capitulo 10

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Los niños miraron al mercader con una expresión selienciosa de horror cuando el noveno y último dong sonaba a su alrededor.

Luz sujetó el reloj de bolsillo mientras su sexto sentido le probocaba un dolor en el cuello.

El mercader amplió su sonrisa.

-¿no me van a dejar pasar?

Una oleada de escalofríos gélidos, más frios incluso que el aire invernal que entraba del exterior, recorrió la columna de Luz y la hizo avanzar. Apartó a Hunter y fulminó con la mirada a Belos.

-no- susurró ella.

Belos frunció el seño.

-no- gruñó Luz. Luego, con más intensidad -¡NO!

Sujetó el borde de la puerta y comenzó a cerrarla, pero se atascó con algo antes de que pudiera hacerlo por completo. Al otro lado, Belos aullaba de dolor. Luz miró el suelo y vio que el mercader había conceguido meter media bota de piel en el interior. Él empujó la puerta y empujó a Luz hacia atrás, contra Hunter.

-malditos...

Unas manos aparecieron detrás de ella y empujaron con fuerza la puerta. Los cinco presionaron hacia adelante. Luz pateó el pie de Belos hasta que este, por fin, apartó su bota de piel de foca. La pesada puerta principal se cerró con un estruendo que hizo temblar las ventanas y las persianas a cada lado.

Hunter deslizó el pasador sobre la puerta para trabarla y todos retrocedieron un paso.

-¡abran!

Luz observó a travéz de la ventana lateral. Parecía un asesino mientras golpeaba la puerta con los puños. Abrieron las persianas de las ventanas de la casa que estaba en la acera opuesta al orfanato. Luego, más ventanas hicieron lo mismo. Al notar que lo observaban, Belos dejó de golpear la puerta y se acomodó el traje. Fulminó a Luz con una mirada iracunda. Con su cesta ataúd en la cadera, Luz cerró la persiona de nuevo y miró a los otros con impotencia.

-no hay otra salida- confirmó Hunter -estamos atrapados.

Tocaron el timbre. Ding dong.

-¡el cable y la cubeta!- dijo Amity, girándoce y arrastrando a Luz hacia la escalera.

Ding dong, ding dong.

Subieron la escalera empinada a toda velocidad, las cestas crujían, la cubeta y la caja de herramientas tintineaban y el saco de trigo se mecía de lado a lado mientras corrían. Luz se sujetó a la barandilla mientras ella y Amity torcían una esquina hacia la siguiente escalera. La lavandería estaba iluminada por un halo delgado de luz de luna que entraba a través de una rotura en la persiana. Se escabulleron entre las cubetas y las mesas para llegar a la ventana.

-probablemente, podremos bajar de dos en dos- aventuró Amity, abriendo la ventana, que emitió un chirrido ensordecedor. La cubeta de ropa sucia ya estaba suspendida al otro lado, iluninada por la luna, balanceándoce en el viento gélido que los golpeaba -King y Vee, ustedes primero.

King miró con ansiedad sobre el alféizar de la ventana. Extendió la mano hacia Vee.

-¿listos?- preguntó Amity.

El timbre continuaba sonando: ding dong, ding dong, ding dong, ding dong, ding dong, ding dong.

A este paso, Belos despertaría a los otros huérfanos. Pero ellos no se atreverian a ir a investigar. No sabian que la matrona había muerto.

Vee subió junto a King, la cesta flotante se balanceó y la rueda chirrió. Subieron juntos al cubo. Era un espacio reducido, en especial porque añadieron la cesta de pícnic y la cubeta de carbón.

-listos- confirmó King.

Amity comenzó a girar la manivela de metal.

Luz observó mientras la cubeta decendía. Suspiró cuando tocó el hielo, y King y Vee comensaron a bajar.

Amity giraba el brazo con rapidez, el cable chirrió cuando ella lo hizo aubir de nuevo. Luz se quitó el abrigo que compartían, y se le erizó la piel de todo el cuerpo.

Hunter miró nervioso por la ventana.

-pero el canal...

-esta congelado, Hunter- aseguró Amity con impaciencia -si puede recistir el peso de cien familias patinando, puede sostener a cinco niños. Ahora, cállate y entra en el cubo.

Hunter subió y Luz lo siguió de inmediato, asegurándose de no apartar la mirada de la cesta redonda, e ignorando la altura y el viento áspero que le apulalaba la piel igual que una daga hecha de hielo. La cesta se balanceó de lado a lado y Hunter le envolvió los hombros a Luz con la mitad del abrigo que habia robado. Amity les entregó la cesta ataúd y el saco de trigo, luego colocó su caja de herramientas en los brazos de Luz.

-nos vemos en un minuto- dijo Amity.

-¿y tú?- preguntó Luz, repentinamente asustada -no puedes usar la manivela y bajar por tu cuenta.

Amity le sonrió con astucia.

-necesitaré que sueltes el cubo y luego coloques el gancho con firmeza en la reja del otro lado del canal. ¿de acuerdo?

-pero, cómo...

Con un chirrido repentino, el cubo comenzó a bajarlos hacia el canal. Hunter tensó tanto los brazos alrededor de Luz haciendo que a la niña le costara respirar, pero antes de que pudiera volverse hacia él lo suficiente para regañarlo, el cubo golpeó el hielo con un sonido seco.

Bajaron y desengancharon la cubeta.

-espero que tenga un buen plan- dijo Luz con voz áspera, el aire nocturno afectaba su garganta.

Resbalaron y se deslizaron sobre el ancho del canal cogelado. Vee subió primera al banco de piedra y ayudó a King a cruzar sobre la reja de hierro. Luz le entregó a Vee el gancho y ella lo colocó en la reja superior.

-te ayudaré a subir- dijo Hunter.

Pero Luz sacudió la cabeza de lado a lado.

-Amity...

Amity era una silueta oscura en la ventana de la lavanderia. Luz observó maravillada y horrorizada cómo Amity sujetaba la cuerta tensa, con las manos envueltas en algo que no lograba distinguir. Luego, saltó al vacío.

Un grito surgió de la garganta de Luz, pero se lo tragó. Amity sabía lo que hacía. Amity siempre sabía lo que hacia.

La capa de Amity flotaba alrededor mientras se deslizaba por la cuerda y planeaba sobre el canal como un pájaro. El grito reprimido de Luz reapareció en forma de risa alegre. Amity era espectacular. Avanzaba hacia ellos a una velocidad embriagadora y, cuando su rostro sonriente apareció frente a ellos, soltó la cuerda y cayó al hielo. Aterrizó en una montañita de ropa sucia..

-estúpidos vestidos- bufó mientras se enderezaba -son muy poco prácticos.

Luz y Hunter avanzaron hacia ella y la levantaron.

-¿estás bien?- le preguntó Luz.

Asintiendo con alegría, Amity se reincorporó sobre sus piernas temblorosas, con la coleta deshecha y un trapo húmedo en la mano hizquierda, el cual tiró a un lado. A pocas calles de distancia, sonó un silbato, y luego, otro más.

-Belos ha dejado de tocar el timbre- dijo ella, con el rostro cerio -tenemos que irnos.

los inadoptables {TOH}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora