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Los días siguieron avanzando a su paso natural, aunque algunos más rápidos que otros, con rutinas para muchos de quienes vagaban por los pasillos del cuartel. No paso mucho para que se convirtieran en dos semanas. Cada persona tenía un papel o un trabajo que cumplir; desde administración hasta los agentes de campo. Era obvio que cada uno de ellos tendría sus propios retos desde diferentes puntos de vista.

Hanzo pasó por varias misiones simples de reconocimiento u apoyo regresando ileso y en el peor de los casos, solo eran heridas mínimas, como moretones o cortaduras leves que no dejarían marca en su piel. Hace mucho que acepto dicha monotonía por lo que disfrutaba de ella; teniendo siempre las cosas calculadas y obteniendo un resultado satisfactorio.

Pero ahora tenía algo nuevo a lo cual adaptarse; al final de cada misión los aviones aterrizaba en los hangares, bajando a la tripulación y quedando libres para las revisiones u reparaciones que necesitaran. Algunos llegaban en un mal estado dependiendo de la intensidad de la misión y otros sin ningún problema. Pero los equipos de mantenimiento siempre estaban allí con su llegada con herramientas en mano.

Y entre ellos siempre estaba Aller, lista con el cinturón de herramientas a su cadera. Independientemente de cuantos bajaran por la rampa, ella solían llamar su atención con un gesto de su mano y terminaba sonriéndole; admitía que su presencia era agradable y disfrutaba de sus conversaciones en el comedor o en los talleres. Pero mantenía la duda en su cabeza, preguntándose varias veces qué tenía en sus orejas; porque era obvio que algo tenía en ellas. Siempre estaban cubiertas por gorros u pañuelos alrededor de su cabeza.

Y por último la sensación de calidez que le cubría los brazos. Todavía no tenía respuesta clara, pero empezaba a asociarlo a regañadientes con la presencia de Aller. Siempre ocurría cuando estaban junto a ella. Podría simplemente pasarle porque su actitud era confortable y acogedora junto con el calor siempre presente en su cuerpo; puesto que también había notado eso. De alguna forma, Aller siempre tenía la piel tibia aunque no trajera ropa gruesa.

Esa mujer le generaba más preguntas que respuestas.

Por otro lado, durante esos días algunos otros agentes empezaron a sentarse junto a ellos durante los descansos en los que iban a tomar café; era obvio que se acercaban por Aller y su atrayente personalidad. ¿Quién se resistiría a socializar con una persona que no tenía problemas para desarrollar cualquier tema? Nadie lo desaprovecharía. Pero en algunos días las personas se acercaban sin importar que ambos estuvieran hablando, Hanzo terminaba guardado silencio el resto o haciendo pequeños comentarios. Llegaba a ser más cortante cuando la conversación se tornaba ruidosa o de temas banales.

Pero hoy era diferente, puesto que se había encontrado con la mujer mientras estaba en uno de los cubículos ajustando su arco. La vio pasar a paso moderado por el marco de la puerta y segundos después se devolvió sobre sus pasos mostrando una sonrisa cordial al darle cara.

― Shimada – Pronuncio su apellido de manera tranquila– ¿Se ha roto la cuerda otra vez?

― No, solo se ha desafinado– Movió sus manos señalando el arco abierto– ¿Usted?

― Justo estaba terminando de guardar las herramientas, pensaba en ir al aseo.

Extendió sus manos y brazos al frente, dejándole ver las manchas de grasa en ellos, Hanzo dio un paso adelante y le extendió un pequeño trozo de tela gris. Lo tomo mientras caminaba hasta sentarse en la silla al otro extremo de la pequeña mesa con ojos atentos sobre el arco. Escucho una pequeña risa salir de su boca.

― Al menos las manos no te tiemblan, esta vez– Recibió una mirada de reproche ante su comentario, una leve–. He conocido personas friolentas antes, solían estar siempre cerca de los calentadores.

― Yo no soy friolento– Rebatió de inmediato– Provengo de un país frío.

― Provenir de un país frío no te hace inmune.

― Entonces simplemente no lo soy.

― ¿Y por qué te tiemblan las manos entonces? ¿O por qué te ves en la necesidad de usar ropa gruesa cuando el interior del cuartel esta aclimatado?

Ahora sí recibió una mirada molesta y Hanzo aparto la mirada al ver su sonrisa, creyéndose victoriosa sobre el tema. Termino girando un par de veces más las prensas y luego de que comprobara que estaba afinado volvió a sentarse. Hablo luego de unos minutos de silencio.

― Es el primer invierno en el que frío me molesta– Cruzo sus manos enguantadas sobre la mesa– Aunque hay ocasiones... en las que mis manos dejan de temblar y puedo quitarme los guantes. Como una sensación de calor.

― Eso es particular– Dijo con su clásico tono de curiosidad– ¿Desde hace cuánto pasa?

Desde que llegaste.

Apretó sus labios ante ese pensamiento, por supuesto que no se lo diría. Sería extraño decirlo y no deseaba complicar la relación amistosa entre ambos; hacerlo significaría probablemente generar una incomodidad entre una de las únicas personas en el lugar que no se alejaban ante sus comentarios bruscos.

― Desde hace una semanas.

Noto como Aller se recargaba contra el respaldo del asiento mirándolo de manera fija; ciertamente sus ojos llegaban a tener en ocasiones un brillo quisquilloso. Delatando como buscaba gestos en los otros de las personas en busca de, seguramente, un rastro de duda que pusiera sus palabras en juego. No le había costado demasiado descifrar ese gesto, y ahora sabía que estaba juzgando en silencio sus palabras tras una sonrisa tranquila. Se adelantó para hablar antes de que perdiera la oportunidad, puesto que estaba harto de no poder obtener una respuesta.

― No eres una persona friolenta, eso está claro, utilizas ropas ligeras– Dijo– Pero cubres tus orejas con énfasis. ¿Por qué?

― Así que eso tenías en tu mente, sabía que algo rondaba ahí– Aller sonrió cerrando sus ojos por un momento– Podría cubrirlas por varias razones, muchas en realidad. ¿Por qué lo haría, según tú?

― Porque algo ocultas. Eso es lo que pienso.

Sacudió sus hombros antes de ponerse derecha en el asiento, llevando su mano hasta el gorro en su cabeza y quitándolo.

Observo en silencio como hebras de su cabello se esparcieron a los lados y como los retiraba de encima de sus orejas. Relajo expresión fruncida al ver lo que había en ellas; audífonos. En cada oreja había un audífono pequeño pero aun así visible de color blanco.

― Confió en que no dirás algo de esto a nadie, Hanzo.

Dejo de apartar su cabello y este volvió a su lugar, el gorro permaneció sobre la mesa mientras Aller volvía a mirarlo con un rostro tranquilo.


GélidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora