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Lo acontecido el día en que decidieron hacerles saber a los padres de Keiji que se encontraban en una relación, provocaron restragos en ambos; pero eran más notorios en el pelinegro; después de todo, ser conocido a nivel nacional tenía sus desventajas. Y cada medio de comunicación en su país se lo recordó cada día posterior.

Lo siento, Bokuto.

¿Por qué te disculpas?

Por mi culpa no podemos ir a varios lugares que antes frecuentabamos.

Akaashi, ¿Puedes dejar de culparte? No lo eres; de nada —el menor no lo veía—. De hecho, está mejor —Akaashi no lo comprendió y lo miró—. Sólo estaba en la espera de un buen pretexto para que dejáramos de ir a esos lugares. —«Mentira». Era mentira porque él adoraba ir a esos establecimientos; por eso los frecuentaban. Y, sin embargo, no desaparecía aquella sonrisa que tenía la finalidad de calmarlo. Así que, lo mínimo que podía hacer a cambio era sonreír y seguirle la idea.

De acuerdo.

¡No necesitamos esos absurdos helados con forma de oso ni esos chocolates de colores ni...!

Bokuto, no hace falta —el mayor retuvo una mueca de tristeza y asintió.

Si bien era cierto que múltiples negocios le habían negado la entrada al menor debido al escándalo protagonizado por el mismo, el hecho de que no hubieran salido del patio de Akaashi era debido a que este prefería por mucho quedarse en su casa antes que salir a la calle y encontrarse con algún bastardo como los de la celda donde había sido abandonado por las autoridades. Bokuto lo entendía; por lo que, intentaba animarlo con alguna actividad que pudieran hacer, entre las cuales destacaban: ir al cine, hacer una pijamada (que en ese momento era prácticamente imposible), encargar pizzas y encerrarse a ver películas en su cuarto mientras comían el alimento (también imposible) y, destacando: ir a comer fuera de su casa. Esto último lo habían intentado, pero cada local que visitaban, incluso la heladería que tenía como especialidad hacer helados con forma de osos, les habían negado la entrada rotundamente: "joven Akaashi, de verdad es una pena para nosotros debido a la importancia que su presencia en nuestro local representa, pero debido a lo acontecido la semana pasada me temo que tengo la orden de no permitirle el paso; esto con la finalidad de evitar incomodidad en los demás comensales. Espero tengan un excelente día". A Akaashi no le importaría no volver a esos lugares nunca más, pero eran los favoritos de Bokuto y eso, era lo que le hervía la sangre; tenía que hacer sufrir a su pareja por un espectáculo orquestado por su propia sangre.

A lo lejos, cerca de la entrada de su hogar (porque aún lo nombraba así) se escuchó la voz del primogénito de la familia Akaashi; esto, alarmó en demasía a su hermano. No pasó desapercibido por su pareja.

Ven una mano se extendió frente a su rostro asustado; lo único que lo sacó de la quietud ocasionada por la respuesta ante el estímulo otorgado por su hermano. Tras un par de segundos, asintió y la tomó; el dueño de la mano sonrió más ampliamente.

En cuanto se unieron a través de sus manos, avanzaron apresuradamente hasta una pared adornada por una de las múltiples enredaderas del lugar y, como lo hicieron casi huyendo, al recargarse sobre ella comenzaron a reír; risa que duró poco debido a que no querían ser descubiertos por la persona que acababa de llegar.

Es como si estuvieramos en un lugar prohibido.

Y no debería ser así —la risa ya no existía.

Akaashi... ¿Es imposible que vengas a mi casa a dormir? —el nombrado lo miró, incrédulo. Pero el más alto lo hacía con buena intención.

GERANIOS [BOKUAKA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora