Cuarenta

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Durante meses ella se había entregado a él, y él sólo había recibido. La noche anterior había vuelto a recibir, reservándose la parte más importante de
sí mismo para sí.

Naruto se maldijo en silencio por haber tratado tan fríamente a Sakura esa mañana. Pero, ¿cómo explicarle lo que ni siquiera él entendía? ¿Y si ella
sentía algo más que lástima por él, y si lo amaba?, ¿tan arriesgado era admitir cuánto la necesitaba?

La idea de vivir sin ella se le antojaba imposible. ¿A quién pretendía engañar? Quería a Naruto. El rubio alzó la vista hacia la montaña y recordó que se había jurado hacer las cosas de otro modo si se le concedía otra oportunidad. Al oír la puerta del porche volvió la cabeza. Ahí estaba Sakura, tan triste,
tan insegura... tan encantadora. Su Sakura.

Aquélla era la despedida. Sólo de pensarlo se le partía el corazón. Sakura le tendió una taza de café. Un sol sorprendentemente cálido la cegaba.
—He hecho café, pensé que te apetecería.

—Gracias —dijo él, tomando la taza y dejándola sobre la barandilla—
Sakura, tenemos que hablar.
Otra vez. Arrepentimientos, excusas, otro nuevo rechazo.

—Sí, ya lo sé —contestó ella, encogiéndose de hombros.
Los ojos de Naruto eran de un celeste intenso. No podía mirarlo a la cara
mientras él comenzaba a hablar, así que desvió la vista hacia el granero. No sabía qué hacer. Quizá volviera a la ciudad, quizá hiciera un crucero.

Eso le gustaría a su madre. Naruto seguía hablando en voz baja, tenso. Trataba de no escuchar sus excusas, sus dardos envenenados, pero sus
palabras la penetraron.

—Lo de anoche fue un error.
Sí, eso ya lo había dicho antes. ¿Cuántas veces pensaba repetirlo?
—Sí —suspiró Sakura
—Tenemos que tomar una decisión.
—No sé a qué te refieres —dijo ella.
—Podrías estar embarazada.

—No lo creo —contestó ella, ruborizándose.
—Pero no puedes estar segura —señaló Naruto, frunciendo el ceño— No podemos arriesgarnos, tenemos que casarnos. Hemos compartido la cama, hemos hecho el amor. Lee es amigo mío, jamás podría volver a mirarlo a la cara.

¿Le estaba proponiendo matrimonio? ¿Por lealtad a Lee? De no haber sido tan serio el asunto, Sakura se habría echado a reír. Pero
de lo que sentía deseos era de llorar. No podía creer lo que estaba oyendo.

Porque las palabras que Naruto no decía eran precisamente las más importantes.
—¿Y qué hay del amor? —preguntó Sakura.
Naruto esbozó una expresión de incomodidad. Evidentemente no tenía
intención de permitirse a sí mismo amarla.

—Bueno, ¿qué pasa con el amor?
Tal y como Sakura se figuraba, Naruto basaba su proposición en un erróneo sentido del honor. Jugaba sin arriesgarse, protegiendo su corazón y utilizando
un posible embarazo como excusa.

Y por tentada que estuviera de aceptar, Sakura no podía fingir que la indiferencia de Naruto un día se tornaría en amor. Sakura comprendía la actitud de Naruto mejor que él mismo, así que volvió
a ayudarlo una vez más.

Se inclinó sobre él, lo abrazó por la cintura y lo besó en la boca, diciendo.
—Gracias por la oferta, pero no puedo aceptarla.

A pesar de la ternura de Sakura, Naruto comenzó a preocuparse. ¿Por qué aquello sonaba a despedida? Sakura se apartó lentamente de él, quedando fuera de su alcance y añadiendo:

—Además, no tienes ninguna obligación de casarte conmigo, Naruto, porque, ¿sabes?... no es necesario.

Ella lo rechazaba. Naruto se puso tenso.
—Yo creo que sí lo es.
—No —sacudió Sakura la cabeza.
—¿Por qué no? —preguntó él, tragándose la decepción.

Así que desde el principio tenía razón, Sakura no lo amaba. Menos mal que no se había derrumbado del todo, que no había cometido el estúpido error de confesarle su amor.

De pronto Naruto cayó en la cuenta. Quizá fuera ése su error. ¿Y si decía
las palabras en voz alta? ¿Y si era cierto? ¿Y si amaba a Sakura? Porque, ¿qué sabía él del amor? Nada. Sakura respiró hondo y dijo con el rostro ruborizado:

—Anoche no me preguntaste si era virgen.
—Supuse que Neji y tú...
—Pues no —negó ella, interrumpiéndolo bruscamente—. ¿Sabes? Me pasé años esperando a Neji, y luego descubrí que no era el hombre adecuado.

—Sakura...
Naruto contuvo el aliento, esperando a que ella lo dijera otra vez. Al mismo tiempo, sin embargo, no quería oírlo. Porque si Sakura le decía que lo quería una vez más, se vería obligado a hacer algo.

—Neji me gusta, pero él no es tú —añadió Sakura en voz baja—. Te
quiero, Naruto. Es una lástima que jamás vayas a descubrir cuánto, porque anoche...
—¿Qué pasa con lo de anoche? — preguntó Naruto, preparándose para lo peor.

—Que tú te quedaste dormido por culpa de la medicación. No hicimos
el amor. Así que, ya ves... es imposible que esté embarazada. No hay
necesidad de ningún gran gesto por tu parte. Eres libre. No tienes que casarte conmigo.

El corazón de Naruto se quedó helado.
—Lamento que todo tenga que terminar así. El accidente nos unió, pero eso no significa que yo pueda vivir en tu mundo —dijo Naruto.

—Yo no pertenezco tampoco a ese mundo que tú dices —contestó
Sakura — Mi sitio está contigo, es el único lugar en el que quiero vivir.
Lamento que tú no me aceptes.

—Eres una mujer muy tenaz —sonrió él con admiración.
—No sé qué quieres decir.
Naruto luchó por encontrar una respuesta que pudiera satisfacerla. Tras tantos malentendidos y tantos comienzos en falso, tenía que encontrar las
palabras correctas.

Palabras que jamás había dicho a nadie. Sin ellas, Sakura se marcharía. Y ésa era la despedida final. Naruto sabía perfectamente el lugar que quería que ocupara Sakura. En su cama, en su casa, en su corazón. Ella llenaba
el vacío. Sólo necesitaba convencerla.

Todo dependía de él. Bien, mejor rendirse con una sonrisa que sufrir el resto de su vida. Tenía que enfrentarse a ello. Sakura lo significaba todo para él. Ella era su futuro, la única razón por la que había luchado por recuperarse.

¿Y qué podía ofrecerle un hombre como él a una mujer como Sakura Haruno? Nada. Sólo él mismo. ¿Bastaría?

Tendría que bastar, porque no iba a dejarla marchar. Resuelto, Naruto respiró hondo y se acercó a ella paso a paso. Como si estuviera aprendiendo a
andar. Y quizá fuera así.

—Jamás te rindes, ¿verdad?
—Te equivocas —rió ella, trémula — Me voy. Vuelvo a la.ciudad. En
cuanto haga la maleta y...
—No, no vuelves a la ciudad —negó Naruto, soltando las muletas y
alargando los brazos para estrecharla.

Sólo había un modo de hacerla callar: besarla. El tiempo giró y giró como un torbellino.
—Creo que deberíamos dejar de fingir y casarnos por la misma razón
que se casa todo el mundo —dijo él.

—¿Qué razón?
—Te quiero.
—¿Y cómo puedo creerte y no pensar que lo haces por Lee o por lo
que diga la gente o por...?

—Esto es real, Sakura. Quiero estar para siempre contigo, quiero que te acuestes y te levantes a mi lado cada día durante el resto de nuestras vidas.
—¿Seguro? —insistió Sakura, frunciendo el ceño.
—Seguro.

Naruto la estrechó con fuerza y se apoyó en la barandilla. Esperaba que ella no se lo pusiera más difícil, porque le costaba mantener el equilibrio.
¿Sería el destino amable con ellos tras toda una vida de pruebas y
desilusiones?

—Sakura, tú eres el único amor de mi vida¿Quieres casarte conmigo?
—En ese caso la respuesta es sí —contestó ella con un sol radiante en los ojos y un frágil sueño en el corazón.

No había muchas segundas oportunidades en la vida, pero Naruto había tenido la suya.
—Jamás comprenderé por qué fuiste a esa montaña a buscarme y te subiste a ese helicóptero.

—Eso fue lo más fácil —susurró ella— Seguí los dictados de mi
corazón.

Finjiendo ~NaruSaku ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora