Especial Navidad #7

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Ya lo solucioné y ya pueden ver los especiales que faltaban.

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Mi esposa

Hazel

—Hazel, Hazel —los susurros de Joe me despertaron. Solté un quejido y me giré en la cama—. Hazel.

—Lo que quieras, Joe —tapé mi rostro con la almohada.

—Hazel —su voz sonó más elevada esta vez, me quitó la almohada—. Levántate o Pan va a matarme.

Abrí mis ojos con intenciones de verlo, pero la luz de afuera me hizo cerrarlos de nuevo.

—¿Por qué Pan va a matarte? —me senté en la cama y abrí de nuevo los ojos encontrándome con el otro lado de la cama vacío—. ¿Dónde está Pan?

El pequeño llevó su mano a su rostro con frustración.

—¡Levántate! —dejó en la cama un vestido de color verde, sonreí entendiendo que todo esto era obra de mi chico de ojos esmeraldas—. Ponte esto y sal.

Salió corriendo y cerró la puerta de mi cabaña detrás de sí.

Me levanté de un salto, tomé el vestido para apreciarlo. Mis manos tocaron la tela suave, las decoraciones en las mangas y en el pecho.

Un chasqueo de mis dedos bastó para que mi ropa de niña perdida se cambiara por el lindo vestido que de seguro Pan esperaba que usara.

Aparecí un espejo para verme en él. El vestido era ajustado en la cintura y se abría conforme la tela caía hasta llegar al suelo. Sonreí, alisé la tela y peiné mi cabello.

Desaparecí el espejo y decidí salir para descubrir lo que había detrás de esto.

Al abrir la puerta me encontré con un camino de pétalos de rosa.

—Te tardaste —Joe me tomó de la mano y me guió hacia... hacia donde sea que quería llevarme.

Los pétalos continuaban guiando el camino.

—¿Qué está pasando aquí, Joe? —lo miré, pero él solo soltó una risita sin responder.

Llegamos a unos arbustos altos.

—Hasta aquí te acompaño —soltó mi mano y se desapareció en la vegetación.

Solté un largo suspiro y cuando iba a mover los arbustos, estos se corrieron por sí solos dejándome ver a todos los niños perdidos en frente. Estaban esperándome, sus rostros se iluminaron al verme.

—Wow —se expresaron todos al mismo tiempo.

—Él dijo que le quedaría bien —murmuró uno de los niños.

—¿Qué está pasando? —me acerqué hasta ellos, negaron con la cabeza sin responder.

Las sonrisas en sus rostros no faltaban.

Félix miró algo detrás de sí e hizo una seña al resto de los chicos haciendo que se corrieran del camino dejándome ver a Peter con una sonrisa de oreja a oreja.

—Te ves preciosa —me miró de arriba a abajo sin dejar de lado su sonrisa, lo miré alzando ambas cejas—. Quiero decir que siempre te ves preciosa, pero hoy más, no es que antes te veías menos preciosa solo que...

Los niños y yo reímos por su comportamiento. Ver a Peter nervioso significaba que la situación era importante para él.

Él se acercó con pasos lentos hasta quedar frente a mí. Llevé mi mano a su mejilla para acariciarla, en cuanto sintió el contacto cerró los ojos y su respiración se relajó.

—¿Qué estás haciendo, Peter? —le regalé una risita, al escucharla él abrió los ojos y se quedó mirando mis labios.

—Es que... Tengo algo que preguntarte —tomó mi mano y comenzó a jugar con ella sin mirarme a los ojos.

Cada vez que levantaba la mirada sonreía y regresaba la mirada al suelo.

Su comportamiento lo hacía ver adorable.

—Dilo ya.

—Todas las noches cuando tú te duermes me quedo pensando en lo que somos —intentó mantener su mirada lo más que pudo—. Pero no sé qué somos —quise hablar, pero él me calló poniendo su dedo en los labios—. Y quiero cambiar eso.

Los niños se acercaron con flores de distintos tipos. Pan se movió a un lado para que pudiese verlos.

—Para algunos eres una madre —Joe se acercó y dejó la flor en mi vestido, para mi sospresa se quedó allí como parte de la tela.

—Para otros una hermana mayor —Nick dejó un girasol.

—Para otros una hermana menor—Félix dejó un narciso.

Luchaba por no derramar lágrimas. El momento me emocionaba, sus palabras me conmovían.

—Para otros la única y mejor amiga —Jack dejó un tulipán.

—Pero todos coincidimos en una cosa —Pan habló a un lado mío, me miró con una sonrisa y me ofreció su mano, y en cuanto la acepté el resto de los niños se acercaron y me dejaron sus flores—. Eres nuestra Reina.

Una rosa roja apareció en las manos de Pan y la colocó como el resto en mi mágico vestido.

—Peter —llevé mis manos a mi rostro para limpiar las lágrimas que habían caído producto de la emoción que sentía en aquel momento—. Chicos, no sé qué decirles.

—No es todo —el rubio leal de Pan habló mientras los niños me guiaban hasta ponerme en frente de un hermoso árbol en el que estaban escritos distintos nombres, en el medio de todos decía "Peter Pan" y había un espacio más—. Escribe tu nombre.

Me tendió una navaja, la miré sonriente y la acepté.

Conforme escribía cada letra, los rostros de los niños se ponían cada vez más alegres.

—Ya acabé —le regresé el objeto al rubio.

Me giré y me encontré a Pan con una rodilla en el suelo.

No podía estar pasando.

—Hazel —los niños nos rodearon, Peter apareció un anillo dorado y sencillo que parecía ser de unas ramitas convertidas en oro por arte de magia—. ¿Aceptarías que te llame mi esposa y tú a mí llamarme tu esposo? ¿Aceptarías ser mi Reina?

Mi corazón comenzó a latir muy rápido.

Sus ojos esmeraldas me contemplaban.

Los niños estaban en absoluto silencio.

—Si yo seré tu Reina, tú serás mi Rey, Peter Pan —mi voz sonó tan feliz que parecía que iba a estallar.

Los niños gritaron de emoción.

Peter tomó mi mano y dejó el anillo en uno de mis dedos con suma delicadeza. Se puso de pie y besó mi frente.

He aquí la Reina de Nunca Jamás.




Ingobernable [Peter Pan] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora