Capítulo nueve (II)

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“La rosa encontró a su bella”









Narrador omnisciente

Un par de azulados ojos comienzan a abrirse con lentitud. La reina comenzó a reconocer el lugar en el que estaba. Sus recuerdos de la noche anterior la hicieron sonreír.

Observó a su lado a su chico de ojos verdes, dormía profundamente. La suave sábana de color salmón tapaba sus cuerpos. Ella no pudo evitar sonrojarse al notarlo.

Se acomodó para mirarlo mejor.

—Te gusta verme dormir —dijo con los ojos cerrados y una voz ronca que hizo que la piel de la chica se erizara.

—No lo voy a negar —comentó sin dejar de mirarlo esperando a que le dejase ver sus bellos ojos.

Cuando unos bellos ojos esmeraldas se abrieron, encontraron frente suyo a la belleza de Hazel, sus ojos azules, su sonrisa genuina, sus largas pestañas y su cabello perfectamente despeinado.

—¿Ya te han dicho que te ves perfecta? —acarició sus mejillas y sus labios haciéndola sonreír más—. ¿Sabes qué es lo extraño? —preguntó con cierto misterio, ella negó confundida—. Que hasta anoche eras virgen.

Aquellas palabras la hicieron sonrojar y esconderse entre las sábanas. Pan carcajeó ante tal acción que le resultaba adorable y tierna.

Descubrió el rostro de la chica con suma lentitud, ella lo miraba con una sonrisita de pena o vergüenza.

—Tú fuiste el primero —dijo en voz baja jugando con sus dedos.

—Esa es la mejor parte —le susurró con una sonrisa cálida y genuina que pocas veces mostraba al mundo, la cuál cambió de inmediato a una sonrisa orgullosa—. Todo eso es mío.

Alguien golpeó la puerta sin ganas interrumpiendo el momento. Hazel sintió a la rubia Swan y al capitán detrás de la puerta.

—¡¿Qué quieren?! —preguntó molesta casi sentándose en la cama con una mano tapando su cuerpo de adelante y la otra apoyándose en la cama. Esta acción le permitió a Pan ver su espalda desnuda, cada detalle que lo hizo suspirar. Pudo notar tres lunares seguidos con una distancia perfecta en su costado derecho que lo hizo sonreír de lado.

—No sé cómo pero Gold se está encargando del desayuno. Los estamos esperando —informó desde el otro lado de la puerta la rubia.

Pan bufó molesto.

—Vamos enseguida —aceptó Hazel intentando salir de la cama, pero el ojiverde la hizo volver y la recostó en su pecho descubierto.

—No tenemos que ir —arrugó la nariz en desacuerdo y luego admitió—. No quiero ir.

Ella lo besó delicadamente y se volvió a recostar en su pecho dibujando en el líneas imaginarias con sus dedos.

—¿Por qué? —preguntó ingenua con una voz pequeña—. Yo quiero desayunar.

—Quiero que te quedes conmigo... y también quiero desayunar —dijo lo último con una sonrisa pícara.

—Ya vamos, Peter —djjo riendo dispuesta a salir de la cama. Antes de que la sábana destapara por completo su cuerpo, que era lo que Pan estaba esperando, un mini vestido blanco de tiras la cubrió haciendo que Pan se desplomase en la cama decepcionado—. ¿Qué esperabas ver? Ya viste todo.

—¿Y por qué no verlo otra vez? —le preguntó sin dejar su posición.

Ella revoleo los ojos con gracia y caminó hacia una puerta al lado del tocador, descubriendo el baño. Entró de inmediato dispuesta a disfrutar de un baño.

Ingobernable [Peter Pan] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora