Prólogo:

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Diciembre 20, 2024.

POV SAM:

El pecho me arde, las piernas me duelen y el frío sudor que resbala por mi frente me hace sonreír al estar complacida conmigo misma.

La rutina de ejercicios para el día de hoy he logrado culminarla, por lo tanto, ya podía marcharme tranquila del gimnasio en donde entreno a mi respectivo departamento compartido a descansar.

Y lo necesitaba con urgencia.

O eso si quería asistir sana y salva a la reunión junto con mi familia para celebrar las navidades. Fechas en donde podía permitirme romper la dieta y felizmente me abarrotaba de pan, pavo y muchas golosinas.

Mantener la figura que tengo nadie dijo que sería sencillo.

Dejando a un lado el escozor potente en la zona de mis pantorrillas y glúteos, me acerco a mi fiel deportivo rojo y procedo a buscar las llaves del vehículo dentro de mi pequeño bolso.

¿Dónde diablos estánMe quejo.

En medio de mi búsqueda me alerto a tiempo de la llamada entrante por parte de Stacy, que aunque ya contara con sus veinte años de edad desde hace ya dos meses, para mí siempre sería mi hermosa peque o fastidioso saltamontes.

—Aquí Samantha ¿En qué te puedo servir, umpalumpa? —sonriendo para mí misma me divierto con su resoplido, completamente segura de lo mucho que le disgusta que la llame de aquel nuevo modo.

—Fingiré que no he oído la tonta forma por la que me has nombrado —La voz de Stace suave y pausada inunda mis oídos, logrando que sonría complacida por conversar un poco con una de mis personas favoritas en el mundo.

—¿Qué cosa? ¿Umpalumpa?—Maliciosamente observo mi reflejo en el cristal de la ventana, mirándome sujetar el teléfono celular entre mi hombro y oreja.

—¡Hasta que al fin consigo las maldita llaves!—sonrío cuando tanteo el material de acero. 

—¡Sam!—Se molesta.

—Vale ya, no sigo...—libero una risita. A veces, si me lo proponía, realmente podía llegar a ser toda una molestia. Y eso sí que me encantaba.

—Se agradecería...—murmura y yo blanqueo los ojos ante su intachable comportamiento—...¿Cuando llegas? Ya casi todos están aquí y te estamos esperando.

—¿Quienes son todos? —me tenso. A la expectativa de lo inevitable.

— Nuestro padre y Eli... —inicia—...Sean y la pequeña Khloe...—prosigue con cautela, y yo cierro ambos ojos—...Athena y...—inhala profundo, deteniendo la conversación por breves momentos.

—¿Y?

—Uno que otro miembro de los Clarck.

—¿Bastian, por ejemplo?—ignoro la punzada de incomodidad que su información me ha generado.

—¿Qué hay con él?—finge estar desinteresada.

—No lo sé, tú dime...

Seducida por un Clarck (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora