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—Recuerda llamar —su hijo asintió—. ¿Llevas todo? Ropa, identificación, pasaporte, billetera, cepillo de dientes —de nuevo, su hijo asintió— ¿Deseas algún bocadillo? ¿Seguro que no olvidas nada?

—Mamá, aprecio tanto tu preocupación. Pero de verdad, no me hace falta nada —una cálida y diminuta sonrisa acompañó aquellas palabras; de esta manera, le otorgaban mayor credibilidad.

—¡Ay, Keiji! —sus brazos rodearon a su amado hijo— ¿Es egoísta de mi parte desear que te quedes?

—Momo, querida; no digas esas cosas.

—Papá tiene razón —la alejó lo suficiente para mirarla a los ojos llorosos—. No hay necesidad de llorar; no me pierdes. Vendré a visitarlos cada semana y ustedes pueden ir cada que quieran —mientras decía lo anterior, una risa melancólica fue expulsada por su progenitora al ser acariciada con cariño tras ser limpiada de aquellas traidoras lágrimas.

—Es sólo que, no puedo creer que ya hayas crecido tanto. Aunque, supongo que era inevitable.

—Así parece.

Tras unos minutos abrazados, su padre añadió, al comenzar a despedirse:

—Esta siempre será tu casa, hijo mío.

—¡Sí! —dos sonrisas cargadas de ternura se encontraron, como posteriormente los dueños de ellas en un cálido y reconfortante abrazo.

—¿Sigue afuera?

—Sí.

—Entonces, vamos; no lo hagamos esperar más.

Tras lo dicho por su padre, las tres personas presentes salieron hacia el estacionamiento; donde un distraído joven de mirada ilusionada y cabellos bicolor esperaba recargado en una camioneta color gris. Mismo que, al percatarse de la presencia de sus suegros y pareja, se enderezó y sonrió ampliamente; irradiando alegría y brillo a todo cuanto pudiera presenciar tal espectáculo.

—¡Señor y señora Akaashi! —dijo, emocionado— ¡Keiji! —mencionó para, enseguida, aprisionar al nombrado en un amoroso abrazo. El otro, tan sólo se dejó hacer y sonrió.

—Me alegra saber que ambos cumplen uno de sus tantos sueños juntos.

Ambos jóvenes se separaron y agradecieron lo dicho por el señor Akaashi.

—Por favor, nunca duden en pedir cualquier cosa; siempre estaremos para apoyarlos.

Un enérgico "gracias" fue acompañado de otro tranquilo.

Bien. Creo que es momento de despedirnos.

—Sí.

—¡Nos veremos pronto! —el matrimonio sonrió como respuesta—. ¡En cuanto todo esté listo, serán los primeros en acompañarnos en nuestro nuevo hogar!

—Lo espero con ansias, Koutarou.

• • •

—¿Lo puedes creer, Keiji? ¡Esta es nuestra propia casa!

—¡Sí, Bokuto! Es nuestra propia casa —lo último, parecía ser más una confirmación de que aquello no era un sueño.

—¿Te parece si mañana iniciamos a arreglar todo? ¡Los muebles son lo único que ya está!

—De acuerdo, pero veamos qué es lo que comeremos hoy y determinemos todo lo que debemos conseguir.

GERANIOS [BOKUAKA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora