Capitulo diez

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El poder puede cegar hasta a los más humildes







Narrador omnisciente

—No, no lo haré, solo porque eres tú, querida —soltó con una sonrisa maligna, este era el Pan que todos conocen. Pero había algo diferente, él sonreía, pero en el fondo se escondía un sentimiento que él no quería tener y luchaba por callarlo.

Una nube verde rodeó a la chica de ojos azules, azul no como la superficie del mar, sino como la profundidad de este. Y al chico de ojos esmeralda, que solían ser de un color claro, y ahora se habían oscurecido, pues la oscuridad lo estaba consumiendo.
Al esfumarse aquella nube, ambos se encontraban frente a una laguna que los dos bien conocían, pero solo uno tenía malos recuerdos en esta, y esa era Hazel.

Se encontraban cerca de la orilla y la chica se estaba creando sus propias conclusiones, todas llevaban a lo mismo, castigo.

—¿Qué hacemos aquí? —cuestionó ignorando sus pensamientos anteriores, pero al voltearse hacia el ojiverde, y al ver su semblante serio entendió que sus especulaciones no estaban del todo erróneas. Abrió los ojos aún más, intercalaba su mirada en la laguna y luego en el chico—. No. No, Peter, no.

Algo intentó moverse dentro del dueño de aquel nombre al escucharlo de los labios de la chica, pero terminó por ignorarlo, pues nadie desobedece a Pan sin un castigo, y mucho menos nadie se atreve a traicionarlo sin esperar lo peor como consecuencia.

Emergieron del agua tres mujeres, o eso aparentaban, pues lo de mujer se acababa cuando empezaban sus escamas.

—No van a ahogarte, ¿no es así? —sonrió con sorna mirándolas, las mujeres escamosas sonrieron con malicia. Hazel las observaba con odio.

—Claro que no, solo déjanos darte un regalo —pidió una de ellas dándole su mejor sonrisa a la ojiazul.

—No, gracias —habló con un toque de sarcasmo, ese regalo no sería nada bueno para ella y lo sabía.

—No seas descortés, linda —sentenció Pan con una sonrisa que aparentaba inocencia, lo que hizo reír sin gracia a Hazel.

—Sería una terrible decepción no escucharlas, ¿verdad? —comenzó con una pausa dramática—. Pero que pena, no puedo, amigas del alma.

El sarcasmo comenzaba a querer desbordar de sus labios.

Pan se había sentado en una roca para presenciar la escena que estaba por ocurrir.

—Lindas palabras, nos inspiras —soltó con sarcasmo una de las sirenas antes de indicar con una mirada a sus hermanas que el juego debía comenzar.

Las sirenas empezaron a entonar una melodía hipnotizante, al principio era tranquila, sin embargo conforme los segundos pasaban, esta melodía hipnotizante se volvía cada vez más terrorífica para Hazel.

Ya no eran lindas melodías, sino gritos desgarradores.

La ojiazul se tapó los oídos con sus manos, su rostro ya no tenía la pizca de sarcasmo que usualmente cargaba, ahora su expresión era una de dolor, aquellos gritos irrumpían con violencia en sus tímpanos. Miró a Pan con súplica en sus ojos, pidiéndole con estos que le ordenara que se detuvieran, pero él solo desvió la mirada fría que tenía impresa en su rostro, parecía un demonio sin sentimientos.

El dolor que la chica sentía incrementaba, y cuando el momento no podía ser peor, como por obra de un hechizo —que de seguro era producto de las pirañas con voz de demonio— se incrustaron imágenes en su mente, recuerdos que no quería tener.

Ingobernable [Peter Pan] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora