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—Como bien sabes, se le informó de la situación a todos sus conocidos y conocidas, Koutarou.

El joven asintió, aunque no entendía por qué se lo repetía. Prosiguiendo, el señor Akaashi, tras unos segundos de duda mencionó lo siguiente:

—Eso incluye a Naoya.

Si bien era cierto que su hermano había mantenido cierto contacto con Keiji en los últimos meses, una rabia comenzó a invadirlo. Su suegro, al ya haber convivido con él, pudo percibir el cambio en el más joven; y, por ello, agregó:

—Te lo hago saber debido a que hace cinco minutos, recibí una llamada de él —los ojos ámbar no lo veían—. En dicha llamada, se me confirmó su asistencia —los ojos seguían mirando un punto fijo hacia la nada, pero el entrecejo en ese momento, se frunció—. Koutarou, sólo quiere despedirse.

—Si eso quería, ¿Por qué no fue a verlo cuando Keiji se lo pidió? —el dolor que sintió el padre del reciente difunto al escuchar la manera en la que fueron expulsadas aquellas palabras que confirmaron tal pregunta, no fue nada en comparación al que sintió en el momento en que aquellos ojos desolados le miraron por primera vez en aquella plática. No sabía qué responder; o si debía hacerlo. Pero, tras pasar unos segundos, añadió:

—Por favor, permítele despedirse.

Tras un suspiro, respondió:

—Con una condición —el señor Akaashi le prestó suma atención—, que lo haga al final; no hace falta que se quede más tiempo del necesario. Sólo se despedirá y se marchará.

—Se lo haré saber.

—Bien —giró su cuerpo, con la intención de irse a otro lugar. Pero su acompañante le detuvo:

—Koutarou, gracias —el joven giró la cabeza hacia su dirección y, tras asentir, caminó hacia una dirección incierta dentro del piso designado para acompañar por última vez a su ser amado.

GERANIOS [BOKUAKA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora