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Steve guardó el auto en el garaje de su casa. Miró a Eddie una última vez antes de bajarse. A suerte de él, sus padres trabajaban desde temprano, sería complicado que se topasen con Eddie durante el día.

Pensó en dejarlo en el auto, pero era algo cruel.

Steve Harrington ya no era cruel.

Abrió la puerta de copiloto y cargó a Eddie tal como lo hizo con Robin. Tenía un poco más de dificultad, pero podía con ello.

Abrió la puerta y entró despacio.

Cada escalón era un martirio, en especial sabiendo cuáles eran los que crujían. Pero llegó sano y salvo.

Por un momento se escuchó a Eddie murmurar algo, pero debía ser parte de la borrachera.

Por razones obvias no podía dejar a Eddie en el cuarto de invitados. Correría mucho riesgo, además, se despertaría sin saber nada.

Suspiró una última vez antes de entrar a su habitación. Todo estaba en orden, y dejó caer sin cuidado al pelilargo sobre la cama tendida.

Se quitó la chaqueta y la dejo colgada en la silla de escritorio. Estiró sus brazos y miró al chico.

Estaba en una postura notoriamente incómoda. Pero dormía plácidamente, era de sorprenderse. Podría considerarse una gran habilidad.

Pero llega a ser peligroso el no despertarse comúnmente. ¿Qué pasaría si te entran a robar?

Bueno, decidió no pensar tanto y agarró un libro que había dejado por la mitad. No se consideraba una persona que leía usualmente, pero éste le había llamado la atención.

Se acomodó en la silla y siguió con su lectura. No podía permitirse dormir en esos momentos.

Al pasar unos treinta minutos, unos quejidos llamaron su atención. Apartó la vista del libro, mirando en dirección a la cama. Munson apretaba fuerte los ojos y los restregaba con los puños.

Esperó a que terminase, Eddie miró a todos lados y se sentó a duras penas en la cama. Llevó una mano a su frente.

- Hola. - Saludó Steve, dejando su libro a un lado. - Despertaste pronto, menos mal.

El otro parecía que aún no recobraba la postura. Se limitó a mirar la habitación.

- Oh Dios... - Murmuró adormilado. - ¿Por qué me desperté en la cama de Steve Harrington?

- Por ser un borracho. - Steve se acercó a la cama, quedando parado a un lado de Eddie. Éste lo miró. - Estuve a punto de dejarte tirado a un lado de la carretera.

- Pero no lo hiciste.

- No, soy alguien decente a comparación de otros. Ahora, ¿qué tan mal estás?

- Siento el cuerpo pesado, la garganta me arde y me duele la cabeza.

- Normal. Levántate, iré a dejarte a tu casa.

- ¿Ahora? - Se quejó Munson dejando caer su cuerpo nuevamente en la cama.

- No somos amigos, y ya te lo dije, pensé en dejarte abandonado. - Steve fue de vuelta a la silla, quitando su chaqueta y poniéndosela. - Vamos, arriba.

- No quiero.

- No te estoy preguntando.

- Cinco minutos y ya.

- No.

- No tienes corazón.

Harrington suspiró, viendo cómo el contrario abrazaba una almohada. La tomó con agresividad y la tiró a un lado.

- También necesito dormir, por eso debes irte. Agradece que estoy siendo amable ofreciéndome de taxista.

Eddie lo miró, analizando su rostro.

- Bien, te haré caso, no quiero que te pongas a llorar.

Dicho esto, se levantó despacio, cerrando fuerte los ojos al estar derecho. En un momento, se agarró fuerte del hombro del otro.

- ¿Qué sucede?

- Estoy mareado.

- Oh, ni se te ocurra- No alcanzó a terminar su frase cuando Eddie cayó de rodillas al suelo, vomitando. Steve apartó la mirada. - Mierda.

Al recobrar la postura, Steve daba la espalda.

- Bien, ya estoy. - Molestó. - ¿Vamos?

- Vas a limpiar eso antes.

Un rollo grande de papel higiénico fue tirado en las manos de Munson, y un balde con agua.

Steve tiraba desinfectante por todos lados, sin importarle mojar a Eddie.

- Ugh, qué asco. - Se quejó el pelilargo, poniendo papel sobre el piso mojado. Desprendía un olor a alcohol que lo mareaba.

Harrington se estiró en la cama, tratando de relajarse, mirando de reojo al chico que limpiaba.

Su cabeza comenzaba a pesar, y sus pestañeos iban volviéndose más lentos. Lo último que escucho fueron los insultos al aire de Eddie.

Y cayó dormido.

Tras minutos de limpieza concentrada de parte de Munson, terminó su trabajo, dejando el suelo resplandeciente.

- Bien Harrington, como nuevo. - Puso sus manos en su cintura, admirando su obra. Al no recibir respuesta, giró su vista.

Estaba dormido.

- ¿Harrington? - Se aseguró, asomando su mirada por parte de su rostro descubierto. Su respiración iba en calma.

Se sentó en la cama, sin saber qué hacer.

Se sentía cansado, por supuesto, pero no sabía dónde estaba y cómo llegaría a su casa a estas horas. Además, la cama era jodidamente cómoda.

Miró algunos cuadros colgados en la habitación. Su mirada decayó en uno en específico, era un equipo de baloncesto. Estaba Steve.

También había una repisa con un par de libros de estudio. Un armario grande, un escritorio ordenado.

Estaba todo en orden, realmente era limpio. Se sentía un poco avergonzado, ya que limpiaba su habitación escasas veces.

Tenía un basural en casa.

De pronto una mano agarró su brazo, sobresaltándolo.

- Eddie. - Murmuró el otro. - Debo ir a dejarte... - Su voz se escuchaba cansada, y la fuerza ajercida era casi nula. - Vamos al auto.

- ¿Cómo que "Eddie"? ¿Quién es él? - Bromeó, pero Steve era víctima de un sueño profundo.

Pasos se escucharon en el pasillo, el cuerpo del pelilargo se heló. Se escondió bajo las mantas, posicionándose a un lado del otro.

Su cabello desordenado era lo único que se asomaba.

Y la puerta fue abierta.

Unos escasos segundos después, fue cerrada. Eddie alzó su cabeza, asegurándose. Miró al contrario.

Sus rostros estaban cerca. Las mantas eran las encargadas de que sus cuerpos no sean tocados mutuamente.

Le dio la espalda a Steve, y cerró los ojos.

Las últimas horas estaban siendo muy extrañas.

Kiss Me, Liar [STEDDIE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora