Capítulo 11: Cediendo a la oscuridad.

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POV SAM:

Continuando pensativa y con las últimas palabras de Aaron curculando por mi mente nos volvemos a acercar a su moto, ya sin nada más qué decir entre los dos y con la latente sensación de que algo inconcluso se mantenía justo en medio.

Para añadirle más embrollo a mi mala fortuna un par de gotas de agua fría impactan en la piel de mi mejilla a mitad del camino, siendo estas apenas el comienzo del imparable diluvio que a penas en cuestión de segundos nos empapa a los dos en menos tiempo del pensado.

Ya era de noche.

Las calles se iluminaban tenuemente debido a los faroles de cada esquina y si antes quizás sentía algo de frío con la baja temperatura ahora con la ropa mojada y gran parte de mi cuerpo al descubierto por estar vestida con tan sólo una pijama debajo del delgado suéter, podía verdaderamente decir que me estaba congelando.

Los dientes me castañean, el pelo destila agua por doquier y no sé ni cómo o cuando pero logramos llegar vivos y enteros al edificio.

Aaron cuidadosamente logra aparcar a las afueras de la gran puerta principal, instándome a apresurarme en bajarme, entregarle el casco y dejarle el camino libre para perderse en sus propios asuntos.

Sólo que una vez más el endemoniado casco se atora en mi cabeza. Llevándome a maldecir por no poder sacarlo ni una sola vez por mí misma.

—Joder... —Aaron bufa estresado, tocándole bajarse primero que yo para poder ubicarse tal cual como lo hizo en el salón de clases de la NYU por la mañana.

Sólo que en vez de una mesa, yo continuaba sentada ahora mismo sobre su moto.

—No me sorprende que hagan contigo lo que se les de la gana...—indica con hastío, llevándome a fruncir el ceño al momento —¡No puedes ni usar bien un maldito casco!

—¿¡Bueno pero y es que tú estás loco o qué!? —Le aparto las manos de un manotazo por grosero y tajante. No entendiendo a qué viene el innecesario comentario en estos precisos instantes —.Me haces el favor y a mí no me estés hablando de ese modo —gruño ahora nuevamente de mal humor, luchando yo solita con el pedazo de objeto del demonio hasta que logro sacarlo y liberar mi cabeza —¿Ves? No había la necesidad de comentarios estú... —Me detengo abruptamente cuando ya con más claridad logro visualizarlo aún mejor, sintiendo como si me hubiesen aventado unos diez valdes de agua con hielo a la cara al precisarlo.

Su cabello negro yace pegado a su frente por el agua que aún cae sobre nosotros en forma de gruesas gotas que se pierden en la tela de su camisa. Recorriendo desde la cima de su cabeza, nariz y labios enrojecidos debido al frío hasta morir a lo largo de su largo cuello.

¡Jo-der!

Jadeo con fuerza gracias a lo excesivamente erótica que se me hace toda su imagen al completo ahora mismo, enrojeciendo del calor cuando las venas de sus brazos se tensan por sobre sus tatuajes, orillándome a recordar no muy convenientemente cuando en el día de hoy los mismos labios provocativos que ahora mismo se relame al mirarme me besaban el cuello sin vacilar.

—Mierda... —Los dedos de sus manos se abren y se cierran esporádicamente, y yo me pregunto el motivo de aquella maldición hasta que lo descubro mirándome el pecho que por muy debajo que estén debajo del suéter y la pequeña blusa fácilmente se me podían dibujar el contorno de las a la perfección gracias al inesperado aguacero.

Aaron no ejecuta ni un sólo movimiento.

Viéndose estático.

Pasmado y siendo únicamente sus ojos los que me desnudan, saborean y destrozan el cuerpo y hasta el alma entera.

Seducida por un Clarck (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora