POV SAM:
Problemas. Estaba metida en serios problemas.
Es decir ¿Qué se podía esperar al quebrantar la ley mediante el allanamiento de ésta mierda de parque?
Aaron Black y yo nos encontrábamos literalmente rodeados por al menos diez oficiales, dejándonos contra la espada y la pared al no encontrar salida alguna que nos librara del ser arrestados.
Quería matarlo.
¡Y vaya que sí!Ya que sino hubiese sido por su estúpido capricho de traerme hasta acá, nada de esto hubiese sucedido.
¡Ash!
—Tienen un minuto para bajar con las manos en alto o les aseguro que las consecuencias serán aún mayores —señala el señor de uniforme oscuro, sin dejar de apuntarnos con su arma y la luz de su linterna.
—¡¿Viste lo que provocas?! —exclamo en un quejido, fulminando con la mirada al pelinegro —¡Iré arrestada por tu culpa!
—Cálmate ¿Sí? —gira los ojos— Gritando no resolverás una mierda.
—A mí no me digas qué cojones hacer, Aaron. Todo esto es por tu culpa y punto —gruño enfadada, procediendo a levantarme como puedo aún con mi tobillo adolorido.
—¿Qué haces? —percibo su voz a mis espaldas.
—¿No es obvio? Salvar mi pellejo mientras todavía puedo.
—¿Te vas a entregar? —cuestiona con aburrimiento.
—No es que se pueda hacer mucho con el pie torcido, ¿No crees? —sonrío con ironía, señalando mi tobillo —.Debí de haberme quedado viendo películas ésta noche, joder…—bufo en voz baja, cojeando pausadamente por el techo liso hasta bajar las escaleras y salir de la gran casa con ambas manos en lo alto.
Uno de los policías se me acerca cautelosamente con un par de esposas para empeorarlo todo aún más, llevándome a pensar en si de verdad se cree que soy capaz de atacarlo en mi precario estado.
—Cuidadito con lo que toca, abusador —protesto cuando se tarda de más en rozar la curva de mis nalgas con sus dedos, llevandome a estar a la defensiva —.Estoy tratando de llevar esto por la paz, más no me provoque o no respondo.
—Sí, claro…—sonríe airado —.Mejor guarde silencio que la pienso llevar a la estación —pausadamente empieza a recitar cada uno de mis derechos, siendo uno de ellos el que puedo llamarme a un abogado.Con lo que el no contaba era que tenía al mejor de todos en mi lista de contactos .Más no se me hacía el asunto lo suficientemente grave como para importunarlo ahora mismo.
—¿Y tu novio no piensa salir o qué? Deberías de convencerlo de que lo haga sino quiere que le aumenten los días tras las rejas por resistirse a la autoridad.
—Para empezar, ese ser no es ni será nunca de los jamases mi novio —dejo muy en claro— .Segundo ¿Cómo que tras las rejas? ¿Eso también aplica para mi?
—Ni modo. A menos que tengas corona de la realeza y yo no esté enterado —Se burla el muy imbécil, acortando la escasa paciencia que trato de contener ante toda la situación.
—Corona no, pero sí muchos contactos que lo pueden dejar sin su placa —La sangre me hierve debido a sus chistes sin sentido, y el idiota que se hace llamar policía parece enojarse.
—¿Me está amenazando? —tensa la mandíbula, recibiendo el merecido impacto en su frágil ego masculino.
—Tómeselo como quiera. Además… —tomándome en desventaja me arrincona contra la patrulla policial, lastimándome el abdomen, tobillo y mentón en el proceso al ejercer durante dicha maniobra fuerza bruta y desmedida —Oh, maldito hijo de perra…—siseo con la cólera desbordándose por mis poros.
—¿Decía, señorita? —El muy gilipollas suelta largas carcajadas junto a sus compañeros inútiles, ejerciendo más presión sobre mis delgadas y adoloridas muñecas.
Yo sólo respiro profundo, hago un conteo mental de cada una de mis respiraciones, tragandome absolutamente todo el dolor y con ambos ojos cerrados invoco cada una de las clases de defensa personal que mi padre a temprana edad me obligó a tomar.
Echando la cabeza hacia atrás lo golpeo justo en el tabique, logrando que me suelte la manos quejumbroso para luego voltearme, sujetarlo del hombro y con toda la fuerza reunida agarrarlo y empujarlo ahora a él contra el maldito auto. Bloqueando cada uno de los puntos en que pueda atacarme para volverse a liberar.
—¿Decía, oficial? —bato mis largas pestañas mientras le susurro con sorna en el oído.
—Hija de puta… —se le enrojece el rostro —¡Te juro que me voy a asegurar de que no salgas de la cárcel en meses!
—¡Ya quisiera verlo intentarlo, abusador! —Dos policías más se me acercan para apartarme de su fracasado compañero, agarrándome con brusquedad como si fuese una peligrosa criminal —¡Suéltenme, infelices! —vocifero a todo dar, ya con las emociones rebasando el límite de mi paciencia —¡No saben en lo absoluto con quién se están metiendo! —araño la mejilla de uno de los que me arresta sin gran motivo, y a otro le atino una patada con el pie que no me duele en la entrepierna.
—Y tampoco me importa, zorra estúpida —uno de los malnacidos intenta sujetarme por el cabello, queriendo dominarme.
—¡Corruptos, eso es lo que son todos ustedes pandilla de buenos para nada!
—¡Ahora sí me hartaste!—exclama el mismo cerdo que intentó manosearne desde un principio cuando entre los tres intentan adentrarme a las malas en el interior de la patrulla—.Quédate quieta o sales mínimo con un dispa…
—Suéltenla.
La orden fría, calculadora y severa que se distingue a nuestras espaldas nos pone a todos en alerta, encontrándonos con el tatuado de cabello negro que más temible que nunca se apoya de una de las paredes exteriores de la casa con la mandíbula templada y los ojos más escalofriantes que he visto en mi corta vida.
—A la cuenta de tres la quiero ver lejos de ustedes, libre e ilesa —me señala con el mentón, dejando en estado de parálisis a los cavernicolas que con miedo y confusión se miran entre sí —.No tengo paciencia así que yo siendo ustedes la voy soltando ahora mismo.
—Joven Black… —palidece uno de los gorilas con sus sucias manos aún sobre mi brazo, incomodándome con su toque áspero y grotesco —.Pero usted y... ésta niñata…
—Uno… —Aaron inicia el conteo regresivo, enarcando una de sus cejas oscuras con expresión de: Realmente no quieren conocerme muy enojado.
—¡Ha irrespetado a la ley! —lloriquea otra de las nenas que me sujetan.
Débiles…
—Dos… —Aaron los ignora mientras desprende poder sobre todos ellos, tensando los puños cada vez más al no ser inmediatamente obedecido.
Y acá pensándolo…¿A qué se debe el gran miedo que estos cobardes le tienen?
No es como si fuese el gran presidente como para…
Ah, cierto. Aaron era un Black. Hijo del político más destacado del momento.
—Tres. —culmina en el mismo segundo en que soy soltada, callándoles la boca a todos los hombres que a regañadientes e impotentes le bajan la cabeza.
¿Okey? No me esperaba que su palabra tuviera tanto peso en la ciudad. Mucho menos con el cuerpo de policías de New York.
¿Hasta dónde era capaz de llegar sus alcances? ¿Y con qué propósito lo usaría?
Sabía muy bien que Black era de cuidarse. Pero cada vez más me doy cuenta que aún no conozco ni la cuarta parte de lo que éste hombre podía llegar a ser. O de lo que ya era.
—Perfecto —sonríe maquiavélicamente, luciendo satisfecho —.Es bueno saber que aún continúan siguiendo al pie de la letra el papel de las perras de mi padre, y los de toda mi familia.
—Lo sentimos, joven —contestan a las malas.
—Más les vale hacerlo… —El pelinegro me sujeta del antebrazo segundos después, arrastrándome a su lado con nada de delicadeza para llevarme junto con él hacia la salida.
—¿Qué ha sido eso, Aaron? —No puedo evitar cuestionar cuando por fin llegamos hasta su motocicleta. Lejos de la supuesta ley de los payasos.
—Ventajas familiares, se podría decir —.Es lo único que dice, dejándome igual o peor de intrigada.
—¿Y no pudiste antes de que me entregara realizar todo el numerito de mafioso?
—¿Y quitarle lo divertido a toda la situación y a tu papel de mujer maravilla? —lo observo entre ofendida y boquiabierta —.No, gracias. Además de que se me hizo muy estimulante en cierta manera verte en dicho modo.
—Dime la verdad…¿Te encanta hacerme enojar, cierto?
—A mí me encantan muchas cosas, Samantha. Sólo que aún no estás ni de cerca lista para enterarte de ello.
—Lo dices como si en un futuro nos volveremos los amigos más íntimos de la vida o algo por el estilo… —Una sonrisa llena de crueldad surca en sus labios, casi como si supiera o se sospechara cosas que yo aún desconozco.
—Me han dicho que suelo dejar huella en las personas que me conocen. Y que por mucho que lo detesten y lo eviten, hasta soy capaz de lograr que se encariñen conmigo.
—Sí, ajá… —me cruzo de brazos ya hastiada, dando por concluido el tema.
Tras largos minutos en donde termina por convencerme de llevarme hasta el edificio, en completo silencio me vuelve a ayudar a subirme a la parte trasera de su moto, encendiéndola hasta que la hace arrancar para dirigirnos finalmente a donde vivimos.
En todo el camino no fui capaz de mantener los ojos abiertos por más de cinco segundos, completamemte presa del miedo e insultando a cada minuto su estúpida y peligrosa manera de conducir, sin temor ni prudencia.
Al llegar a la residencia ninguno de los dos se despide del otro, y yo le agradezco a todas las divinidades existentes por llegar a salvo y en una sola pieza a casa.
Estaba exhausta. Demasiado para ser honesta.
Por lo mismo me aseguro de hacerle saber a Danna que ya estoy en el departamento, disponiéndome a encerrarme en mi habitación con pereza.
Me ducho, cambio y ya fresca y cómoda me aviento sobre la cama, logrando conciliar el sueño más rápido de lo que pensé. Y sin una sola pesadilla que me arruinara el descanso.
De hecho, imágenes en donde terminaba lo ya iniciado aquella noche me hizo amanecer con una insidiosa y para nada esperada humedad en medio de mis piernas.
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Seducida por un Clarck (II)
Romance⚠️Libro II de la TRILOGÍA CLARCK⚠️. ..... Un pasado doloroso. Un presente cargado de intensas emociones y... Un futuro peligrosamente incierto. ¿Podrá el pasado superar a un nuevo presente?. Nuevas venganzas, mentiras por descubrir y...¿Cómo no? a...