Capítulo 18: INFIERNO (Parte II).

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POV SAM:

Sábado.

Estoy nerviosa. Muy nerviosa.

El día de hoy se cumple un mes de relación con mi novio. Por tal motivo, él me había invitado a comer a su departamento para celebrar el momento.

Había tenido que mentirle a papá. Diciéndole que en realidad iba a almorzar en casa de mi mejor amiga Danna.

¿La razón de dicha mentira? Por el simple hecho de que sé que odiaría y no me consentiría la simple idea de estar junto a él.

El sueño de toda chica...

Jacob Allen.

Nunca creí que un chico como él, tan apuesto, popular y magnífico, hubiese querido intentar algo conmigo siendo tan pequeña —o al menos un par de años menor que el—. Pero aquí estamos. Justo sobre su sofá, a mitad de una película de terror titulada: Viernes trece.

Sus manos grandes y suaves me sujetan por el cuello con firmeza, saboreando mis labios inexpertos con ahínco mientras mis palmas están posadas con nerviosismo sobre su agitado pecho.

—Sabes tan bien... —Su voz ronca me estremece. Sintiéndome tan ansiosa que pienso que todo lo que hago lo realizo fatal al ser éste mi primer beso—...no pienso permitir que nadie más disfrute de tus labios.

—Yo...

—Shhh, Sam. A partir de ahora sólo serás mía. Espero lo tengas claro —advierte mientras me insta a mirarlo, robándome una genuina sonrisa.

—Jacob... —tiemblo presa de mis propios sentimientos.

Poco a poco la situación empieza a aumentar de temperatura gradualmente, y con ello, el miedo y la inseguridad de ir por aquellos caminos.

No estaba lista. Y eso a él no le gustaba. Yo lo tenía que entender considerando que era un chico experimentado y con necesidades ¿No?

O al menos esas eran sus explicaciones de por qué su enojo cuando en el pasado me abstenía de ir más allá.

—Esta bien —bufa enojado al adivinar mis pensamientos mediante las expresiones de mi rostro, pero luego sonríe en cuestión de segundos cuando con uno de sus dedos me acaricia la mejilla —Aún me queda paciencia para esperarte...

Me gustan muchos sus ojos.

Son grises. Parecidos al acero.

De un momento a otro ya no estábamos en la sala. Y no era el mismo contexto el que estábamos viviendo.

Ahora yo me encontraba de pie en medio de su oscura y helada habitación.

Con el cabello desordenado, las extremidades adoloridas y justo en una de mis manos el trofeo de un campeonato que él se había ganado.

Untado de sangre tibia. 

—Lo siento...Lo siento...Lo siento... —no paro de repetir una y otra vez, mirando aterrorizada como un hilo de sangre chorrea por su frente, justo después de haberlo golpeado con todas mis fuerzas con el objeto.

Las paredes rápidamente se ciernen sobre mí, el suelo bajo mis pies tiembla hasta hacerme caer, y cuando vengo a recordar estoy caminando por las afueras del edificio con la blusa y las manos teñidas con su sangre.

Seducida por un Clarck (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora