Capítulo 20: INFIERNO (Parte IV).

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POV SAM:

Vale. Si mantengo la calma, podría manejar perfectamente esta descabellada situación. 

Aspiro profundamente, tensando hasta los dedos de los pies cuando el calificativo de señora Black me desconcierta por completo. 

Aaron en cambio se mira radiante. Con esa sonrisa malvada que me saca de quicio, y aquellos aires de grandeza que me instan a bajarlo de dicha nube con un reverendo guantazo.

—¿Estás lista? Cualquiera pensaría que estás a nada de desmayarte —El muy bromista se muerde el labio para ocultar dificultosamente su sonrisa, la cual me derrite entera y por ello me regaño en el proceso. 

—Para nada. Sólo intento recordar el momento en que nos casamos. Digo, tomando en consideración el saludo de hace segundos.

 —Ah, te refieres al portero —se hace el sorprendido.

—Ni modo que al cocinero —blanqueo los ojos mientras cada vez estamos más cerca del salón principal. De hecho, el bullicio de las personas ya lo podía percibir desde el fondo. 

—Pues no sabría que decirte. Hasta a mí me tomó por sorpresa.

—Claro, claro —bufo hastiada—.Vamos a fingir que eres honesto y que aquello para nada es una mentira.

—Estaría muy agradecido —eleva una de las comisuras de sus labios.

Diosssss. Éste hombre no podría verse mal ni con una bolsa de basura colgando de su cabeza.

—Ahora todo los jodidos invitados se irán a creer que soy tu esposa. ¡Es inaudito!

—Quizás no mi esposa —se detiene momentos antes de ahora sí ingresar a la fiesta, girando el rostro para poder conectar nuestras miradas —.Pero sí mi mujer durante toda la noche. 

¡Ay, mi alma! Éste engendro me quería torturar. 

—Yo no soy la mujer de nadie —carraspeo más allá de nerviosa e intranquila, ocultando el elevado color de mi rostro de sus profundos ojos. Aaron Black por supuesto sonríe maquiavélicamente ante su cometido, tomando mi brazo una vez más para hacerle frente a cada uno de los invitados. 

Y aquí vamos...

Resoplo afanada, sintiendo perfectamente como mi pecho sube y baja ligeramente afectado.

Al internarnos ya dentro del acto benéfico como mínimo cientos de pares de ojos se fijan en nuestra ubicación, regresándome en el tiempo a unos minutos antes cuando atravesamos la entrada y a todos aquellos periodistas. 

Personas entreabren los labios al reconocer al hombre que completamente serio me acompaña, desplazando la mirada de él hacia mí y luego nuevamente hacia él consecutivamente. Una corriente de aire me acaricia los brazos y cuello al descubierto, intentando concentrarme únicamente que en la sofisticada y de tonos oscuros decoración que embellecen el agrandado espacio. 

Me siento extraña, tengo que admitir. Es como si estuviese siendo mirada de una manera tan fija y minuciosa que me causa escalofríos. 

Tú descuida, Sam. Esto no es nada que no hayas dominado en el pasado. Y más tratándose de un poco de atención. 

Debido a ello el pelinegro y yo continuamos avanzando, y la sensación de su brazo rozando el mío no me permite enfocarme correctamente en mi alrededor. Existiendo sólo él, y lo que su proximidad me ocasiona. 

¡Ya basta, mujer! Me reprendo. 

Cuidadosamente intento marcar distancia entre Aaron y yo, pero justo cómo me lo temí él no lo permite, realizando un movimiento que me desconecta del mundo, siendo sus manos las que me sujetan con una firmeza desarmadora al juntar nuestros pechos y obsequiándoles a todos un verdadero y actuado —O eso me esmeraba en pensar —espectáculo. 

Seducida por un Clarck (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora