Veinticinco

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Decidido a evitar la tentación, Naruto le había advertido a Sakura que mantuviera las distancias. Para su desgracia, ella obedeció.

Sin embargo Sakura encontró otros modos de torturarlo. Se presentó voluntaria para ayudar a organizar un baile para los pacientes. Al principio la idea le había parecido una crueldad, pero Tsunade la sacó de su error:

—No hace falta tener plenos movimientos para disfrutar de la música y
moverse al ritmo. Tenemos una banda de música, una guitarra, un saxofón y una batería. Sólo nos falta alguien que toque el piano. ¿No sabrás tocar tú por
casualidad?

Sakura se compró un pantalón negro y una camisa blanca nuevas para la ocasión. Era ropa más femenina de lo que solía llevar, pero esperaba que a
Naruto le gustara.

Nada más verla, Naruto la contempló de arriba abajo, deteniéndose en las curvas.
—Estás preciosa —murmuró él, situándose junto al piano donde ella iba a tocar.

—¿Quieres que toque algo en particular? —preguntó Sakura.
—¿Qué sabes tocar?
—Lo que quieras.
—No creo que lo digas en serio —rió él.
—¿Y si lo digo en serio?

Durante unas cuantas horas la música invadió la sala de recreo. Casi
todo eran piezas clásicas. Los pacientes salieron a bailar con sus muletas y sus sillas de ruedas, pero Naruto no participó. Un hombre mayor sacó a Sakura a bailar, y ella aceptó.

Naruto la observó girar por la sala y deseó ser su pareja de baile. Se preguntaba qué sentiría abrazando a Sakura estrechamente,
moviéndose con ella como si fueran uno solo.

La idea dio paso a otras más excitantes. Sus cabellos, largos y rosados, debían tener un tacto de seda. Se los
imaginaba contra la almohada. Su tez era pálida, sus pómulos del color del melocotón. Se ruborizaba con facilidad.

¿Cerraría los ojos si él la besaba larga y profundamente? ¿Se oscurecerían sus pupilas instantes antes de tocarla? ¿Respondería con pasión? Jamás lo sabría. La música cesó.

Sakura volvió a sentarse al piano. Pero la velada había perdido todo su atractivo para Naruto. Y, como la mayor parte de los acontecimientos que tenían lugar en la unidad de rehabilitación, aquél terminó pronto.

Naruto estaba en la cama cuando Sakura volvió a su habitación después de ayudar a recoger y limpiar la sala de recreo. Las luces estaban apagadas. Una luna plateada se asomaba por el ventanal.

—Ah, lo siento —se disculpó ella,moviéndose sigilosamente—Espero
no haberte despertado. Me he dejado aquí mi abrigo.
—No estaba durmiendo.
—¿Te lo has pasado bien?
—Mmm

Naruto parecía tener pocas ganas de hablar, así que Sakura se puso el abrigo y se dirigió a la puerta.
—Bueno, entonces, buenas noches.

Pero la voluntad de hierro de Naruto se quebró. Él alcanzó su mano y la atrajo a su lado, jurando en silencio por no poder moverse. Quería abrazarla.
—¿No te olvidas de algo?
—No sé...

Sakura lo miró confusa pero enseguida descifró el sugerente mensaje de los ojos de Naruto. Se inclinó sobre él y puso las manos sobre sus hombros. Él bajó la vista a sus labios y la rodeó por la cintura con los brazos, atrayéndola hacia sí.

Naruto contempló sus ojos color verde oscurecerse hasta parecer grises sus pestañas descender como si le pesaran los párpados. Y entonces
la besó, sintiendo cómo ella abría los labios para amoldarlos a los suyos y dejaba escapar un suspiro.

Naruto capturó ese suspiro, profundizando en aquel pequeño gesto de posesión que sería el único que compartirían. Porque la fatalidad jamás permitiría que ella fuera suya. Y por eso mismo el beso fue
más dulce, porque era robado.

Naruto hizo caso omiso de todos sus miedos y abrió los labios para
saborearla larga y profundamente hasta quedarse sin aliento. Ella respiró hondo cuando él la soltó. Sus ojos se habían oscurecidos,
eran misteriosos, brillaban llenos de promesas.

Por breve e insatisfactorio que
fuera, tendrían que conformarse con ese beso. Entre ellos surgían chispas. Naruto sabía que sería así.
—Naruto, yo...
—No digas nada —la interrumpió él, sacudiendo la cabeza.

¿Qué había que decir? Él se había rendido a la tentación y la había
besado, pero lo lamentaba. Nada había cambiado. Aunque debilitado, el muro
que había construido para proteger su corazón seguía intacto.

Sakura apartó la vista, negándose a ver el rechazo en los ojos de Naruto, temerosa de esperar demasiado de él. Y trató de olvidar el romántico episodio
con la misma facilidad que él.

Pero la tensión se dejó notar al día siguiente. Los dos necesitaban un
cambio de escenario, así que Sakura propuso una solución:

—Hace una tarde preciosa, es una lástima estar encerrados. ¿Qué te parecería ir al parque a pasear?
—¡Pero si estamos bajo cero...!

El brillo de los ojos de Naruto, sin embargo, delataba su interés.
—Al sol se está bien, será divertido.

Más diversión. Igual que con el bingo, Sakura lo arrastró. Salieron al parque, que estaba todo cubierto de nieve.

Naruto había aprendido a manejar la silla de ruedas con habilidad, y sólo necesitó ayuda en
ciertos sitios difíciles donde había hielo.

Siguieron el sendero que rodeaba el lago. Sakura permaneció en silencio, concediéndole tiempo para contemplarlo
todo. Naruto respiraba el aire helado, sentía el sol en la cara.

Sencillamente, no había palabras para explicar su emoción. Naruto se preguntó cómo era posible que Sakura lo intuyera. Su resistencia a ella se iba desmoronando lentamente, igual que un muro que el tiempo erosiona hasta dejar de ser un obstáculo.

Como un adolescente enamorado, Naruto la contempló con devoción, bebiendo su cabello rosado, sus delicadas facciones, su elegante silueta. Se sentía vacío, hambriento de algo que jamás saborearía.

Ella caminaba a su lado con las manos en los bolsillos del abrigo, dejando que la brisa volara sus cabellos. Estaba preciosa. Era libre. Libre. Era sorprendente hasta qué punto había echado de menos el simple y
maravilloso hecho de ver las nubes pasar.

Naruto iba bien abrigado y tapado con una manta de lana, pero a pesar de
todo sentía frío y cierto malestar en las piernas. Debía ser buena señal. La vida le había enseñado a no creer en nada, pero se aferraba a la esperanza.

Un grupo de chicos llegó junto al lago helado dispuesto a jugar un
partido de hockey. Naruto sonrió al ver a un pequeño perro terrier meterse en medio con ganas de jugar.

Capturó la pelota sin dejar de ladrar, y los chicos lo persiguieron hasta acabar en un revoltijo de piernas, brazos, y palos de hockey. Naruto se echó a reír.

Sakura también sonreía. Estaba sentada en un banco, los ojos de ambos estaban al mismo nivel.

Finjiendo ~NaruSaku ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora