Treinta Y Tres

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—Hoy es un gran día —suspiró Sakura.
—Sí, según los médicos me recuperaré por completo en seis meses o un año —dijo él, poniéndose la chaqueta.

Naruto se sentó en la silla de ruedas sin ayuda. Usaba muletas, pero la
pierna se le cansaba con facilidad.
—Tu médico me ha dado instrucciones.Empezarás las sesiones de fisioterapia nada más volver a casa.

—Escucha, me voy a mi casa —respondió él—¿No crees que ya es hora de que nos dejemos de farsas? No necesitas fingir que eres mi devota esposa.

—Claro —dijo Sakura, apretando los puños.
Naruto echó un último vistazo a la habitación y salió, dejándola a ella
atrás. Sakura sintió que el corazón le pesaba. Miró a su alrededor y vio el cactus tirado en la papelera. Naruto lo había tirado.

Lo comprendía. No quería tener nada relacionado con ella.
Sakura rescató la planta y se preguntó si Naruto la perdonaría algún día. 

Naruto era un hombre apasionado, pero también orgulloso. Si la quería, con el tiempo la perdonaría. Admiraba su resistencia, su coraje. Le había hecho daño, y tenía que pagar las consecuencias.

Sakura se dirigió al vestíbulo. Naruto se estaba despidiendo. Hubo un momento tenso.
—No sé cómo darte las gracias —le dijo Naruto a Tsunade justo antes de
subir al taxi.

—Es fácil —rió Tsunade—Ponle mi nombre a tu primer hijo.
Hubo un largo silencio.
—Es un nombre precioso —sonrió Sakura. Naruto calló.
Tomaron un taxi al aeropuerto. Naruto frunció el ceño al ver que Sakura insistía en llevar el cactus en el avión. El vuelo transcurrió sin incidentes. Sakura fingió que dormía.

Aterrizaron en un pequeño aeropuerto a setenta y cinco kilómetros de Los Harunos, donde les esperaba un coche de alquiler. Sakura condujo la distancia restante.

Había nevado la noche anterior. Todo estaba blanco. Se acercaban a Los Harunos. La farsa había terminado. Sakura detuvo el coche.  Se quitó el anillo de Naruto y se lo tendió, diciendo:
—Creo que debería devolverte esto.

Por un breve instante, los ojos celestes de Naruto ardieron mientras la miraba a los ojos.
—Quiero que te lo quedes.
—Gracias, pero no puedo.

No podía descifrar la expresión de Naruto, que contemplaba el anillo en la palma de su mano. Después, tras encogerse de hombros, él apretó el puño y se guardó el anillo en el bolsillo.

Así que realmente todo había terminado. Sakura no se arrepentía. No necesitaba seguir fingiendo. A partir de ese momento cada uno seguiría su camino.

Habían estado unidos un tiempo, pero todo había terminado. Jamás la libertad le había parecido tan vacía. Tan solitaria.

No había nada más que decir. Faltaban sólo ocho kilómetros para llegar
a Los Harunos, que hicieron en silencio. Llegaron al centro del pueblo, en donde había unos cuantos edificios
oficiales y unas pocas tiendas.

Pasaron por el aserradero. Era mediodía, pero todo estaba muy tranquilo.
—Gira aquí —ordenó Naruto.
—¿Aquí? —preguntó Sakura, frenando sobresaltada.
—Mmm, mi casa está en esta calle, arriba.

Al llegar a la cima de la colina, Sakura frenó y suspiró. Un vistazo a la
casa de Naruto bastó para que se enamorara de ella. No era grande, no era más que una vieja casa de piedra. Tenía una veleta con un caballo de hierro negro que giraba al viento.

El porche necesitaba una mano de pintura. A unos cuantos metros había un establo rojo.
—Es preciosa —murmuró Sakura.
¿Sería posible que el solitario errante deseara por fin echar raíces en
aquel lugar?

—Bueno, es una casa vieja —contestó él con orgullo— Hace años que no vive nadie aquí. Cuando me mudé, tuve que repararla para hacerla habitable.
Naruto salió del coche sin ayuda. Sakura dio la vuelta y le tendió las
muletas.

—Cuidado con el hielo —advirtió ella.
—Tranquila, puedo arreglármelas.
Naruto observó el camino cubierto con una fina capa de hielo.

Esperaba poder hacerlo. Tenía sus dudas, pero se negaba a admitirlo. Por fin se libraría de Sakura Haruno, estaba deseándolo. Los dos volverían a ser quienes eran antes del accidente.

Estaba contento de volver a casa, aunque muy cansado del viaje.
Irónicamente, su casa estaba situada a la sombra de la montaña en la que casi había perdido la vida. Naruto sabía que algún día tendría que volver allí, pero aún era pronto.

Quizá fuera un cobarde, pero prefirió apartar la vista del lugar y contemplar en cambio su casa. Lo primero que notó fue que alguien había reparado el tejado. Luego la puerta principal se abrió y comenzó a salir gente.

Naruto se quedó atónito. No comprendía lo que pasaba... hasta que vio la enorme pancarta que
decía: «Bienvenido a casa, Naruto».

Lee y TenTen lo saludaron. Luego Reggie, un compañero de trabajo, junto con toda su familia y otros vecinos. Naruto tardó
en recuperarse de la sorpresa. La gente lo rodeaba, lo llevaba a casa.

Al entrar, Naruto notó que habían puesto una rampa para salvar los escalones del porche. Todos hablaban, así que no hacía falta que él dijera nada. Era una
suerte, porque tenía un nudo en la garganta.

Una vez dentro, Naruto se sentó y apoyó la pierna en una banqueta. Había comida y bebida. Naruto estaba sobrecogido de emoción. Sakura tampoco sabía nada de aquella fiesta de bienvenida.

Estaba encantada de volver a casa y ver a todo el mundo, de ver cómo
recibían a Naruto. Él ni siquiera sabía que tuviera tantos amigos. Según parecía, se había ganado el respeto de sus vecinos. No su lástima.

¿Era quizá demasiado tarde para que Naruto apreciara la diferencia?
Sakura reparó en el árbol de Navidad junto a la ventana. Estaban a finales de marzo. Si Naruto creía que podía parar el reloj y volver atrás en el tiempo,
fingiendo que no había ocurrido nada entre ellos, que lo intentara.

Ella no podía fingir. Lo amaba. De pronto, Sakura no pudo soportar estar en la misma habitación que él sin decírselo, sin demostrarle lo que sentía.

Su lugar estaba a su lado, pero él no la quería. Quizá la perdonara con el tiempo, pero aún era pronto. Por eso tenía que marcharse.

—¿Sabes? Estoy realmente cansada, así que si no te importa, me voy — le dijo Sakura a Lee.

—¿No vas a despedirte de Naruto? —preguntó su hermano, preocupado.

—No me echará de menos —negó Sakura, sacudiendo la cabeza—. No dejes que haga demasiados esfuerzos, ¿de acuerdo?

Naruto no la vio marcharse. Al cabo de un rato, miró a su alrededor y descubrió que Sakura se había ido. Así que todo había terminado. Jamás se había sentido tan vacío. 

¿Acaso había creído, en su enorme engreimiento, que Sakura iba a rogarle que la perdonara? Hubiera debido figurarse que Sakura no se rebajaría
hasta ese punto.

Finjiendo ~NaruSaku ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora