Veintinueve

436 49 3
                                    

HabÍan ganado. Estaba agotado, y se había rendido. Se las había
arreglado para apartar a Sakura de su lado hasta esa noche, pero un beso había bastado para cambiar todo eso. Él lo sabía, aunque Sakura, evidentemente, no.

El trayecto de vuelta al hospital se hizo sin incidencias. Sakura no podía quedarse, tenía que devolver la furgoneta alquilada. El pasillo hasta su habitación se le hizo muy largo.

Le dolía la pierna más de lo normal. No tenía
sentido ocultárselo a Tsunade, que insistió en darle un analgésico.
Tsunade lo acostó del lado derecho y colocó una almohada bajo su
pierna. Las luces se apagaron.

Naruto soñó que jugaba al hockey, que patinaba sobre el hielo y que
marcaba un tanto tras otro. Sakura estaba entre el público, animándolo. Naruto gritó y rodó por la cama. La almohada cayó al suelo.

A la mañana siguiente un sol pálido e invernal entró por la ventana.
Estaba de cara a la pared, no de cara a la ventana. Naruto observó el cuadro del faro que tenía delante durante un rato mientras decidía si estaba despierto o dormido. Se había acostado mirando hacia la ventana.

Siempre se despertaba mirando hacia la ventana. Por lo que él recordaba, nadie había entrado de noche para darle la vuelta. Tenía la pierna herida doblaba por la rodilla. Trató de enderezarla, pero la rodilla crujió como una vieja bisagra en desuso. Y se movió. Había movido la pierna.

Naruto cerró los ojos, saboreando el momento. Tenía que contárselo a
alguien. Sakura estaría encantada con la noticia. Probablemente ese primer movimiento de la rodilla se lo debía a ella. Había movido la pierna, eso era un paso importante. Sakura estaría a su lado mientras siguiera enfermo. Tenía miedo de dar el siguiente paso en su relación. ¿Y si ella lo rechazaba?

Naruto rodó hasta ponerse de espaldas, sorprendiéndose al ver que su cuerpo colaboraba. Trató de doblar la pierna otra vez, y entonces comenzó a
dolerle más. Contuvo el aliento y miró al techo. Le dolía mucho. Tendría que haber supuesto que la recuperación del movimiento sería dolorosa.

Esa mañana, antes de que Sakura llegara, Naruto pidió una sesión especial con la fisioterapeuta. Le costó un esfuerzo monumental, el dolor fue intenso, pero consiguió
mover la pierna izquierda y ponerla encima de la mesa.

—¡Sabía que ocurriría! —exclamó Ino —. ¡Has trabajado tanto...!
—Pero no siempre he sido un buen paciente, te debo mucho.
—Ésta es mi recompensa, Sakura se va a poner muy contenta —repuso Ino.

—Creo que aún no voy a decírselo.
—¿Por qué?
—¿Y si es sólo una falsa alarma?, ¿y si mañana doy un paso atrás y no
puedo ni siquiera moverla?
—Eso no va a ocurrir.
—¿Estás segura? —siguió preguntando Naruto.

—En este negocio no hay nada seguro, pero yo apuesto por ti, Naruto —afirmó Ino — Eres un luchador, ojalá todos mis pacientes estuvieran tan motivados como tú. Y en buena parte es gracias a Sakura. Ella ha estado
contigo en cada paso del camino.

¿Qué podía decir? Le debía mucho a Sakura.
—Bien, voy a ponerte ejercicios nuevos y a mandarte a la sala de
hidromasaje para relajar esos músculos —continuó Ino.
Una hora más tarde le dolían todos los huesos.

Al final de la sesión,
Ino dijo:
—Lo celebraremos con una botella de champán en cuanto se lo digas a
Sakura. Pero no tardes demasiado, ¿eh?
Al llegar Sakura al hospital, Naruto no estaba en su dormitorio, así que fue a buscarlo al gimnasio.

—Está en la bañera de hidromasaje —le dijo Ino, tendiéndole un puñado de toallas—. Yo iba para allá, ¿te importa llevarle esto?
—Bueno —contestó Sakura, aceptando la tentadora y peligrosa tarea.

Sakura encontró la sala y abrió la puerta. Salió mucho vapor, se oía una suave música por los altavoces. Naruto estaba solo en una enorme bañera. Al ver sus anchos hombros, Sakura contuvo el aliento.

Naruto tenía los ojos cerrados y la cabeza apoyada sobre el borde de la bañera. Sakura se preguntó si estaría durmiendo. No quería molestarlo. Además, al ver su bata sobre una silla se puso nerviosa.

Quizá pudiera dejar
las toallas y marcharse.
—¿Por qué caminas a hurtadillas? —preguntó él, divertido.

—Creí que estabas durmiendo, no quería molestarte —contestó,
sobresaltada.
—No me molestas —negó él con voz ronca—, así que, ¿qué vas a hacer al respecto?
—La enfermera dijo que necesitarías estas toallas.

Sakura trató de apartar la vista de él, pero entonces se escurrió y estuvo a punto de caer.
—Te las dejo aquí —añadió, dispuesta a marcharse.

Finjiendo ~NaruSaku ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora