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Por solo unos días más, la rutinaria calma reino en el cuartel, en el hangar los aviones que ingresaban desde misiones pasadas llegaban en un estado considerable y los aviones de carga habían dejado de tener caídas inesperadas. Aunque por supuesto seguían buscando las fallas que generaron esas caídas.

Aller podría no ser parte del equipo especial encargado de identificar esa falla, pero podía ponerse en sus lugares e imaginar los frustrados que estarían todos ellos.

Estaba ya a final de su turno haciendo inventario y lista, haciendo además un recordatorio interno de todo lo que vendría en su próxima entrega. Hace menos de dos horas Müller había reunido de nuevo a su escuadra para hacerle entrega de una misión que consistía en llevar componentes nuevamente a la base en Hungría. Parecería una sorpresa pero los suministros técnicos de esa base estaban constantemente en picada debido a las constantes misiones en enfrentamientos dentro del país.

Según les explico Müller allá prestaban además constante apoyo hacia la base menor en Rumania; esa ni siquiera tenía cinco años de haberse fundado y las zonas rojas eran bastantes. Pero no las suficientes para atraer la atención fija del cuartel central. Prácticamente los líderes de esas dos bases actuaban a su propio criterio. Pero tampoco era de su incumbencia.

Suspiro entre dientes, estaba segura de que al volver de esa misión iba a presentar de una buena vez todas sus ideas claras a Winston y a Müller.


Y como si lo hubiera invocado, el presentimiento subió por su espalda en un escalofrió hasta situarse en su nuca; detuvo el tecleo de sus dedos en la pantalla y espero a que ocurriese algo. Y lo hizo, entre los pocos miembros del equipo que aún quedaban ahí devolviendo a su lugar equipos vio una figura conocida; quizás más de lo que deseaba.

Enfoco toda su atención en Matías, quien parecía haber pasado completo de su persona más adelante por un corredor del hangar, eso o la confundía con alguien más del personal; no tenía especiales razones para estar vigilándolo prácticamente, pero la forma en la que observo a los lados antes de seguir caminando le hizo entrar en curiosidad.

Pronto dejo de lado el inventario para ir a paso tranquilo hasta donde él había ido, teniéndose en la esquina de un equipo de carga, ahora tenía una vista mejor de lo que estaba haciendo y eso era abrir la compuerta de una de las naves. Tampoco hubiera visto eso como algo extraño de no ser porque a esa hora del día el turno había acabado, y con ello todo quipo y nave dejaba de ser tocada al menos de que hubiera un equipo atrasado; y para seguir trabajando ese equipo debería informar para dar aviso; y ningún equipo lo había hecho y nadie debería abrir alguna nave.

Cuando comprobó que otros presentes estaban demasiados ocupados en sus tareas restantes para detenerlo emprendió camino hasta él. Era su deber.

— ¡Matías!

Presencio perfectamente como su cuerpo salto por su llamado, girando y dando cara; su rostro era una combinación de ligero enojo y sorpresa. Pero pronto pasó a ser una sonrisa nerviosa y característicamente de él, altanera.

— Aller, que susto me has dado.

— Sabes que va contra las reglas tocar naves luego del cierre de jornada. ¿Qué crees estás haciendo?

— Hm, lo sé, he leído los manuales tanto como tú– Su mirada viajo de ella a la puerta de la nave– Es solo que he olvidado algo allí adentro, y cuando me di cuenta ya había pasado... quería sacarlo de ahí antes de que fuera usada otra vez.

No le dio una respuesta a eso de inmediato, ahora podía entender la razón de su actitud, pero eso no era una excusa para su descuido con el equipo. Pero como si quiera comprobar que aquello era cierto, como un impulso de la desconfianza insana que se alojó en su pecho comenzó a revisar la lista del inventario aun en la tableta de su mano.

GélidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora