capítulo 43

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Luz caminó mecánicamente hacia el carruaje aparcado frente a la puerta principal.

Philip colocó su cesta ataúd en la parte trasera y con manos temblorosas, Luz abrió los cerrojos y la tapa para colocar dentro su gato marioneta.

Sobre sus prendas, en el mismo lugar que siempre, estaban sus tesoros: un lazo rojo amarrado con una cinta esmeralda, un retrato suyo a carboncillo, el anuncio del Cirque de Lumiére y, por supuesto, su Libro de Teorías.

El viaje a Antwerp sería largo. Tendría mucho tiempo para llenar las páginas vacías con teorías nuevas sobre el paradero de su padre.

Luz abrió el cuaderno. El libro había sido una presencia reconfortante durante toda su estadía en Exide, pero ahora, por algún motivo, aquella sensación de consuelo parecía haberse esfumado. Abrió la primera página y posó la vista en una frase en particular :









Mi familia nunca me abandonaría.









Hunter se había negado a abandonarlos, incluso cuando significó renunciar a su sueño.

Todos la habían seguido desde el orfanato hasta el molino. Todos se habían quedado, a pesar de los riesgos, para reunir el dinero para las cuotas de adopción. La habían sacado del canal helado y la habían llevado a casa. Y cuando Belos la había sujetado del pelo, los cuatro se habían negado a dejarla atrás. Sin embargo, allí estaba ella, abandonándolos.

-sube- dijo Philip, dándole una palmadita al asiento delantero -es un viaje largo...

-espera- respondió ella.

Luz frotó sus orejas, esperando sentir un cosquilleo o una punzada que la guiara. Pero su Sexto sentido estaba en silencio. Se las frotó de nuevo.

Philip la miró, sorprendido.

-¿qué te pasa en las orejas?

Luz dejó de frotarlas y suspiró. Las palabras de Catra aparecieron en su mente.





Una sombra te sigue, Luz... la sombra de alguien que ha muerto.







¿Podría haber sido su madre todo el tiempo? De ser así, ¿Por qué Camila no la ayudaba en ese momento cuando más Necesitaba una guía?

Pero Luz ya conocía la respuesta. Era una decisión que ella, y solo ella, podía tomar.

Miró a Philip, quien esperaba que ella hablara.

-podríamos quedarnos aquí- dijo Luz -juntos, podemos transformar el teatro y hacer realidad los sueños de Camila.

-Luz...

-llevas huyendo de este lugar doce años. Y no has conseguido olvidarlo.

Philip cerró los ojos brevemente.

-olvidar es más fácil que recordar. Es mucho menos doloroso.

-mi sitio está aquí- insistió Luz -nunca la conocí, pero de todos modos quiero honrar su recuerdo. Y debo estar junto a ellos- se volvió y señaló los cuatro rostros presionados contra la ventana de la cocina -siempre lo he hecho.

Phimip asintió con tristeza y suspiró.

-entonces, deberías quedarte aquí.

-¿y tú?

Vio su respuesta en la tristeza que fruncía su ceño. Luz sabía que ella le recordaba a la hija que había perdido y al joven que él sentía que se la había robado; que no era solo el regreso al molino lo que amenazaba con romperle el corazón de nuevo cada día... y que él no sería capaz de sobrevivir a menos que se olvidara de todo.

Philip Noceda no estaba listo para recordar. Quizás, nunca lo estaría. Luz alzó la mano y tomó su cesta ataúd entre los brazos.

-adiós, abuelo.

Philip deslizó su mano enguantada sobre la mejilla de la niña.

-adiós, nieta. Por ahora,

Ella asintió brevemente y luego se volvió hacia el molino.

Sus amigos ya estaban afuera, Impacientes e incrédulos.

King sacudió la cabeza.

-¿estás. ..?

Amity parpadeó.

-¿no estás. ..?

Hunter abrió la boca para hablar y luego la cerró.

Luz apoyó en el suelo su ataúd.

-no podía irme. Este es mi hogar. Y ustedes son mi...

Sus palabras quedaron interrumpidas cuando los cuatro se abalanzaron sobre ella y la envolvicron en un fuerte abrazo.

-familia- dijo Vee, en alguna parte en medio de los mechones de cabello sobre el rostro de Luz.

Luz se apartó y les sonrió, satisfecha de descubrir que su estómago ya no se retorcía revuelto. Sabía que había tomado la decisión correcta.

- sí... familia

Echó un vistazo tras ella vio a Philip mirándolos a los cinco. Esbozó una sonrisa fugaz y asintió de forma aún más fugaz, y luego chasqueó la lengua para darle la orden a su caballo.

Con el traqueteo de ruedas y el ruido de los cascos, el carruaje se apartó despacio de las puertas del molino.

Philip Noceda se había ido. De nuevo.



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los inadoptables {TOH}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora