Capitulo dieciocho

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Maratón 5/5

A veces las personas pacíficas son las más peligrosas







Hazel

El niño al que le había salvado la vida años atrás me pagaba quitándome al único que fue capaz de tener toda mi atención, al único al que fuí capaz de amar.

Había pasado tantos años sola y cuando por fin había encontrado a alguien que fuese capaz de quedarse conmigo por el resto del tiempo que sea que dure la eternidad, me lo quitaron.

No iba a permitir que alguien lo arrebatara de mi vida, porque yo controlo muchas y eso incluye las suyas.

Peter Pan es de mi propiedad y lo que es mío nadie lo toca.

El grupo de personas a las que este pueblo llamaba héroes me miraba con terror.

¿Por qué me temían? Ah, sí, mis ojos color sangre, mi ira a flor de piel... ¿qué más? Ah, y mi mirada asesina.

Debo decir que mi pasado me precede.

—¿Pero qué callados están? ¿acaso temen? —pregunté con una sonrisa inocente, mi lado psicópata se estaba dejando ver. Nadie respondió—. Cometieron un error demasiado... estúpido —espeté acercándome al culpable de la muerte de mi Peter.

—No intentes demostrar que eres peligrosa porque eso...

—¿Disculpa? Pero si yo no estoy tratando de demostrar nada —interrumpí a la bruja con aires de grandeza—, yo soy peligrosa y no necesito demostrarlo.

Sin dejar reaccionar a nadie, tomé el cuello de Rumplestiltskin con una de mis manos, él puso sus manos en la mía tratando de quitarla de su cuello, pero era en vano.

—Rumplestiltskin —pronuncié su nombre con desprecio, el grupo ni siquiera se movió ante mis acciones. Él iba a hablar, pero ejercí más fuerza en su cuello obligándolo a callar—, cállate, no te atrevas a decir una sola palabra, no quiero oír tu voz, ni sentir tu miserable presencia cerca —mi voz no era fuerte sino amenazante, les dejaría en claro quién es el mejor en este lugar y qué es lo que se debe y no se debe hacer—. Pero voy a tener que soportarte porque... —en sus ojos ví esperanza y podía jurar que rogaba piedad—, me acompañarás en mi viaje para traer a tu padre de vuelta.

Iba a quejarse pero un destello en mis ojos lo detuvo al instante, no era una pregunta, era una orden.

—No puedes hacer eso —intervino la reina malvada quien se acercaba a pasos lentos tratando de ocultar su nerviosismo que de seguro fue provocado por mi presencia, claro.

—Claro que puedo —corregí formando una sonrisa pequeña e inocente antes de soltar al hombre al que muchos temían.

—Gold, no lo hagas —pidió la rubia Emma Swan, poniéndose al lado de la pelinegra que se creía capaz de hacerme frente.

—Él no tiene opción —aclaré, el Oscuro retrocedió unos pasos hacia su grupo, de seguro mis ojos desprendieron ese destello amenazante, no es mi culpa, pasa cuando pierdo la paciencia—, ni ustedes.

Ingobernable [Peter Pan] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora