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El camino a casa había sido sepulcral; el día era bello pero el chico de cabello grisáceo no podía verlo de este modo. Al ingresar al que amaba decirle hogar, un aura oscura y depresiva lo invadió completamente y las fotografías enmarcadas en las paredes y muebles fortalecieron este sentir, orillando al joven a derrumbarse en lo que era su sala; por esto, no escuchó cuando su madre le dijo que iría a su hogar un momento, ni lloró; tenía días sin poder hacerlo.

"Koutarou, nunca te guardes nada, ¿Lo recuerdas?"

Rememorar esas palabras le hirieron el alma, pero aún así...

—Keiji, perdóname, pero simplemente no puedo hacerlo. Yo... Lo he intentado, verdaderamente; pero no sale nada. Por favor, dime qué debo hacer. Estoy... Yo... Sin ti estoy perdido, Keiji. Por favor, ¿Qué se supone debo hacer? —la desesperación había invadido todo su ser y, sin embargo, ninguna lágrima había sido derramada.

No fue consciente de cuánto tiempo paso hasta que se durmió en el frío suelo del lugar, pero en cuanto se despertó, un dolor en su cuello lo invadió. «No iré a la cama, no si tú no te encuentras ahí».

Por esto mismo, decidió levantarse y se fue, sin un rumbo establecido; todo lugar era mejor que ese. No sabía la hora ni cuánto tiempo se sentiría así; lo único que necesitaba era alejarse del lugar. Ya habría tiempo de analizar las cosas con calma; lo único que deseaba era encontrar paz.

Esa noche ocurrió que, toda una familia se maldijo por no haber estado a su lado, por haberlo dejado solo justo después de lo acontecido "Joder, ¡Sabíamos cómo era Koutarou y aún así lo dejamos solo!" Y, por el otro lado, el involucrado en aquella pena se encontraba en un lugar desconocido con únicamente ganas de desaparecer.

De todos los días de su vida, estaba cien por ciento seguro que ese era el peor.

GERANIOS [BOKUAKA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora