12.

66 12 72
                                    

A los 5 años, su primo paterno fue acogido en su casa por un par de semanas; en las cuales, los padres y su hijo mayor no estaban presentes la mayor parte del tiempo, dejando solos al menor de la familia y al sobrino; al infante Akaashi no le incomodaba esto.

Los primeros días fue un poco respetuoso con lo ajeno, llegando inclusive a disculparse si interrumpía lo que sea que estuviera haciendo su primo menor, pero conforme pasaron los días, su comportamiento sufrió un cambio total; llegaba a ser muy insistente con su primo a tal punto que el menor se sentía tan acorralado que no tenía más opción que aceptar todo lo que su mayor quisiera hacer, aún si no era su deseo participar en ello.

—Vamos, Keiji ¡Date prisa!

—¡No debemos ir tan lejos! —un grito agotado alcanzó los oídos del más grande; sin embargo, fue expulsado de ellos sin ejercer ningún tipo de efecto sobre el dueño.

—Si no te apuras te abandonaré y este lugar será tu tumba —la risa que se oyó después, hizo estremecer al más joven, obligándolo a seguí avanzando y de esta manera evitar cualquier tipo de problema.

—No eres gracioso.

—No lo pretendía —en cuanto terminó de decir lo anterior, continuó avanzando. Al otro no le quedó más opción que seguirlo; a esa altura ya no sabía distinguir dónde estaba su casa.

• • •

—Anda, trepa por él.

—Pero es tuyo.

—¿Y eso qué?

—Es tu culpa que este ahí.

—¿Ah, sí? ¿Quién fue el responsable de que aquella situación pasara? —la mirada acusatoria le hizo desviar la mirada—. Sabes que tuviste la culpa y aún así tienes el descaro de decir que yo soy el responsable, vaya primo que tengo. Con razón tus padres prefieren llevarse a sus viajes de trabajo a tu hermano y no a ti —Keiji abrió los ojos enormemente; era sólo un niño por lo que, aquel comentario le afecto, obligándolo a derramar unas pequeñas lágrimas—. No me digas que pensabas que tú y tu hermano podían compararse; él es grande, fuerte, amable y sociable con todos. Dime, ¿Tú qué tienes de eso?

Las lágrimas seguían brotando una después de la otra, mientras el dueño de los ojos a partir de los cuales eran expulsadas intentaba inútilmente parar su flujo.

—Si quieres que alguien llegue a pensar en ti como una buena persona, debes hacer siempre lo que te digan. Empezando por eso —señaló el balón que se encontraba entre las ramas de un árbol alto para un niño. La razón por la cual se encontraba en ese lugar, era porque ambos niños se hallaban jugando fútbol, pero resultó que el menor era bueno con la pelota, lo que concluía en él ganándole al otro; cosa que hizo enfurecer a su primo, quien sacando su enojo con un golpe en la pelota hizo que terminara en el lugar donde yacía ahora—. Vamos, ¿Qué esperas? ¿No quieres ser como tu hermano, Keiji?

Akaashi se levantó y, limpiando duro su rostro, comenzó a trepar aquel árbol alto. Por fortuna, el niño no se cayó al subirlo, logrando agarrar el balón.

—¡Perfecto! Ahora dámelo —el menor asintió y se lo aventó ligero, justo para que el otro pudiera atraparlo. En cuanto el balón estuvo en su posesión, sonrió—. Ahora apúrate a bajar o te abandono.

—¿No vas a ayudarme?

—¿Tu hermano pediría ayuda? —el que se encontraba en la rama del árbol se comprimió «No me va a ayudar». Y llenándose de coraje, comenzó a descender. Pero el árbol era alto y él sólo era un niño que nunca había bajado de un árbol con la presión de ser abandonado si demoraba; por lo que, de un momento a otro, se encontraba en el suelo con pequeños rasguños, un profundo corte en la pierna derecha y dolor en todo su cuerpo. Un suspiro se escuchó cerca suyo.

GERANIOS [BOKUAKA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora