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[Dos cocitas antes de empezar: La cancion no es necesaria que la pongan, pero es la que me ha acompañado durante la escritura de este capitulo. Es una joya de canción y ahora la amo.

Y he cambiado el nombre de Jesse al actual, solo aclaro para que no se confundan.]


El tiempo pasó más rápido de lo que hubiera deseado, ni siquiera en sus peores momentos podía creerse lo rápido que era, cortándole las esperanzas en un parpadeo.

Ese día, en aquella fría madrugada, estuvo esperando alejado en lugar del hangar; en la puerta para ser más exactos. Pese al poco personal y la reducida actividad, no podía entrar y tampoco había alguien allí al cual pedirle el favor como solía hacer Cole.

Con manos entre los bolsillos, Hanzo oculto más su mandíbula en el cuello elevado de la gruesa chaqueta, ese día no fue el mejor. Pasando a duras penas un recién obtenido resfriado que al menos se mantenía a raya, pero ahí estaba. Cumpliendo lo que se había propuesto.

Recordaba haber sentido una presión en su pecho cuando debía cortar rápidamente el contacto de sus brazos a su alrededor. Moviendo apenas sus labios para hablar en un tono bajo, sin necesidad de elevar su voz seguramente ronca por la irritación.

— Por favor, cuídate.

Observándole, noto la sonrisa torcerse en su rostro, sin molestarse en intentar ocultar las lágrimas presentes.

Asintiendo torpemente mientras en su mano mantenía una valija pequeña, se acomodó en su sitio. Ese momento parecía ser una de esas pocas ocasiones en las que no parecía tener nada que decir, incluso bajo un contexto como ese, no salía nada de sus labios.

No podía reprocharle nada, tampoco estaba en el mejor lugar.

Poniéndose al frente, tuvo una última vista, el como portada aquel uniforme tan formal; uno que llevaba la insignia de una supervisora con su nombre grabado en claro sobre una placa dorada. Reluciente al ser nueva. Los otros no guardaron sus palabras al verla portarlo unos días antes de su partida como una exhibición, recibiendo halagos y felicitaciones. Hanzo no permaneció atrás con sus palabras, mucho menos con el abrazo que la rodeó con cariño.

Tenía bien grabada la sonrisa en su rostro ese día, que aunque se hubiera apagado en algunas ocasiones por la mención de su poco tiempo restante allí, no quitaba el brillo en su mirada.

Escuchando el llamado de los que abordaban el avión, respiro a fondo y dio algunos pasos sin girar, dándole una mirada cristalina por unos segundos antes de darle la espalda y comenzar a alejarse a un paso rápido.

Permaneció en silencio observándola irse, repitiendo una y mil veces que eso era lo mejor para ella, lo que merecía. Todo por lo que se habría esforzado. Para sí mismo: que no debía pedirle quedarse allí, incluso cuando tuviera las palabras en su boca cerrada con fuerza.

Sin embargo, la vio regresar a zancadas, levantando la cabeza junto a una mueca. Levantó sus brazos cuando noto que los suyos hacían lo mismo, anunciando así un abrazo que aceptó con necesidad.

Estremeciéndose, rodeo su cintura y la atrajo a su pecho, manteniendola allì todo lo que pudo. Memorizo cada sensación en su piel cuando la suya rozo, incluso cuando sus labios se quedaron unos pocos segundos sobre su mejilla. Dejando que un agradable calor se esparciera sobre su cuerpo hasta erizar la piel.

Cuando volvió a separarse. Suspiro. El gorro ya no cubría su cabello ni orejas, dejando a la vista los auriculares blancos. Brillando al igual que aquella chispa en sus ojos.

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