Capitulo 33: Nuevos y viejos temores.

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POV AARON:

Existen diversas molestias en esta vida.

La molestia ante las personas ineptas e ineficientes.

El hecho de que crean que pueden hacer conmigo lo que les salga de los cojones.

O claro está, y lo que encabeza la lista de peores dolores de cabeza: Asher Black.

—¿Qué quieres? —ignoro la presencia de mi progenitor adentrándose a mi departamento sin mi expresa invitación, preparándome mentalmente para el montón de basura y palabrería que está por despotricar.

—¿Me puedes explicar qué demonios te traes con Samantha White? —continúo con la vista anclada en la enorme televisión que se encuentra en mi sala, hasta que el sonido de una revista y diversas fotografías cayendo esparcidas por la mesa de cristal frente a mi, interrumpe mi interesante rutina.

Imágenes en dónde Samantha y yo nos encontramos vinculados, asistiendo juntos al evento de Asher, participando en las carreras ilegales  y justo a las afueras del cementerio en dónde he visitado a mi madre.

—No sabía que a parte de capullo, eras un completo entrometido —bostezo colocándome sobre mis pies, caminando en completo silencio  hasta mi alcoba.

— No me dejas más opciones. Lamentablemente tengo que prevenir todas las cagadas que te esmeras en realizar. —se toma el puente de la nariz, y podría jurar que cada una de las canas que le han ido saliendo en la cabeza se debían a mi.

—Al punto, señor Black —blanqueo los ojos, ahorrandome sus balbuceos.

—No te hagas el desentendido. Esto es peligroso y lo sabes —me apunta con su dedo, tensando la mandíbula  —.Estoy a punto de obtener nuevamente el poder y tú...

—¡Te tengo noticias, Asher! —me giro rápidamente sobre mis pies, cruzándome de brazos —Esto no se trata de ti. Ni de tu mierda de campaña corrupta.

—¡No lo entiendes! —eleva la voz, iracundo y furioso —¡Está bien que te tires a la primera puta que se te ponga al frente! —los ojos negros se le oscurecen un poco más, dilatando la vena que se le remarca en el cuello —¡Más no a la hija del hombre que maneja a su puto antojo las malditas leyes! —se altera —¡Steve White puede mandar todo al infierno y meterte tres las rejas si se le da la puta gana y lo sabes!

Rechino los dientes en busca de manejar mis emociones, lograndolo de inmediato para cuando con bastante calma le digo:

—¿Ya terminaste con los gritos? Tengo cosas que hacer y si somos honestos, ahora mismo, o nunca mejor dicho, me apetece dialogar contigo.

—Nigel... —menciona en advertencia mi segundo nombre, sabiendo a la perfección que precisamente a él se lo prohíbo. —.No te creas que no la he investigado —confiesa, y me limito a no reaccionar ante aquella declaración. Asher no es estúpido, y ya de por sí se había tardado en hacerlo —. No se qué demonios tramas pero estás entrando en terreno peligroso, hijo. Ella no...

Le cierro con fuerza la puerta de mi habitación en la cara, encaminandome al vestuario en busca de una franela cómoda. Minutos más tarde oigo claramente cuando se retira, sintiendo seguidamente como un enorme peso de encima cae de mis hombros.

Imbécil.

Posteriormente, y tras abandonar mi apartamento, ya el sol se ha ocultado para darle la bienvenida a la noche. Tenso y con mil cosas en la mente me apresuro en llegar hasta mi moto, encendiendola y llevándola a rugir con bastante fuerza.

No había nada más adictivo que el peligro. El riesgo de caer pero sin llegar a hacerlo.

Lo prohibido me gustaba. Lo salvaje, violento e incontrolable.

Seducida por un Clarck (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora