Capítulo 24: Contradicciones.

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POV AARON:

El aroma envolvente del cigarro ondeando a través de la helada brisa me acaricia los músculos, relajando de inmediato la latosa sensación de la ansiedad recorriendo fluidamente por mis venas.

El zumbido originado por el sinnúmero de personas reunidas en la zona roja de las carreras me lleva a inhalar una vez más del delgado pitillo, enumerando cada uno de los segundos en que una vez más la intolerable pelirroja me ha estado haciendo nuevamente una de las suyas.

Maldita impuntual. Giro los ojos, sumido en un sepulcral silencio que aleja a cada uno de los presentes cuando de reojo me analizan, jurando firmemente que no me doy cuenta de su patético escrutinio.

Nueve y veintisiete minutos.

Lleva ya aproximadamente una media hora atrasada. Aumentando de momento mi impaciencia, más sin embargo afianzando en consecuencia mis facciones completamente libres de emociones e indicio alguno de lo mucho que me enoja su desacato.

—¿En qué piensas, dragoncito? —No paso por alto el matiz empapado de escarnio con el cual la mujer a mi lado me habla, llevándome a encararla para ubicarla fielmente a mi costado derecho.

—Nada que te importe —musito pausadamente, y podría asegurar sin ni siquiera observarla que la esquina de sus ojos se ha contraído, al igual que el músculo de su mandíbula en señal de desagrado.

—No tienes que ser un gilipollas también conmigo, lo sabes ¿No?—Jane se acomoda de forma atrevida su top de cuerina cuando con aburrimiento la veo, jugando seguidamente con las puntas maltratadas y teñidas de rosa de su cabello.

—Deja de llorar y a mi no me jodas.

—Yo sí sé leerte, idiota. Y a como sigas así de agrandado tarde o temprano alguien más lo hará.

—Suerte en el intento —Es lo último que le digo antes de verla darse la vuelta y caminar hacia alguien más, robándose en el trayecto la mirada salvajemente hambriada de más de un hombre en el camino.

En poco tiempo las carreras de esta noche darían inicio. Mucho dinero estaba en juego para algunos, así como para otros el agrandar su reputación, anhelando ilusamente derrumbarme a mi en el proceso.

En lo personal esto no era más que una actividad más extracurricular. Algo en lo que participaba simplemente por puro gusto, agradándome la adrenalina  y la emoción de aplastar una vez más las emociones y esperanzas de cada uno de los competidores.

Quince años era la edad que tenía cuando aprendí a conducir mi primera motocicleta. Siendo por su puesto la pesadilla de Asher, y uno de los primeros placeres que descubrí siendo tan sólo un joven crío.

Usualmente las cosas dentro de la mansión Black solían ser bastante movidas, más dentro del mundo en el que vivía, y en el que muy a mi parecer o no continuaba viviendo.

—Santo Cristo.... —El jadeo sorpresivo por parte de uno de los miembros del círculo en que me encontraba me insta a espabilar, causándome curiosidad la razón por la cual todo el grupo se ha asombrado.

—¿Y ésta princesita de qué castillo se ha escapado? —silba otro de los mugrientos al deslizar la punta de su asquerosa lengua por sus labios resecos y partidos, visualizando de manera detallada la figura de Samantha White abandonando la comodidad de su estrambótico y lujoso deportivo junto a las mismas personas con las que la vi temprano por la tarde.

—Del castillo que te meteré por el culo a como no dejes de decir estupideces —demando con la serenidad adueñándose de mis movimientos, siendo únicamente que la ira en mi mirada lo que lo insta a levantarse y a perderse por donde vino sin réplicas u objeción alguna.

Seducida por un Clarck (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora