Quince

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Apenas había amanecido, pero el hospital bullía de actividad.
—Buenos días —saludó una enfermera a Naruto.
Naruto musitó algo. Estaba de mal humor. No había dormido bien. No
sabía por qué, pero estaba seguro de que no tenía nada que ver con el hecho de que Sakura se hubiera marchado.

Ino le dio el desayuno. Luego lo lavó y le cambió las sábanas. Eso
lo agotó, así que se durmió. Hacia mediodía, Ino lo despertó para darle una pastilla.

—Estás tomando suficientes líquidos, así que podemos quitarte la aguja intravenosa —comentó Ino— ¿Qué te parecería sentarte un rato?
—Estupendo.

Conseguir sentarse fue todo un desafío. Podía olvidarse de Sakura, de nuevo tomaba el control de su vida. Sólo que necesitó tres personas para hacerlo. Justo cuando estaba en el aire, Sakura entró en la habitación.

Naruto juró cuando al fin lo sentaron. Los camisones del hospital eran cortos para un hombre alto como él, y sólo se abrochaban con dos tiras de velcro. Se abrían por detrás, y se levantaban por delante.

Y por la forma de
ruborizarse de Sakura, estaba claro que la corriente de aire frío que había sentido no había sido producto de su imaginación. Naruto se puso colorado, agarró una sábana y se tapó.

—Sakura... —dijo Naruto, tosiendo.
Ni siquiera podía cambiar de posición en la silla. Sakura se inclinó y lo besó en la mejilla.
—Me alegro de verte sentado —dijo ella, reprimiendo la risa.
Sí, su aspecto debía ser ridículo. Ella seguía colorada.

—Sí, bueno, me gusta que los demás se rían de mí.
—Pues lo haces muy bien —rió ella.
—Bien, ¿y Neji?
—Ha vuelto a casa.
—Bien.

Sakura esperó a que él dijera algo más. Tardó un rato en comprender que no iba a hacer ningún otro comentario. Naruto había reducido la decisión que tanto le había costado tomar a una simple palabra.

Salura sonrió. Después de indagar en su alma, sentía que había hecho lo correcto. Se había despedido de Neji esa mañana. Aunque no de buen grado, y eso la ponía triste. Sentía algo por él, pero no amor. Y no era justo seguir fingiendo cuando jamás lo amaría.

No quería hacerle daño. Él merecía a una mujer que lo amara.
—Entonces todo ha terminado —había dicho él.
—¿No podemos seguir siendo amigos? —había preguntado Sakura.
—Claro, lo que tú digas.

Eso había sido todo. No había vuelta atrás. Se sentía sola, pero también libre. La enfermera seguía con Naruto, lo tapaba.

—Sakura, ¿te he presentado a Ino? —preguntó Naruto.
Así que ésa era Ino. Podría haber sido la hermana mayor de Naruto.

—Gracias por cuidar de Naruto.
—Es un placer —sonrió Ino—. Hacen una pareja encantadora.
—Gracias —sonrió Sakura, incómoda y ruborizada.

Una vez Naruto estuvo cómodamente sentado y tapado, Ino preguntó:
—¿Dónde quieres estar, junto a la ventana, o en la sala de ahí fuera?
—¿Y para qué quiero salir fuera? —preguntó Naruto, frunciendo el ceño.

—No te vendría mal cambiar de aires. Eso para empezar. Además, no has salido de esta habitación en una semana —comentó Ino.
—No tengo ganas de exponerme en público —dijo Naruto.

La mera idea de salir del santuario de su habitación le daba escalofríos. No quería que gente extraña le viera en su condición.
—Bien, entonces la ventana —dijo Ino— ¿Es siempre tan difícil?
—Siempre —suspiró Naruto.

Ino llevó el sillón a la ventana y se marchó. Le daba el sol en la cara. Le dolían las costillas, pero no se quejó. Se alegraba de ver a Sakura, se
alegraba de que hubiera decidido quedarse.

Sin embargo había algo que debía quedar claro.
—¿Y qué hay de Neji? Pensé que ibas a volver con él —comentó Naruto, fingiendo indiferencia.

—He decidido quedarme un poco más.
—¿Y Neji no tenía nada que decir?
—No le gustó —admitió Sakura.

—Pues lo siento.
—Esto no tiene nada que ver contigo —dijo ella—. Las cosas no iban bien entre él y yo. Ya era hora de ponerles fin, antes de que se complicaran
más.

Así que a Sakura no le gustaban las complicaciones. ¿Tan ordenado era su pequeño mundo, tan limpio y nítido? Por un breve segundo, Naruto se compadeció de Neji. Pero luego se encogió de hombros y añadió:
—Bueno, y ahora, ¿qué?

—Hacía mucho tiempo que no salía de Los Harunos. Creo que voy a aprovechar que estoy aquí para ir a ver a unos antiguos amigos. Quizá vaya a esquiar. ¿Te gusta esquiar?

—No —negó Naruto.
—Lo siento —se disculpó Sakura, observando su pierna escayolada y
sintiéndose culpable—, he sido muy insensible.

—Sakura, no es necesario que te disculpes. No hace falta que midas constantemente tus palabras. Quizá trate de esquiar cuando esté mejor.

—Sí, claro. Yo te enseñaré. Será divertido. Seguro que es una buena terapia.
—Bien, lo recordaré.
Sakura notó su falta de entusiasmo, hubo un momento tenso.

—Además quiero ir de compras y aprovechar las rebajas ahora que
estoy aquí —añadió, decidida a entablar conversación.

Naruto suspiró. Por supuesto, quería ir de compras. ¿Cómo se le había ocurrido pensar ni por un momento que se había quedado por él?

—Ah, casi lo olvidaba. Tengo una cosa para ti —dijo Sakura  sacando
dos tazas de una bolsa—. He encontrado una tienda de café aquí cerca. Te he traído café con avellanas, leche y azúcar. ¿Te gusta? No estaba segura.

Naruto tampoco estaba seguro de nada. Era increíble lo poco que sabían el uno del otro. Y sin embargo había una fuerte atracción entre los dos. ¿La notaba ella? Neji se había marchado. Naruto se preguntaba si Sakura y él habían
discutido. Pero no era asunto suyo.  Y pretendía que siguiera sin serlo.

—Sí, bien —contestó Naruto, dando un sorbo.
—Mañana traeré muffins.

Naruto se aferró a esa palabra. Mañana. Otra promesa. Sakura lo ayudaría a enfrentarse a otro nuevo día. No quería pensar más allá, no le interesaba el
futuro.

No sabía qué significaba eso, pero estaba seguro de que significaba algo. Cierto, quizá se alegrara de no tener que enfrentarse solo a lo desconocido.

Ella le había prometido un día. Naruto se preguntó con cuántos días más podría contar. Porque en algún momento Sakura se aburriría... y se rendiría.

De un modo u otro, ya se enfrentaría a ese problema cuando llegara. De momento Sakura seguía allí, y eso le parecía bien. Algo más tarde, mientras Naruto descansaba, Sakura se retiró a la sala de
visitas.

Había una máquina de café. Se sirvió uno y buscó una silla. Enseguida reconoció a la mujer del ovillo de lana del primer día.

Finjiendo ~NaruSaku ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora