Veinte

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Llamó al servicio de habitaciones y pidió la cena. No tenía ganas de
bajar al restaurante, donde todo el mundo cenaba en compañía. Por difícil que le resultara estar todo el día con Naruto, tampoco sabía qué hacer cuando no
estaba con él. Se sentía como perdida.

Sakura sacó la lana y comenzó a leer las instrucciones, pero enseguida se hizo un lío. Tejer se le daba realmente mal, y el estado de sus nervios tampoco era el mejor. Tras media hora intentándolo, por fin lo dejó a un lado.

Después de la cena volvió a intentarlo. Necesitaba desesperadamente
algo con qué entretenerse. Algo que no fuera la sonrisa hechicera ni los
dolidos ojos celestes de Naruto.

—Buenos días, espero que hayas dormido bien —saludó Sakura al día
siguiente.
—Regular.
No iba a contarle a Sakura sus pesadillas. Se enfrentaría a ellas solo,
como a todo lo demás.

Juntos fueron al gimnasio donde se realizaban los ejercicios de rehabilitación. Era una sala grande de altos techos y luz fluorescente. Naruto sabía que acabaría detestando ese lugar, lo supo nada más atravesar el umbral
empujado en la silla por Sakura.

Todo allí le atacaba los nervios. Parecía un gimnasio como otro cualquiera, pero no lo era. Porque todos los clientes eran discapacitados. Jóvenes y viejos, todos estaban juntos. Todos tratando de superarse, incluido Naruto.

Sakura lo empujó por el gimnasio. Él no era como el resto de pacientes,
él saldría de allí caminando.
—¡Qué gimnasio tan bonito, es tan luminoso y alegre! —exclamó Sakura con su habitual punto de vista positivo—. ¿No te parece, Naruto?
—Sí.

Un paciente hacía ejercicios con la barbilla. El fisioterapeuta lo animaba a seguir.
—Vamos, un poco más. Otros cinco más. Unas cuantas personas miraban y lo animaban. Tsunade no perdió el tiempo con cortesías, fue directa al grano.

—Hoy vamos a empezar con una sesión suave, unos cuantos minutos en las barras.
—Bien —mintió Naruto.

Jamás demostraba que tenía miedo. Se sentía extraño con la ropa que le había comprado Sakura. Le debía ya demasiado. Su deuda cada vez era mayor.

—Los aparatos son de primera calidad —continuó Tsunade
alegremente,asignándole una colchoneta—. Éste va a ser tu lugar de trabajo, así que aprovéchalo bien. El primer paso para recuperarte es aceptar tu estado. Sé que es difícil, pero no está todo perdido. Cuando una puerta se cierra, otra
se abre.

Naruto no lo creyó ni por un instante.
—Si todo va bien, ¿cuánto tardaré en salir de aquí? —preguntó Naruto.
Tsunade sonrió con paciencia, como si estuviera acostumbrada a oír esa pregunta.

—Harás los ejercicios completos en muy poco tiempo, y aunque a veces te parezca que no avanzas, cada paso te acercará más a la meta.
—¿Cuándo? —volvió a repetir Naruto.
—Bueno, eso depende de ti.

Naruto apartó la vista. Quería que alguien le respondiera. Pero nadie debía saber la respuesta o, si la sabían, no querían decírsela. Tsunade no se rindió:
—Bien, para empezar, vas a ponerte en pie.
—Eso es muy fácil de decir —contestó Naruto.

—¿Es imprescindible comenzar hoy? —preguntó Naruto, acudiendo en su rescate.

—La silla de ruedas te resulta útil por ahora, pero tendrás más
movilidad cuando uses el andador y luego las muletas. Y, para eso, hay que empezar por las barras.

—¿Te das cuenta de que no siento nada en la pierna izquierda? —dijo Naruto.
Por fin lo había dicho.
—Sí, me doy cuenta, pero aun así tienes que ponerte en pie.

Una vez que se le acabaron las excusas, Tsunade lo condujo a las barras.
—Entre los brazos y la pierna buena puedes sostenerte —añadió
Tsunade.

Así que tenía una pierna buena y otra mala. Tsunade le dio unas cuantas instrucciones y lo dejó con un ayudante. Naruto se quedó mirando las barras. Parecían no acabar nunca. Sólo había un modo de salir de ese lugar. Tenía que
conseguir andar.

Sencillamente, poniendo un pie delante del otro y aprendiendo de nuevo a caminar. Era el desafío mayor de su vida. Sakura estaba allí, apoyándolo. Había hecho tanto por él, que no podía fallarle.
Naruto apoyó el peso de su cuerpo en la barra, dio un pequeño paso y
arrastró la pierna herida.

Se tambaleó, se apoyó en las barras y se aferró a ellas hasta que recuperó el equilibrio. Finalmente llegó al final y se dejó caer en la silla de ruedas. Sakura se arrodilló a su lado, tendiéndole una toalla para limpiarse el
sudor.

Finjiendo ~NaruSaku ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora