Trenta Y Cinco

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—Comprendo —contestó Lee.
—¿Es un problema? —preguntó Naruto, sabiendo lo unidos que estaban los dos primos.
—No —suspiró Lee — Después de todo los dos sois adultos, personas
civilizadas.

Poco después Naruto salió del despacho de Lee y se encontró a Sakura y a Neji. Naruto no se sentía precisamente como una persona civilizada. De hecho
hubiera querido matar a Neji. Sakura sonreía, pero al verlo se puso seria. Se saludaron fríamente. Neji, en cambio, estaba de buen humor.

—Tienes buen aspecto, Naruto. Mucho mejor que la última vez que te vi —saludó Neji.
—Sí, me han cuidado bien.
—Cierto, las enfermeras del hospital eran estupendas —comentó Sakura, ruborizándose.

—Bueno, me voy a trabajar —repuso Neji.
—Sí, yo también tengo que ir a trabajar—dijo Sakura observando a Neji marcharse.
—Y yo tengo que marcharme —añadió Naruto.

Pero ninguno de los dos se movió. Naruto la contempló con voracidad, como un hombre sediento.
—¿Qué tal va todo?

—Lee y yo estamos pensando en montar un negocio con unos
camiones. Aún tengo que pensar los detalles, pero la cosa va bien —contestó Naruto.

—Estupendo.
—Si sale bien...
—Mmm...
Naruto no sabía qué más decir. Para su alivio, TenTen apareció.

—Sakura, me alegro de que hayas vuelto. Esperaba que llevaras a Naruto a su casa, yo estoy un poco mareada.

—No hace falta, puedo pedírselo a alguien... —dijo Naruto.
—No sé si Lee me necesita... —objetó Sakura.

—Tranquila, ya estoy yo aquí —repuso TenTen— Naruto, no discutas.
Necesitas que alguien te lleve a casa, y Sakura está libre.

La trampa era evidente. Naruto se encontró a solas con Sakura Hablaron del tiempo. Estaban tensos. Al llegar a casa, Naruto se quedó mirando la montaña en la que había estado a punto de perder la vida.

Había llegado el momento de enfrentarse a ella.
—¿Te importa seguir y parar allí delante? —pidió Naruto.

—¿Dónde?, ¿Aquí? —preguntó Sakura sorprendida.
—Allí, junto a la pila de leña.

Sakura detuvo el coche y Naruto salió, apoyándose en las muletas. Luego
comenzó a subir por la pendiente. Había un sendero difícil de seguir, pero Naruto no se rindió.

Tenía que hacerlo. Sakura lo siguió en silencio. A pesar de la distancia que los separaba, Naruto sabía que ella estaba preocupada. En cierto modo hubiera preferido que ella no estuviera allí, pero por otro lado se alegraba.

Los árboles se alzaban por encima de su cabeza, haciéndole sentirse
pequeño. Se alegraba de seguir vivo. Naruto respiró hondo la fragancia a pino.
Lentamente, consiguió subir la mitad del camino. No podía arriesgarse a subir más, era demasiado peligroso. Y así bastaba.

—No te esfuerces más, Naruto.
—¡Haré lo que quiera! —contestó él.
Le dolía la pierna. Naruto se sentó sobre un tronco.
—Yo sólo quería...

—Tú siempre quieres mi bien, Sakura —la interrumpió él— Pero eso no basta. Ya he visto lo que quería ver, vámonos —añadió Naruto, poniéndose en
pie bruscamente.

—¿Es que no podemos hablar?
—No hay nada que decir —negó él.
—¿Por qué no podemos ser amigos?
—Porque no funcionaría. Lo has conseguido, te necesito. Me has enseñado a depender de ti, pero eso no significa que no pueda volver a aprender a prescindir de ti.

—No es tan sencillo —repuso Sakura, sonriendo.
—Lo es.
—¿No crees que lo he intentado?

—¡Demonios! —juró Naruto, dándose la vuelta y marchándose.
Minutos después Sakura lo siguió. Las lágrimas le impedían ver el camino. Trató de reprimirlas, negándose a que Naruto la viera llorar.

Cuando finalmente llegó al coche, él se había sentado y la esperaba con una expresión seria. No volvieron a hablar. Después de ese día, Sakura dejó de ir al aserradero. Prefería llevarse el trabajo a casa.

Nafuto, en cambio, fue al aserradero todos los días. La risa de Sakura parecía resonar en el viejo edificio cada vez que entraba. La echaba de menos, pero jamás lo admitiría ante nadie.

Gran habría sacudido la cabeza y lo habría llamado cobarde. Sakura vivía en la vieja casa familiar. Se entretenía
reparándola, y así, por otro lado, evitaba ir al pueblo y ver a Naruto. TenTen fue a verla.

—Te hemos echado de menos en el aserradero.
—Lo siento, he estado ocupada. ¿Quieres un té?

—Sí, estupendo —contestó TenTen —Naruto es una persona muy especial, pero creo que tú eso ya lo sabes. Parece muy duro, pero en el fondo no lo es
tanto.
—¿Te parece?

—Ha tenido una vida muy dura, eso lo ha hecho como es. Con lo
bueno, y lo malo. Era muy pequeño cuando perdió a su abuela, tuvo que aprender a ocultar sus sentimientos para sobrevivir. Para él, es lo normal. No cree en el amor porque jamás lo ha tenido. Y cuando no crees en algo, no
puedes confiar en ese algo. Es así de sencillo.

—Yo lo admiro y lo respeto por la forma en que ha sabido sobreponerse a su pasado pero, ¿cómo puedo llegar hasta él? —dijo Sakura.
—Antes de nada, debes estar segura de que lo amas.

—Hacen falta dos para que el amor funcione —contestó Sakura
señalando el cactus de la ventana y cambiando de tema— Quizá tú puedas
ayudarme. Se suponía que ésta planta tenía que florecer. La he regado y
cuidado. Le salieron unos cuantos capullos, pero nada. ¿Qué crees que he hecho mal?

—Algunos cactus florecen de noche cuando nadie los mira, te lo habrás perdido —contestó TenTen.
¿Qué más cosas se había perdido? Se preguntó Sakura.

¿Había malinterpretado a Naruto Uzumaku? ¿Y si él la había echado de su lado justo cuando más quería que se quedara?
¿Dónde había cometido el error?

No decirle la verdad a Naruto era como desconfiar de su fortaleza y su valor. De su coraje, de su resistencia. ¿Había creído que Naruto Uzumaki era débil? Sin duda había traicionado su confianza y, por eso, él no podía perdonarla.

Finjiendo ~NaruSaku ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora