10.El verano ideal

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Kato Akemi

La niña, había despertado en la colchoneta del piso, en donde solo la cubría una sabanita delgada y encima, un edredón azul con diseño de circo. Carruseles, leones y algodones de azúcar, una cobija ideal que la protegía de la frescura de las noches de verano. Una luz tenue y al mismo tiempo brillante, se colaba por la ventana que daba a las calles, se talló los párpados con la parte trasera de la mano y abrió los ojos poco a poco.

De nuevo despertando, sola en el departamento.

Su padre, había abandonado muy temprano el edificio para ser un esclavo más de las empresas coreanas, pero su hija estaba en plena juventud, aunque le pesaba dejarla sola durante quince horas, seis días a la semana, entendía que a ella le gustaría pasar tiempo en privado. Se calmaba diciéndose a sí mismo que Akemi necesitaba encender la radio y subir el volumen sin que nadie la reprendiera, en múltiples ocasiones su hija le había confesado lo mucho que le gustaba ser independiente.

Cocinarse, plancharse, procurarse sana y tender la ropa con sus propias manos, por lo que el señor Kato, fue perdiendo el temor a dejarla encerrada en el departamento. Comprendió que su hija podía atenderse sin dificultades y que, aun lado a ello, estaba cómoda. Por supuesto que la muchachita encontraba satisfacción en realizar los deberes y honestamente, no iba a quejarse porque no tuviera que lidiar con un adulto en su rutina diaria.

A los trece años, ella tenía una enorme libertad y podía hacer lo que quisiera.

Afortunadamente, Akemi, podía desayunar una taza de café soluble que le cagara con energía suficiente para todo el día y de esa manera, quemaba la grasa de su cuerpo y ayudaba a su dieta. Leía revistas sobre ingeniería y moda hasta que fuera medio día para hacer berrinches, la niña detestaba el sol de las doce de la mañana, un sentimiento extremadamente pesado le generaba saber que faltaban otras doce horas para que el día terminara. Ni ella misma podía explicar el fastidio que le provocaba tal hora del día.

Tanta era la pesadez que le causaba, que comenzaba a sudar, salía al balcón y le daba frío todo el vapor que emanaba de su cuerpo. Pensar en ver televisión le aburría y ni se diga la soledad que le causaría leer un par de páginas de su libro favorito, la música la ponía de pésimo humor y no sabía qué hacer.

Eran dos horas diarias de martirio por esos sentimientos invasivos, que la solución para Akemi, era tirarse a la colchoneta a chillar, desesperarse de su existencia y arañar el piso de madera suplicando porque llegara la puesta de sol.

Sin embargo, agradecía sufrir sin nadie a su lado, pues siempre concluía que no soportaría tener compañía en aquellas horas tan tormentosas para ella.

Para el momento de la comida, si tenía mucha hambre y las tripas del estómago no la dejaban en paz, las callaba con un plátano y dos litros de agua. Se emocionaba por encender el televisor y admirar a los cuerpos perfectos de las idols del k-pop, pero más gozo para ella, era imaginar como besaba a su bias, quedaba embobada frente a la pantalla viendo la tinta de labios de las coreanas. Mientras las artistas creaban un espectáculo colorido, la música envolvía a Kato y accedía a cerrar los ojos.

En su fantasía de que su bias le diera a probar el sabor de su gloss.

Cada día, sin falta alguna, ella siempre las admiraba. Se preguntaba si a alguna de ellas le gustarían las niñas, le generaba curiosidad saber que hacían después de bajar del escenario y encerrarse en los camerinos, aparte de cambiar de vestuario. ¿Les molestaría recibir una carta de amor en un fanmeeting por parte de su mismo sexo? ¿Su bias se incomodaría al descubrir que una chica la idealizaba como su pareja? Todas esas dudas, se esfumaban al pensar en el integrante de una boy band.

Mi pequeña acosadora | JJK (+15)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora