Capítulo 14: Intereses.

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POV AARON:

Acelerando a toda marcha por la gran Manhattan ignoro a todo el mundo, concentrado en la velocidad, la adrenalina y la brisa fresca que me remueve los oscuros mechones de cabello.

Conductores resuenan sus bocinas cuando los repaso sin importarme ni una mierda, necesitando llegar prontamente a la residencia Black, hogar de mi queridísimo padre, Asher.

Temprano por la mañana he recibido un mensaje de su parte. Requiriendo de mi presencia para ponerme al tanto de una de sus nuevas maneras de seguir obteniendo el poder, y la cual, seguramente le urgía de mi asistencia.

¿Cuál sería en ésta ocasión su nueva payasada? No lo sabía, más me importaba si quería que se mantuviera alejado de mis mierdas, y lo suficientemente cuerdo como para no estorbarme en el camino.

—Bienvenido, joven Black —Los guardias de seguridad se encargan de abrirme paso dentro de los inmensos terrenos, y yo sólo me limito en asentir en dirección al portero que tras ingresar bloquea todo tipo de acceso al área.

El camino de piedra vibra tras mi paso, estacionándome frente a la casa prácticamente de cristal blindando que el muy vanidoso de mi padre todo el tiempo presume.

Dejando mi casco sobre el manubrio de la moto me revuelvo el cabello, enderezando posteriormente mi reloj y arremangándome las mangas de la chaqueta de cuero para relucir de mejor manera los tatuajes que tanto Asher aborrece y repudia en mis antebrazos.

Subiendo las escaleras de dos en dos me aproximo a la puerta de entrada, siendo ésta abierta para mí incluso antes de llegar a la misma.

El cielo se encuentra ligeramente nublado, los jardineros se encargan de perfeccionar la fachada de un perfecto hogar, y el aroma de comida siendo preparada llega de inmediato a mis narices.

—Buen día, joven Black —saluda una de las empleadas en el inicio de la estancia principal, pero yo continúo mi trayecto con la ruta ya trazada en mi cerebro —.Su padre se encuentra esperándolo en su oficina —oigo perfectamente mientras atravieso la sala absurdamente grande de estar, observando los acabados en color negro, plata, y blanco.

Fotografías de mi difunta madre cuelgan de la pared cuidadosamente, estando junto a las de ella unas cuantas mías de cuando tenía a penas unos cinco años. Época en dónde aún ni siquiera me esperaba todo lo que se me vendría encima. 

Continuando por los pasillos me acerco cada vez más al despacho, llegando hasta éste segundos después para poder atravesar la puerta sin anunciar siquiera previamente mi llegada.

Ya dentro de la oficina analizo en cuestión de segundos cada centímetro de la espaciosa habitación, en busca del objetivo que reposa sobre una silla de cuero en la zona central de dicha extensión.

Ahí está.

Frío, calculador y mentiroso nato de primera.

Mismos ojos, mismo cabello—a diferencia de un par de hebras blanquecinas— y misma voluntad de venderle su alma al diablo con tal de velar por sus propios intereses.

Muy bien dicen que de tal palo, tal astilla. Y en ésta ocasión Asher Black y yo no estábamos muy errados de dicha reflexión.

—Bienvenido seas, hijo —La figura casi idéntica a mi persona con unos cuantos años más encima le da una larga calada a su puro, reposando uno de sus brazos sobre la superficie de madera que yace frente a él.

—Ve al grano, Asher. —Me quedo de pié, iniciando el conteo regresivo de los minutos que pienso quedarme por estos sitios.

—¿Ni si quiera un cómo estás? ¿Te encuentras bien, papá? ¿Nada? —se burla.

Seducida por un Clarck (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora