Veintiseis

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—¿Tienes frío?
—No Naruto, estoy bien —respondió él.
—¿Te gusta el hockey?, ¿tienes un equipo favorito?
—Bueno, los Boston Bruins están bien.

—¿Y van bien ésta temporada? —siguió preguntando Sakura.
—¿De verdad quieres saberlo, o sólo tratas de entablar conversación?
—Me gusta el hockey —declaró ella—. De hecho jugaba de pequeña.
—Imposible —afirmó él, incrédulo.

—Había un lago cerca de casa, me pasaba la vida rogándoles a mis
hermanos que me dejaran jugar —insistió ella, ruborizándose— Evan... el mayor, nunca quería, pero mi primo Lee lo convenció.

—¡El bueno de Lee! —exclamó Naruto.
—Sí, los dos se metieron en problemas por culpa mía —sonrió Sakura—Por desgracia me torcí el tobillo, y no pude jugar el resto del invierno. Al año siguiente me mandaron a un colegio de chicas.

—Así que tu carrera como jugadora de hockey sobre hielo fue corta —
sonrió Naruto.
—Sí, ¿y tú?
Por un momento, Sakura creyó que Naruto no iba a responder. Él jamás
hablaba de su pasado.

—Yo me crié en Boston. Todos los chicos de mi barrio jugaban al
hockey.
—Y a ti, ¿se te daba bien?
—Hacia los dieciséis años, era invencible.
—¿Y qué paso?

Naruto se puso serio, arrepintiéndose de haber iniciado la conversación. ¿Cómo había conseguido Sakura hacerle hablar del pasado? De joven su sueño era conseguir una beca jugando al hockey, pero eso había sido antes de que su abuela cayera enferma y él tuviera que ponerse a trabajar media jornada para pagar los gastos médicos.

—Mi abuela murió y a mí me mandaron a un hogar de acogida. Fin de la historia.
Fin de sus sueños.
—Tu historia no termina ahí, Naruto, sólo es un Capítulo —dijo Sakura.

—¿Y tú?, ¿soñabas con volver a Los Harunos y trabajar en el aserradero de la familia? —preguntó Naruto, cambiando de tema.

—Pues sí, de hecho sí —afirmó ella, sorprendiéndolo— Con tres hermanos, era lo que se llama una marimacho.
—¡No puedo creerlo!

—Pues es la verdad. Mi padre tenía grandes planes para mis hermanos, pero no sabía qué hacer conmigo —explicó Sakura—Así que dejó que se ocupara mi madre, y ella decidió meterme interna en un colegio para señoritas.

—Así que te convertiste en una señorita...
El comentario de Naruto la molestó. ¿Acaso no veía que ella era mucho
más que un simple envoltorio bonito?
Naruto alargó la mano y acarició su mejilla.

—Era broma, eres encantadora.
—Gracias —dijo ella, ruborizándose.
—No me digas que no te lo habían dicho antes —añadió él con una
sonrisa cínica— Seguro que Neji te lo ha dicho más de una vez.
—Sí.

Pero sólo la opinión de Naruto importaba. ¿Sería posible que esa atracción fuera amor? Aquella noche Naruto soñó que jugaba al hockey, pero no podía caminar ni patinar. Por la mañana el sol lo despertó. Seguía atrapado en la cama.

Si no conseguía recuperar el movimiento de la pierna, jamás volvería al bosque. Jamás volvería a ganarse un salario. Quizá Lee le ofreciera un puesto tras una mesa en el aserradero. Jamás tendría nada que ofrecerle a una mujer como Sakura.

No se le ocurrió pensar
que bastaba consigo mismo. Naruto parecía agotado al día siguiente. Sakura se preguntó si había conseguido conciliar el sueño.

Ella se había llevado aquel día las agujas y la lana pero, tras intentarlo una vez más, le tendió la labor a Naruto para pedirle su opinión.

Sólo había aprendido a hacer cadeneta, y había deshecho la labor ya tres veces.
—Mira, no sé qué estoy haciendo mal.
—El punto está torcido —dijo él sin hacer mucho caso.
—No sé cómo, pero siempre aumento un punto en cada pasada.

—A ver —sonrió Naruto, divertido—Lo primero de todo, estás tensa. El
punto tiene que ir suelto, no tires de la lana —añadió, agarrando sus manos.
—Hablas como un experto —comentó Sakura.

—Mi abuela me enseñó a tejer cuando era pequeño, yo se lo pedí—confesó Naruto, poniéndose colorado— Tenía diez años, no sabía que fuera sólo
para chicas.

—¿Sabes hacer este punto?
—Claro, es como montar en bicicleta, jamás se olvida —sonrió Naruto.
Naruto colocó los brazos alrededor de ella desde detrás para demostrarle cómo se hacía.

Sakura lo intentó una vez, pero luego miró por encima del hombro hacia él. Sus miradas se encontraron. Estaban terriblemente cerca el uno del otro.

—¿Así?
—Sí, bien —afirmó Naruto, respirando hondo y soltándola— ¿Qué harás si TenTen tiene un niño?
—No sé, supongo que haré otra manta en azul.

—¿Y si tienen gemelos?
—Entonces seguro que están encantados —respondió Sakura— TenTen quiere tener muchos hijos, y Lee sólo quiere que ella sea feliz. Así de simple.

Sakura alzó la vista al ventanal y vio el cactus. Le habían salido unos
capullos la semana anterior, pero aún no había florecido. Quizá jamás floreciera.

Sakura solía sentarse en un sillón. Día tras día, cada vez que estaba tensa, sacaba la labor. Solía dejar la manta a medio hacer colgada del brazo del sillón. Y allí seguía cuando llegó su madre de visita.

Un día, a media mañana, la madre de Sakura se presentó en la unidad de rehabilitación sin avisar.

—Fui a tu hotel, pero me dijeron que estarías aquí —comentó, besando
a su hija en la mejilla.

—¡Mamá, no te esperaba! —exclamó Sakura—Tengo que ir a ayudar en la cocina dentro de quince minutos.

—Sí, quería darte una sorpresa... —su madre la interrumpió, vio la manta a medio hacer y añadió—¿Qué es esto?
—No es lo que piensas —contestó Sakura.

—Sakura ¿es ésta la razón por la que...? —siguió su madre preguntando, agarrando el ovillo y dejándose caer pesadamente en el sillón— ¡Estás esperando un bebé!

Sakura estaba demasiado atónita como para pronunciar palabra. Su madre sacaba conclusiones precipitadas. Miraba su cintura, desviaba la vista hacia Naruto en su silla de ruedas...

—Sakura ¿por qué no me lo habías dicho?
—¡Mamá! —exclamó ella, ruborizándose mientras Naruto se echaba a reír— ¡No estoy embarazada!
—Y esto, ¿qué es? —insistió, alzando la lana rosa.

—Es para el bebé de Lee y TenTen. Vas a ser tía abuela.
Hacía cinco años que Lee y sus tíos no se hablaban. Sakura aún recordaba el desmayo de su madre cuando se llevaron a Lee esposado tras declararlo culpable.

—¿Y por qué Lee no me lo ha dicho? —preguntó  con lágrimas en los ojos—Jamás me escribió cuando estuvo en prisión, no vino a vernos  cuando salió.

—Quizá esté esperando a que tú des el primer paso —dijo Sakura.
—Quise hacerlo... tantas veces... pero ya sabes cómo es tu padre. Sigue
tan enfadado y orgulloso como siempre.

—Sí, Lee ha heredado su orgullo —sonrió Sakura—De todos modos
acaban de enterarse, supongo que están esperando el momento adecuado para
decírtelo.

—Ya veremos... Bueno, dejemos eso ahora. Cariño, tienes un aspecto... ¿qué diablos es eso que llevas?
—Un delantal. Es el uniforme de los voluntarios.

—Un delantal rosa —sonrió Naruto, claramente divertido ante la evidente
incomodidad de Sakura.

—¿Y no se les podía haber ocurrido algo un poco más mono? —
preguntó la madre de Sakura, sacudiendo la cabeza.

—Cierto, es bastante feo —dijo Naruto sin dejar de sonreír.
No había dejado de observarlas. Le extrañaba que madre e hija mantuvieran una relación aparentemente tan distante.

—Tú debes ser Naruto —continuó la mujer, respirando hondo.
—Sí, me alegro de conocerla. Sakura se parece mucho a usted.

—¿Quieres decir que soy obstinada, pesada y cabezota? —preguntó la madre de Sakura.
Naruto se echó a reír. De pronto aquella mujer le caía bien.

—No, más bien estaba pensando en que las dos son directas, decididas e independientes —contestó Naruto con franqueza.

—Así que tú eres la última fase de la rebelión de Sakura —concluyó ella, refiriéndose a Sakura— Sabía que volver a Los Haeunos no era buena idea. Igual que Lee.

Las palabras de la madre de la pelirosa confirmaron lo que Naruto se había figurado. Sakura estaba con él sólo para rebelarse contra los dictados de su rica familia. Había conocido a muchas chicas como Sakura Haruno, las conocía bien.

—Lee es un buen amigo mío —dijo Naruto.
—¿Por qué será que no me sorprende? —preguntó la madre de Sakurasin pestañear.
—Mamá, esto no tiene nada que ver con Naruto. Ni con Lee. ¿Por qué
no bajamos a la cafetería? Podemos tomar un café antes de que baje a ayudar a
la cocina, y luego podemos volver a vernos en el hotel.

—Ve tú, Sakura —contestó —Naruto y yo tenemos que hablar.
La idea no pareció gustarle a Sakura que, sin embargo, tuvo que
aguantarse y marcharse. Según parecía, la madre de Sakura tenía unas cuantas cosas que decirle a Naruto. 

—¿Qué le ha hecho usted a mi hija, señor Uzumaki?
—No sé a qué se refiere.
—Para empezar, a su forma de vestirse.

—Quizá a ella le guste, quizá ahora se sienta más ella misma —contestó Naruto,llegando en ese preciso instante a esa conclusión—Quizá usted no la haya conocido nunca realmente.

—Sakura ha cambiado, y no estoy del todo segura de que eso sea malo
—declaró la mujer—Parece feliz. ¿Es por ti?
—No lo sé.

—Ella quiere ayudarte, y lo comprendo. No sabía que tu estado fuera
tan serio. Ahora mismo, mi hija se siente necesitada. Eso es importante. Pero una mujer necesita algo más.

—No tiene de qué preocuparse, Sakura y yo sólo somos amigos.
La palabra no explicaba ni de lejos la compleja relación que mantenían, pero, ¿cómo describir a una persona que no le dejaba rendirse, que llenaba sus días, que lo perseguía de noche, que le hacía más consciente de su soledad de lo que nunca lo había sido?

Un día Sakura se cansaría de su feo y pobre muñeco de peluche, no era necesario que nadie se lo recordara.

—Sí, pero, ¿qué ocurrirá cuando salgas de aquí? —preguntó la mujer.
—Nada —declaró Naruto, consciente de que mentía en parte.

Sakura había cambiado su vida de una forma inexplicable. A veces Jack ni siquiera era capaz de recordar su otra vida. Sin Sakura.

Finjiendo ~NaruSaku ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora