014

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Durante la mañana siguiente, ninguno pensaba en verse con el otro. Steve conversaba alegremente con un compañero que se sentaba detrás suyo. Y fue entonces que la melena desordenada de Eddie entró por aquella puerta.

Sus miradas se encontraron rápidamente.

Munson batalló con la idea de sentarse a su lado. ¿Era una buena idea? Steve la noche anterior lo había llamado "amigo".

Pero podía no significar nada.

A la mierda.

Dejó caer su mochila sobre la mesa contigua a la de Harrington, éste lo quedó mirando, alzando las cejas.

- Buenos días, Harrington. - Saludó, sentándose.

- No sabía que compartiamos geografía.

- Yo tampoco, pero aquí estamos.

Steve se sentó con su cuerpo mirando al frente.

- Por cierto. - Habló Munson, captando la atención del chico. - ¿No se te olvida darme algo?

La chaqueta.

Mierda, se le había olvidado por completo. La noche anterior, al llegar a casa, había caído rendido sobre su cama.

Se limitó a sonreír, esperando una buena reacción.

- Se me olvidó. - Confesó. El pelilargo miró hacia arriba, mostrando su molestia.

- ¡Es mi favorita! - Se quejó al aire, tapando su rostro con sus manos, fue entonces que una idea chocó en su cabeza. Miró al otro. - Esto no es una técnica para robármela, ¿no?

- Por supuesto que no.

El alma volvió al cuerpo de Eddie.

- Menos mal. La necesito pronto, es mi arma mortal.

- ¿Con eso "conquistas"? - Hizo comillas con los dedos.

- Algo así, me da confianza.

- Hombre, quizá es por eso que no ligas.

- No te metas con mi dulce chaqueta, Harrington.

El nombrado alzó las manos mostrando su inocencia, dejando escapar una media sonrisa que fue correspondida.

La profesora llegó, callando a todo el mundo.

- No puedo creer que me tocó de nuevo con esta vieja. - Murmuró Eddie dibujando con un lápiz grafito en la mesa.

- No me ha tocado nunca con ella.

Munson lo miró sorprendido.

- Vaya suerte, eso ya no es ni medio normal.

La clase ya había dado inicio. Todos los presentes tomaban apuntes en sus cuadernos abiertos, Eddie tenía su mentón apoyado sobre la palma de su mano.

Steve prestaba atención a la profesora. Es cierto que tenía una presencia imponente, pero enseñaba de una forma la cual se entendía fácilmente.

Y las veces que alguien levantaba su mano, ella volvía a explicar amable.

¿Por qué Eddie la odiaba?

Miró de reojo a su compañero de asiento, percatándose del blanco en su papel.

- Presta atención, Munson. - Le susurró.

- No eres mi madre.

Ante el tono grosero y sin preocupaciones, Steve chasqueó la lengua, dejando caer su espalda bruscamente en la silla y cruzándose de brazos.

La profesora miró directamente al sonido que retumbó en todo el salón. Su mirada cayó en Steve.

- ¿Tiene algún problema con la clase...? - Trató de recordar su nombre.

- Steve Harrington. - Dijo Eddie, sentándose derecho e ignorando a su compañero.

- Sí, gracias Munson. - La mujer miraba directo a Harrington, esperando una respuesta, éste simplemente estaba confundido.

- No tengo problemas con la clase, profesora. - Se disculpó, sin saber qué había hecho para que todas las miradas cayesen sobre él.

- Absténgase de esas maleducadas muecas. - Dijo por última vez, continuando con la clase.

Eddie lo miró, sonriente.

- Te lo dije.

- No entiendo qué hice.

- Hiciste esto - Eddie chasqueó la lengua, pero despacio y procurando no estar en el radar de la profesora.

- ¿Fue por eso?

- Odia que hagan eso. No tienes idea las veces que me retó por eso.

- Vaya, no tenía idea.

Steve miró en frente, anotando lo escrito en el pizarrón. Munson lo seguía mirando, cayendo en el suéter gris que le tapaba el cuello.

Su cabello era impecable, no entendía cómo lo tenía así de perfecto. Su tono, el peinado, hasta el olor. El apodo tenía su historia detrás, y una apegada a la realidad.

¿Cómo se cuidaba el cabello?

Sus rizos estaban descuidados, pero no estaban tan desaliñados. Una vez Chrissy le recomendó usar unas cremas extrañas que descartó apenas vió los precios.

Costaban lo mismo que un jodido casete.

- ¿Edward? - El nombrado volteó asustado, encontrando la mirada de la mujer puesta sobre él. Bueno, todos. - ¿Puedes compartirnos con la clase tu opinión del tema recién hablado?

Steve lo miraba de reojo, apretando los labios notando el nerviosismo de Eddie. Este chico se distraía bastante.

Giró su cabeza, contemplando la expresión sorpresa de su compañero. Harrington puso su mano sobre su boca, tapando.

- Está mal, el abuso de poder u autoridad siempre conlleva a resultados trágicos. Las medidas tomadas no fueron las mejores... - Murmuró, mirando al suelo, Munson entendió a la perfección. - Pero esa es la historia, y no hay mucho que cambiar.

Repitió lo escuchado, cambiando algunas palabras por otras parecidas. La encargada no parecía convencida pero lo dejó pasar, preguntando a otra persona.

Y fue entonces que el timbre sonó, dando concluida la clase.

Steve se paró de su silla, guardando sus cosas. Eddie lo imitó.

- Gracias por eso, amigo. - Dijo golpeando levemente el brazo del castaño, éste asintió ante el agradecimiento, dejando su mochila sobre su hombro.

- ¡Pero antes de que se vayan! - Llamó la mujer, retrocediendo a los que estaban a punto de irse. - Formen parejas, la próxima clase les daré el trabajo formal. Las parejas tienen que estar listas.

Murmullos en toda la sala.

- Eh... - Eddie se rascó la nuca, sin saber cómo preguntarle al otro si quería formar dupla con él. - ¿Harrington?

- Dime. - Respondió frente a él, listo para escapar de aquel salón infernal.

- ¿Quieres que... nosotros... - Buscaba las palabras, jugando con sus dedos. Dos chicos con la chaqueta del equipo de baloncesto estaban parados en la puerta, esperando a Steve.

- ¡Steve! - Llamaron, ambos chicos miraron, uno hizo un gesto desagradable al reconocer a Eddie.

- ¡Ya voy! - Les señaló. - ¿Quieres hacer el trabajo conmigo, Munson?

- Uhm, sí, ¿por qué no? No conozco a nadie más que tú en esta puta clase. - Actuó a la defensiva.

- Está bien. Nos vemos luego. - Le sonrió una última vez antes de ir con sus amigos, que lo abrazaron de los hombros, guíandolo. 

Eddie lo quedó mirando por unos cortos segundos. Luego guardó sus escasas cosas tiradas sobre la mesa, desordenadas como acostumbraba a ser.

Al salir por el pasillo, buscó a sus amigos.

Kiss Me, Liar [STEDDIE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora