Capitulo siete

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¿Amor = debilidad?






Luego del pequeño error —o así es como lo llama Pan— ambos se alejaron, pues ni siquiera podían verse a la cara, el solo hecho de recordar ese momento de debilidad hacía que se torturasen por dentro, porque como dije, ninguno sigue órdenes y ninguno de los dos quiere perder. Por fuera los dos lucen diferentes, pero por dentro son tan parecidos, ninguno quiere dejar entrar al amor ya que lo considera una debilidad, ahora falta saber quién de los dos se arriesgará primero, o si es que lo harán.

El ambiente entre Peter Pan y Hazel era tenso cuando estaban incluso en el campo de visión del otro a metros de distancia.

Habían transcurrido días, tal vez una semana, de lo ocurrido, y ninguno había intercambiado palabras con el otro, Félix se había convertido en su mensajero, pobre leal rubio. Pero hoy sería un día diferente, puesto a que hoy era día de fiesta, ¿y por qué? Simple, porque Pan así lo quiere. Y como todo día de fiesta, Pan tocará su flauta, pero habrá algo diferente en esta fiesta, y es que Hazel estará presente, su sola presencia cambia la rutina habitual de los perdidos, tal vez de Nunca Jamás.

Era de noche y los niños esperaban ansiosos a que Pan se presentase, hasta que finalmente lo hizo y comenzó a tocar su flauta. Los niños comenzaron a saltar y “jugar” con palos haciendolos chocar con brusquedad. Pan se encontraba tranquilo tocando su flauta encantada..., hasta que vió a Hazel llegar con aquel vestido con el que había llegado a la isla, en ese instante estuvo apunto de dejar de tocar, pero no quiso mostrar el interés y la inquietud que le causaba su presencia.

Los niños no notaron a Hazel hasta que uno de ellos se detuvo en seco al verla en aquellos sencillos trapos que llevaba como vestido, en ese preciso instante todos ellos la vieron estupefactos, ella solo caminó hacia un tronco y se sentó allí mientras observaba a los niños, estos últimos difícilmente dejaron de mirar a Hazel y continuaron con la fiesta.

—¿La escuchas? —preguntó Félix detrás de ella—. La melodía.

—Por supuesto, ¿por qué no lo haría? —inquirió como si fuese una pregunta demasiado obvia.

—Porque está encantada —de pronto ya no se escuchó la melodía de la flauta, sino la voz de quién la estaba tocando, detrás de ellos—. La escuchan solo los que se sienten solos y desdichados, aquellos que están perdidos.

Hazel no se volteó a verlo, temía por primera vez a algo, encontrarse con su esmeralda mirada.

—Lo sé —afirmó con una voz apagada. Su pasado la marcaba sin duda.

De inmediato la chica se puso de pie y se encaminó con pasos rápidos hacia el centro del bosque, dejando a Pan y a Félix confundidos. El primero hizo caso omiso a la situación y procedió a sentarse en el mismo tronco en el que Hazel antes estaba mientras observaba a los niños divertirse. Félix se había ido ya que era el siguiente en hacer guardia.

De pronto, a Pan se le vino una escenario a la mente, y aunque fué un instante, pudo ver a Hazel en el centro del bosque, pudo verla caer sobre sus rodillas con un mar de lágrimas escondido entre sus manos. Él no dudó en desaparecer de la fiesta y aparecer nuevamente donde Hazel se encontraba, pero no quiso que ella lo viera, así que se escondió entre las ramas y hojas de un árbol cercano a ella.

Y allí estaba Hazel, la veía tan frágil que no quería tocarla, tan triste que deseaba consolarla. Ella lloraba en silencio, pero sus lágrimas hacían tanto ruido en su interior que doblegaria a quien la viese. Quitó sus manos de su rostro para poder limpiar aquellas lágrimas que sus recuerdos habían hecho derramar, se puso de pie, miró al oscuro cielo y respiró profundamente antes de fingir una sonrisa para poder encaminarse de nuevo  al campamento. Por supuesto que Pan vió todo esto y deseaba saber qué era lo que la ponía de ese modo.

Ingobernable [Peter Pan] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora