Capitulo uno (II)

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¿Acosadora? Jamás, solo observadora.











A Ñ O S    A T R Á S

Transcurría la segunda década posterior a mi propio exilio de Nunca Jamás.

Era el día número 451 de Malcom como Peter Pan en Nunca Jamás.

¿Y cómo lo sabía? Pues lo cuidaba de lejos. No lo acosaba ni nada de eso, pero... Era peligroso para él.

En su tercer día se metió a la Cueva del Eco y tuve que ingeniar una salida.








Flashback de ese día•

Ya se cumplían tres días que llevaba cuidando de Malcom, desde que se convirtió en Peter Pan. Aún no procesaba el hecho de que él fue capaz de abandonar a su propio hijo para quedarse en mi isla.

Apreciaba su rostro mientras apoyaba una de mis manos en el gran espejo de mi habitación, justo en el lugar donde se veía su rostro triste y melancólico.

Lo veía todo desde mi espejo. Su perfil, sus manos, su cabello, todo. Ese nuevo atuendo le quedaba bien.

Él pasaba por el bosque apreciando cada árbol. Caminaba y caminaba, hasta que aquellos arbustos con frutos azules me hicieron recordar algo muy importante. Esos arbustos solo se encuentraban cerca de la Cueva del Eco y eso significaba que él no estaba muy lejos de allí.

No se detuvo en ningún segundo, como consecuencia se encontró con una gran cueva. Por más de que rezaba por que no entrara, él lo hizo, entró a la cueva de su perdición. Esa cueva solo tenía entrada, una vez adentro jamás saldrás.

A pesar de que todo estaba oscuro en mi espejo, y era porque claramente allí no había luz, aún podía escuchar.

—Mejor salgo de aquí —se arrepintió mi chico de ojos esmeraldas, pero ya era tarde, no había salida—. Mierda.

Él buscaba y buscaba una salida, pero jamás la halló. Comenzó a desesperarse luego de varios minutos dentro.

—No puedo dejar que muera allí —me dije a mí misma con un cierto temblor en las manos debido a lo que estaba apunto de hacer, un decreto—. La gran cueva del Eco tiene entrada y salida. Sin embargo, la última sólo puede ser descubierta... si las personas atrapadas cuentan sus mayores secretos a la cueva —mis manos brillaban mientras hablaba—. Así y sólo así se hallará la salida... y también la luz.

Ahora faltaba que Peter supiera cómo salir. Entonces, tuve una idea.

—Cuéntale a la cueva un secreto —susurré al espejo con intenciones de que él me escuchara—. Tu mayor secreto.

—Uhm... Bueno —hablaba con duda y rastros de temor—, yo... —inició alargando cada letra, respiró profundo y soltó:— me enamoré y la preferí a ella antes que a mi hijo... aunque me arrepiento...

Nada pasó.

—Algo más profundo, no mentiras —susurré cerca del espejo.

—... Voy a hacer de esta isla un infierno si ella no regresa a mí —comenzó con una voz grave—. Yo le pertenecí a ella desde el momento en el que puse un pie en esta isla y por ello —la cueva producía fuertes ruidos, pero ninguno fue tomado en cuenta por Peter Pan—, todo aquel que ponga un pie en esta isla será de mi propiedad —un pequeño destello se vio en la cueva, indicaba la salida—. Abandoné a mi hijo por esto y no me arrepiento en absoluto.

Ingobernable [Peter Pan] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora