Capítulo 10: Enemigos con derechos.

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Verena

«Me dijeron que no eras para mí. Justo a mí que, soy desobediente»

Cierro la puerta y me deslizo en la misma, llorando.

No puedo evitar sentirme mal con todas esas horribles palabras que me dijo Marlon. Más porque es verdad.

Soy una basura, mis padres siempre me lo recalcaron, siempre hice todo lo que ellos me pedían y aún así, nunca logré convencerlos.

¿Y ahora? Soy la secretaria de ese desgraciado, mi plan era solo joderle la vida y descubrir algo que derrumbe todo su imperio. ¿Qué hice yo? Follar con él como una ninfómana.

Voy al baño y me miro en el espejo. Detengo mi lloradera y mis sollozos, fue suficiente.

Me quito el maquillaje y el rímel corrido con una toalla desmaquillante. Mi pelo está todo mojado, al igual que mi vestido, está arruinado, los brillos desaparecieron.

Busco en mi maleta una pijama, tomo una blusa de tirantes de seda y unos pantalones cortos de algodón. Vuelvo al baño, me cambio de ropa y meto la mojada en una bolsa. Está lloviendo y no vale la pena que lo ponga a secar en la terraza.

Veo que tengo cinco llamadas perdidas de Marlon, pero ya fue hace media hora. De seguro regresó a donde pertenece... en el mundo de la hipocresía y soberbia.

Me acuesto en la cama y apago las luces para dormirme, ahora no quiero saber ni de él ni de nadie.

• ────── ✾ ────── •

Escucho varios sonidos en la puerta, pero no le tomo importancia. Bueno, eso es hasta que escuché algo que se rompió en el piso.

Estrujo mis ojos y enciendo la lámpara a mi par. Me volteo y mis ojos se cruzan con los grisáceos de Marlon.

Al parecer chocó con una jarra que estaba en la repisa y se rompió.

Él está cabizbajo, con el pelo todo mojado y alborotado, al igual que su ropa, está demasiado empapada.

—¿Dónde estabas? —pregunto, con la voz ronca por estar recién despierta.

—Por ahí —tira las llaves a la repisa.

Cuando intenta dar un paso, él se vuelve a tropezar y voy hacia él después de recoger algunos vidrios sin cortarme para tirarlos al cesto de basura.

—¿Estás borracho? —pregunto, como una estúpida. Es obvio que lo está.

—¿Tú qué crees? —ríe, como un bobo.

Veo en el reloj que son las doce de la noche, sólo dormí dos horas.

—¿Se puede saber a dónde andabas y por qué vienes todo demacrado? —me cruzo de brazos— ¡Estás en un país donde no tienes a nadie que te socorra, podías tener un accidente!

—Eso no es cierto, te tengo a ti —sigue tambaleándose como un idiota y se apoya de mí.

—Joder, y justo vienes encima de mí cuando soy mucho más pequeña que tú —gruño y lo llevo con cuidado al sofá, Dios, pesa demasiado.

Una trampa Tentadora (MUESTRA).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora