30 capitulo

980 152 10
                                    

La madre de Baji insistió en que Seira se quedase con ella al enterarse de su situación. No le importaba cuidar de ella como si fuera su hija, era una chica buena y tranquila, pero ella se negó.

Aceptó quedarse allí a pasar la noche y se fue temprano en la mañana tras tomar una ducha y dejar una nota de agradecimiento. Durmió en la habitación del pelinegro y a su mente vino la última vez que estuvo allí con él, si hubiese sabido que sería la última vez que lo abrazaría lo habría hecho con más fuerza.

A penas pudo dormir, el cargo de conciencia era tan grande que no podía parar de culparse, veía su foto con Kazutora a un lado de la cama y no podía dejar de llorar.

Estaba segura de que si su madre supiese que ella era en parte cómplice de su muerte, jamás la hubiese tratado de la misma forma. Ella era culpable de la muerte de su hijo después de todo.

Salió temprano, la policía no tardaría en encontrarla y acabaría en un correccional, seguramente en esos momentos se encontraban hablando con la madre de Baji. Se dirigió a un parque cercano, aceptaba su destino como parte de su maldición, quería relajarse escuchando el sonido de murmullos y la carretera.

De pronto alguien en la otra acerca gritó su nombre con fuerza. Era Kazutora, quien la llamaba a voces. Corrió hacia ella y agarró su mano ejerciendo algo de fuerza:

- Nadie - agarró a la chica de los hombros - no encuentro a nadie, nadie me cuenta si sigue vivo o no. No puedo seguir así.

Seira lo dejó en el suelo de un puñetazo. Kazutora abrió los ojos, aquella no parecía la misma chica que entró en Valhalla el primer día, su fuerza ni siquiera iba acordé con su cuerpo:

- ¿Sabes por qué murió? - se agachó y lo enganchó del cuello de la camisa - murió para protegerte desgraciado, eres un maldito egoista - escupió con rabia

Al escuchar aquello el de mechas rubias simplemente dejó de forcejear y se quedó tumbado en el suelo, Baji había muerto, unas lágrimas rodaron por su rostro mientras su sonrisa se mantenía psicótica y estática:

- Tu complejo de víctima no va a devolver a Baji - golpeó su rostro - él ... - volvió a golpearlo muerta de rabia, tenía como objetivo deformarle la sonrisa - él te eligió a ti, maldita sea, te eligió a ti... Yo jamás le hubiese hecho elegir, jamás le hubiese traicionado.

De la boca de Kazutora no salió una palabra, simplemente aceptaba los golpes. Tras unos cuantos Seira se detuvo y lo miró a los ojos:

- ¿Sabes? - apartó de su rostro unos mechones de pelo con aparente cariño y dulzura y tiró de uno con malicia - tu condena será la carga de conciencia, ni siquiera tengo que esforzarme por hacerte pagar, más vale que no intentes una locura, vas a vivir porque así lo quiso él. Púdrete en el soledad, muere en el qué pudo haber sido.

Dicho aquello se apartó de encima, el de ojos ámbar quedó tumbado en el suelo. Tenía varios moratones y zonas hinchadas, el labio roto y la marca de su puño en la mejilla izquierda.

Por primera vez tenía envidia de Baji, aquella pelinegra le quería tanto que la veía capaz de matar a todos si él lo hubiese pedido. Estaba totalmente destrozada y podía notarse que su cordura estaba por hundirse en un pozo. Como una muñeca preciosa y maltratada.

Por un momento se vió reflejado en ella, algo le gritaba que sus historias eran similares, que cargaban con el mismo peso. Tuvo el impulso de seguirla, pero se detuvo, no sacó el valor de hacerlo al recordar a su amigo fallecido.

Por otro lado, Seira acababa de cambiar de opinión, no aceptaría años perdidos en un reformatorio, no lo merecía, había vivido retenida toda su vida. Echó a correr, necesitaba encontrarse con Kisaki, pasaría algún tiempo en el futuro, su yo pasado se encargaría de cargar con el peso de aquel presente.

Después de un cuarto de hora corriendo hacia la guarida de la Toman, fue detenida por un coche de policía al cruzar una cerretera. De allí salieron tres hombres, uno de ellos era bastante joven y parecía asustado, como si no creyese lo que ocurría.

El más alto la agarró obligándola a apoyarse contra el coche e inclinarse sobre él:

- Hemos encontrado su ADN en el arma homicida que mató a su padre, un bate de hierro, procederemos a detenerla y esperar órdenes sobre donde pasará los próximos tres años reformandose. Además de la muerte de su padre tiene otros dos cargos por violencia, por lo que queda detenida hasta nueva orden. Tiene derecho a permanecer en silencio y nosotros buscaremos a alguien que pueda representarme como tutor legal.

Seira comenzó a forcejear, estaba a punto de lograrlo, estaba a punto de poder irse de allí, de escapar de aquella asquerosa realidad que le habían obligado a vivir.

La llevaron a una sala de espera, pasó allí cuatro horas y al final se dictaminó que iría a un reformatorio para menores, el peor de toda zona. Su tutor legal fue su tía, la hermana de su madre, ni siquiera quiso verla, simplemente firmó unos papeles y se desentendió del caso.

Aquello, sin embargo, fue una liberación para Seira, pudo empezar de cero, forjarse un destino diferente en aquel sitio lleno de violencia y caos.

Así fue como su nombre comenzó a ser temido por todo el lugar, ella se las ingenio para vivir bien el mes que estuvo allí encerrada.

Logró algunos seguidores gracias al miedo y el respeto que infundía. Decir que mencionar su nombre causaba terror se quedaba corto. Todos la habrían paso al entrar y todo aquello porque logró dejar a dos de los guardias del lugar fuera de sus puestos después de romperles ambos brazos.

La pelinegra había vivido toda su vida prisionera de su miedo, miedo de los estándares de sus padres, miedo a ser abandonada, miedo al maltrato, a no ser suficiente, a vivir anclada en el recuerdo de su hermano, a no ser una opción.

Todo aquello se había convertido en el dragón del que su hermano le contaba tantas historias de pequeña. Aquel dragón gigante que se comía a la princesa y que siempre salía victorioso, un dragón blanco, con enormes garras, afilados dientes y ojos azul fuego.

Todo había terminado en el preciso momento que murió la única persona que la había aceptado, en el preciso momento que no la eligió, en el que la dejó sola justo igual que su hermano.

Seira se había comido todo aquello, todo el miedo se había vuelto parte de su persona, lo había aceptado y lo había convertido en arrogancia, en narcisismo y en fuerza. Nunca volvería a apartar la mirada, nunca volvería a llegar tarde.

Aquel dragón que la perseguía desde su nacimiento había muerto, ella se lo había comido y ahora iba a ser dueña de toda su libertad, de todas sus posibilidades. Su soledad la transformó el compañía propia. La princesa del cuento nunca necesitó un príncipe, no pudo contra el dragón y se volvió su dueña. Esa fue la conclusión que sacó del final del cuento que su hermano le contaba todas las noches.

En aquel lugar borró la existencia de su antiguo nombre, Seira, todos en aquel lugar comenzaron a conocerla como Seiryu, el dragón de ojos azules.

Blue Fire (Tokyo revengers)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora