Tres

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Sin embargo no pudo articular palabra. ¿Por qué tenía que ponerse tan pesada en ese momento? Ella se inclinó hacia delante, su aliento le rozó la cara.

—Por favor, no te muevas. Estás a salvo.
—¿A salvo? —repitió él, confuso.
¿Cómo podía estar a salvo cuando estaba herido y medio congelado, con la pierna destrozada y el cielo negro cayendo sobre él?

Quizá aquello fuera una pesadilla, quizá se despertara enseguida...
—Lee está aquí conmigo, ha pedido ayuda —continuó Sakura—Debe
estar de camino. Un poco más, y te habrías congelado. ¿Dónde te duele?

Naruto observó aquel suave rostro hipnotizado. Trató de levantar la cabeza, pero la dejó caer al notar que se mareaba. Y se concentró en la voz.

—Estoy todo entumecido, pero creo que me he roto el brazo —contestó Naruto, tragando—Y tengo la pierna izquierda muy mal, lo sé.

—Tranquilo, la ayuda está de camino.
Naruto sacudió la cabeza. No tenía a nadie a quien recurrir... excepto Sakura. Y ella ni siquiera era su amiga. Era la historia de su vida.

Se había sentido traicionado demasiadas veces como para confiar en nadie, y Sakura
no iba a ser una excepción. Sin embargo no le quedaba alternativa, tenía que
confiar en ella.

—No puedo mover la pierna, la tengo atrapada bajo el metal. Ya no la
siento —añadió Naruto, mirándola a los ojos y haciendo un esfuerzo por seguir hablando— Debo tenerla fatal. No dejes que me la amputen.
—¡Naruto, no...! —rogó Sakura, atónita y con los ojos muy abiertos—. No
puedes saber si está tan mal.
—Lo sé —aseguró él, serio, recordando el aterrador instante en que el metal le había desgarrado la carne y el hueso—. ¿Me lo prometes?

Ella asintió en silencio.
—¡Hace tanto frío! —se estremeció él.
Para sorpresa de Naruto, Sakura se quitó el abrigo de lana y se lo echó por
los hombros.

—¿Y tú? —preguntó él.
La amabilidad siempre tenía un precio.
—No importa, llevo un jersey gordo —contestó ella, poniendo la mano
enguantada sobre su cabeza para darle calor.

Naruto sintió su calor femenino reconfortarlo. Temía confiar en ella y en su acto de caridad, así que cerró los ojos para no verla.

—¡Naruto! —gritó Sakura, consciente del peligro de hipotermia—, ¡no puedes dormirte! Lee ha organizado un equipo de rescate para que venga a levantar el vehículo. Neji ha llamado por teléfono para que venga un helicóptero a sacarte de aquí y llevarte a un hospital.

Sakura siguió hablando. Decía todo lo que se le ocurría para mantenerlo despierto.
—Naruto, ¿tienes familia?, ¿quieres que llame a alguien?

Él abrió los ojos, sorprendiéndola con su celeste. Podía ver el intenso dolor reflejado en sus pupilas. Naruto parecía muy vulnerable.

—No, no tengo a nadie.
—Tiene que haber alguien —dijo ella.
—Éramos sólo Naruko y yo, y ella murió.

—Lo siento.
—¿Por qué? —preguntó Naruto, frunciendo el ceño.
—No lo sé, pero lo siento —suspiró ella.

Todo el mundo debía tener a alguien. Pero no podía decirlo en voz alta.  Por fin llegó el equipo de emergencia: el sheriff con un grupo de
leñadores, y la ambulancia local conducida por voluntarios entrenados.

Sakura se echó a un lado para dejarles paso. Tras un rápido vistazo, enseguida le pusieron la máscara de oxígeno a Naruto. Sakura se sentía impotente mientras los hombres trataban de liberar a Naruto.

Durante todo el proceso, Neji no paró de dar órdenes, creando orden en medio de aquel caos. Neji era un jóven fuerte, un joven en el que se podía confiar, y en medio de aquella emergencia estaba como en su salsa.

Finjiendo ~NaruSaku ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora