Capítulo 1

360 15 1
                                    

Diez años atrás

Acelero los pasos al cruzar un callejón con mis lagrimas corriendo por mi mejilla. Mientras lo hago los pasos detrás de mí también lo hacen y eso me da la certeza que no es paranoia.

Alguien me está siguiendo.

Suelto el aire cuando ante mis ojos se vislumbra un parque con muchas personas. Ahora puedo entender como se siente alguien en medio de un desierto cuando se topa con un oasis. Cruzo la calle sin ver y un chofer me lanza una maldición, pero lo ignoro. Mi objetivo es llegar a ese lugar y gritar por ayuda todo lo fuerte que mis pulmones me den.

Mis pasos rápidos se convierten en trote y luego en una carrera que no parece tener fin. La casa está demasiado lejos y mi única esperanza es ser auxiliada allí. Era la mejor en atletismo dentro de las chicas; aunque, aquello no importaba mucho en Berlín, en este endemoniado país me había servido.

Odiaba a América, a mi padre por ser tan cobarde, a mi tío por traerme, pero sobre todo odiaba a Damián, mi primo. A quien por alguna razón asociaba a lo que estaba sucediendo.

—¡Ayuda! —grito fuerte con mi estúpido mal inglés y mi acento, que suele ser la burla de todos, pero nadie me da la mano.

Solo debes soportar hasta los 18, iras a universidad y serás libre.

Aquel pensamiento me distrae y lo siguiente que siento es un cuerpo caer encima de mí, tirando de mi mochila con fuerza. En otras circunstancias yo le dejaria los estúpidos libros, pero en su interior está el único recuerdo que me permitieron traer de casa.

Enredo el morral en mis manos y enfrentó a mi agresor con rabia. Lo escudriño con atención, dispuesta a gravarme su rostro hasta el final de mis días si es posible. Mucho mayor que yo, con el cabello largo oscuro y enmarañado, piel curtida, bastante sucio y ojos marrones lascivos. Pasa su lengua por su boca y se relame al tiempo que ordena.

—¡Suéltalo!

— Nein.

Niego sin saber que lo hago en mi idioma. Me vale una mierda que mis rodillas estén raspadas, el hijo de puta es más fuerte y logra arrástrame por varios metros.

—Suéltala mocosa estúpida ¿Te dejaras morir?

—¡Averigüémoslo! —respondo apoyando mis talones en el asfalto y tirando con las dos manos.

—¡Hey tú! ¿Qué mierdas crees que haces?

El tono de voz del hombre me distrae lo suficiente para perder fuerza y el asaltante golpea el costado derecho de mi costillas de un patada. Jadeo soltando el morral, escuchando los pasos alejarse y otros seguirles. Me instalo en posición fetal intentando no llorar o lamentarme por lo que ha sido mi vida.

La autocompasión solo te hace más miserable y perdedora Evy, no eres nada de eso.

—¿Te encuentras bien? —pregunta una mujer ayudándome a levantarme.

Afirmo levantándome y ella se queda viendo mi rostro por largos minutos. Tiene ojos  almendrado negros, su cabello recogido en un rígido moño a la altura de su cuello y una sonrisa que contagia.

—Creo que si —respondo distraída.

Mi mente viaja a la época en que me dieron la peor de la noticias. Estudiada en un internado de Berlín, obtenía las mejores notas, mis padres me amaban y mamá estaba esperando a su segundo hijo.

Flash back

Berlín, Alemania.

—¿Evy Klein? —la voz de la directora irrumpe el trazo en mi dibujo y me hace alzar el rosto.

INEFABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora