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Hanzo no podía sentirse más enojado, mirando fijamente su arco reposando sobre una de las mesas del taller de armas; la cuerda se había quebrado e intentaba repararla sin mucho éxito.

Sus manos temblaban demasiado al estar fuera de los guantes y no podía repararlo teniéndolos puestos. Le era demasiado incómodo y necesitaba estabilidad para hacerlo. Mucho tiempo habría pasado ya desde la última vez que tuvo que cambiarla, como casi medio año podía calcular. Metió sus manos dentro de los bolsillos de la chaqueta mirando a los lados. Quizás podría pedir asistencia a uno de los mecánicos encargados de la planta. Pero desconfiaba del propio pensamiento, creyendo que de alguna manera eso generaría otra falla en el arco. Demasiado cuidadoso con su arco debía ser Hanzo.

Termino dejándose caer sobre su silla, suspirando verdaderamente frustrado. Más de repente una voz ajena resonó en el cubículo.

― ¿Día difícil, Hanzo Shimada?

Miro en dirección del sonido, hacia el marco de una puerta, encontrando la imagen de aquella mujer. A la que desenterró de la nieve. Aller. Miro de reojo como la nombrada avanzaba desde el marco portando la camisa con la que solían trabajar los mecánicos del cuartel; visto con más frecuencia en los Lindholm. Y cualquier otro funcionario. Pero esos dos eran los principales en asociarse por el hecho de no importarles salir con el uniforme cubierto de aceite y grasa.

Aller, como ya había dicho, traía encima la camisa de dicho uniforme acompañándolo con un pantalón olgado y unas botas. Y llevando el cabello recogido bajo un gorro de lana azul marino. Hanzo se preguntó si no tendría frío llevando eso. Después de todo estaban a mitad de un invierno.

― Uno de los peores – Refunfuño Hanzo.

― Uh – Aller arrugo su rostro viendo el arco –. ¿Cuál es el problema? ¿Acaso no encontró la cuerda entre el almacén?

― La cuerda la encontré de primeras, pero ese no es el problema.

― ¿Entonces?

Hanzo miro nuevamente al arco, teniendo sus brazos cubiertos y las manos metidas entre estos. Pensó en decir lo que ocurría fijándose en el rostro genuino de tranquilidad de Aller. Finalmente extendió sus manos desnudas sobre la mesa, dejándole ver cómo es que estas temblaban sin control. Dejando ver lo poco estable que estaban.

― Mis manos tiemblan demasiado como para poner la cuerda – Remarco lo ya obvio con fastidio – Y no confió en los otros para que lo hagan. Pienso que no lo trataran como es debido y ocasionaran otro problema.

― Pero se supone que para eso están los mecánicos, y esta planta – Aller señalo el lugar que los rodeaba con sus brazos, estando más cerca ahora de Hanzo. Ganando así una mirada reprochadora del hombre. –. Ya, tranquilo.

― Como sea. ¿Qué hace usted aquí? – Su tono de voz fue más áspero de lo que quería. Pero a la mujer no parecía afectarle, por el contrario, termino sentándose en la silla al extremo de la mesa. No le molesto.

― Fui asignada a esta planta luego de que vieran mi expediente. Soy ingeniería aeronáutica – Explico, ganando la atención de Hanzo – Estaba haciéndome la idea de donde estaba cada pieza. Fui trasladada de mi antigua base para esta, aquí necesitan muchos. ¿Cuál es tu posición en el cuartel?

― Sirvo como agente en el campo, sigilo y espionaje – Respondió a secas, siendo reservado.

― Oh. ¿Y utilizas tu arco como arma? – Recibió como respuesta un asentimiento. – Creía que era tu pasatiempo.

Un silencio se posó sobre el lugar por varios segundos, en los que solo vieron sus rostros y algunas veces alrededor. Para Hanzo, Aller había quedado catalogada como una persona curiosa, eso o era solo la primera impresión. No lo sabía ni tenia paciencia para pensar otra cosa.

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