Finjiendo ~NaruSaku ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora